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España, de borrachera

¿Y nos asombramos de que vengan a España los macarras británicos, alemanes u holandeses a montar sus propios botellones entre nosotros?
Pedro de Hoyos
jueves, 28 de agosto de 2014, 07:15 h (CET)
No acabo de entender el escándalo ni las quejas sobre los turistas que vienen a España a emborracharse, es lo que hemos querido, lo que hemos buscado voluntariamente. ¿Acaso de la borrachera no hemos hecho un arte juvenil en los últimos años? Y digo de la borrachera, no hablo de beber, ni del alcohol, no; de la borrachera. ¿No es en esencia de eso de lo que se trata cuando hablamos del problema de los botellones?

Llevamos conviviendo agradablemente con los botellones un montón de años. Tan ricamente, tan civilizadamente ¿O nos olvidamos en qué se ha convertido cualquier fiesta de pueblo? ¿O nos olvidamos de la fama que arrastra el botellón universitario de Granada? ¿O nos olvidamos de en qué consiste la fiesta de San Isidro en la Escuela de Ingeniería Agrícola de Palencia? Hay centros universitarios que en vez de ser conocidos por sus éxitos académicos lo son por los enormes botellones juveniles a los que van asociados. No necesitamos nombrar barrios de nuestras ciudades donde jóvenes y aún adolescentes beben como cosacos con la misma facilidad con que pestañean… ¿Y nos asombramos de que vengan a España los macarras británicos, alemanes u holandeses a montar sus propios botellones entre nosotros? Es lógico que lo hagan, en sus países son más contundentes que nosotros al llamar basura a la basura, son más drásticos a la hora de combatirla y se tienen más respeto como naciones y como sociedad, impidiendo que sus jóvenes cometan sus fechorías con la facilidad con que las cometemos en España. ¿De qué, entonces, nos asombramos hoy?


Nos da vergüenza combatirlo, somos estúpidos adoradores de lo políticamente correcto; una determinada parte de la izquierda tiene sobre sus cabezas tal trauma franquista que no dudarían en llamar represores, caverna retrógrada e inquisidores a quienes intentaran poner coto legal a tan estúpida costumbre -recordemos que no basta con beber, se trata de emborracharse- y nuestra bobalicona derecha, acomplejada y torpe, renuncia al papel que sociológicamente le corresponde, no vaya a ser que los votos de la sociedad la castiguen por no tolerar la mugre social. Prima lo políticamente correcto, no vaya a ser que nos de vergüenza vernos en el espejo.

Y por otra parte, ya que nos quejamos de los turistas desnudos, pendencieros y borrachos por la Barceloneta… ¿Pero qué turismo hemos elegido para desarrollarnos desde los años sesenta? No, no nos olvidemos de que Fraga sacó adelante el franquismo con los biquinis de las suecas… y esto no lo ha remediado nadie desde entonces. Traemos el turismo más barato, ordinario y ramplón de Europa y como tal se comporta, qué le vamos a hacer, oiga. Podíamos haber escogido turistas con más estilo, más clase, y más dinero, que es en definitiva de lo que se trata, pero nos conformamos con lo más cutre. No, no digo que de Benidorm podíamos haber hecho Cannes, que de Torremolinos podíamos haber hecho Biarritz, que también podíamos, ni digo que deberíamos haber llenado nuestras costas de exquisitos campos de golf, que alguno hay, pero digo yo que siempre habría un punto medio en el que situar a nuestros visitantes. Sin embargo elegimos lo que elegimos, libre y voluntariamente, no debemos quejarnos.

La cuestión no es sólo de normas urbanísticas, ni de control de los pisos de alquiler ilegal, sino de estilo de vida y nosotros hemos elegido un estilo de vida permisivo, nunca nos opondremos a ningún movimiento social por venenoso que sea, entre nosotros ha echado raíces la sana idea de que todo vale, todo es bueno, hay que ser permisivos y comprensivos, no vaya a ser que nos llamen franquistas. Aunque dejemos emborracharse al más tonto de cada pueblo europeo, tan tonto que cree que tirarse borracho desde un bacón es divertido. Permitámoselo, no crean que somos represivos y tardofranquistas con pantalones vaqueros.

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