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La psicología para llevar

No se puede pensar a la psicología como un negocio de la misma forma en que una empresa ofrece servicios en serie
Carlos Rodríguez
jueves, 7 de agosto de 2014, 07:16 h (CET)
La institucionalización de la psicología en México ha traído a la psicoterapia en los úl-timos años la implementación de estándares, formatos, procedimientos y manuales para maximizar la productividad y satisfacer la demanda. Actualmente nos encontramos en un proceso de deshumanización de la psicología.

En el principio de la historia de la psicología moderna (hace poco más de 100 años) se enfrentó la necesidad de pensar una solución para una serie de malestares a los que la medi-cina de la época no hallaba explicación, de esta forma el malestar constante de algunos indi-viduos llevo a la formulación de diversas teorías para entender al sujeto y como hacer mas llevadera su estancia dentro de la cultura, desde el psicoanálisis hasta el conductismo, las teorías cognitivas, y ya en las ultimas décadas las teorías constructivistas y de sistemas. Si bien muchas de estas teorías ha surgido de instituciones que han financiado la investigación y desarrollo de la psicoterapia, en los últimos años (al menos en México) se ha presentado una institucionalización de la psicología, mediando entre el paciente y el psicoterapeuta una serie de procesos burocráticos que entorpecen la praxis, limitando las posibilidades de acción del profesional y menguando los resultados de la psicoterapia.

En algunas facultades incluso se han desplazado a las teorías que plantean un proceso terapéutico de mayor duración, dando preferencia a la enseñanza de nuevas psicoterapias breves y se ha maximizado la utilización de manuales que sirven para dar un diagnóstico en el menor numero de sesiones posible, lo que en muchas ocasiones lleva a los profesionales a ofrecer diagnósticos equivocados, pues los criterios de estos manuales tienden a quedar muy abiertos a la interpretación de quien realiza el diagnóstico, esto se suma al hecho de que en la práctica, si no se realiza con cuidado, pueden surgir una serie de vicios, (omitir u obviar datos de la historia clínica del paciente para agilizar la entrevista, por ejemplo) los cuales se inten-sifican cuando los psicólogos que laboran en instituciones son presionados para cumplir con cierta demanda y con los procedimientos establecidos por la administración.

Así, nos encontramos con que organizaciones tanto públicas como privadas pretenden brindar servicios de salud mental pero terminan ofreciendo un servicio donde el paciente queda atrapado víctima de un coágulo burocrático, tratado como simple mercancía o como una fuente de ingreso más para la organización. Si bien el psicólogo también necesita pagar la renta, no podemos comenzar a tratar a la psicología como un negocio, al menos no pensado como una empresa que fabrica productos en serie. Hay que recordar que se trata con sujetos que en principio son individuos y que si existe un malestar en ellos, es precisamente generado por una cultura de objetivación del sujeto, de enajenación y consumo. ¿Como pretendemos realizar una practica eficaz si fomentamos estas prácticas de objetivación, enajenados de nuestra función como psicoterapeutas y encasillando al sujeto en la misma linea de consu-mo?.

Es responsabilidad ética del profesional de la salud mental no ser parte de esta mala praxis y recordar que ante todo, nuestro compromiso como psicólogos debe ser primero con el sujeto, no con la institución.

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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