Hace ya mucho que he escrito que Cataluña será independiente quizá no demasiado tarde. España es un país extraño que no rechaza dividirse y desaparecer. Si solo dieciséis de cada cien españoles está dispuesto a morir por defenderla es que somos raros; si los políticos de izquierda se pelean por ser amigos de los nacionalistas al tiempo que rechazan ser nacionalistas “españoles” (Vade retro, ¡eso es fascismo!) es que somos raros; si los políticos de derechas se apoyan cuando les conviene en esos nacionalistas que los extorsionan, es que somos un país raro; si los políticos de derechas consienten que los nacionalistas pasen años propagando sus ideas separadoras a través de las televisiones institucionales y a través de la educación es que somos muy raros; si el gobierno calla y consiente el incesante agit-prop nacionalista sin mover un dedo, dejando pasar años sin ofrecer propaganda alternativa a los catalanes es que somos muy raros. Si los españoles siguen votando esas opciones sin tomar nota de los desatinos, es que somos muy raros.
Al final todo es propaganda, los sentimientos de la población se moldean fácilmente si durante años tienes en tus manos la televisión y la educación. Y los gestos. Gestos como han hecho los socialistas, apoyando partidos radicalmente nacionalistas y antiespañoles en Cataluña. Gestos como el del tonto de León, “Apoyaremos lo que salga del Parlament”. Al final, ser socialista y nacionalista catalán era lo mismo… y esos lodos eran el preludio de los barros de hoy. Qué culpa tienen sobre sí los que tanto y tantas veces han cedido al chantaje nacionalista, qué culpa tienen todos los que han colaborado a trasmutar la imagen retorcida de Pujol en la de un líder carismático, aceptando su palabra como ley divina, transigiendo siempre con sus impertinencias, con sus exigencias.
Al final todo es propaganda y las carantoñas de Aznar a Pujol han servido de base a la actual situación irreversible. Puede que el referéndum no se celebre, puede que Cataluña no se independice, pero la separación entre españoles no hacía más que agrandarse y nadie puso remedio. ¿Qué queda por hacer? Que los servicios secretos españoles averigüen toda la posible podredumbre que se esconda detrás de algunos catalanistas no devuelve el afecto catalanista a España.
Alguien, torpe, mal político, podía pensar que las peticiones nacionalistas acabarían… Somos el país más descentralizado del mundo y no están conformes. Nunca lo estarán porque lo que los nacionalistas catalanes siempre han querido, desde Suárez, es ser tratados excepcionalmente, de manera diferente, ellos han pretendido siempre ser tratados como una ser superior, lo que ellos jamás podrán aceptar es ser tratados como un murciano (la comparación es intencionada; alguien, no recuerdo quién, lo dijo en su momento: Nosotros no somos murcianos).
Ésa es la madre del cordero, ellos quieren un estatus especial que los haga superiores a los demás. “¿Quién como yo?” parecen decir los nacionalistas catalanes. Todo ello incluye desprecios no solo a España sino a Castilla como origen de sus males, basta leer algunos blogs para ver cómo los tópicos más rastreros, desafortunados, clasistas y racistas cargan contra Castilla como origen de todos sus males.
Durante años toda esta guerra de propaganda ha sido consentida por el ineficaz gobierno Rajoy, que se ha cruzado de brazos mientras las televisiones y el sistema educativo catalán sembraba rechazo a España, mientras las instituciones catalanas desobedecían a los tribunales de Justicia. Nunca un gobierno del PP se atrevió a poner pie en pared, sus complejos se lo impiden, no vaya a ser que le llamen de derechas, pecado nefando en el que el PP no está dispuesto a caer, véase lo que está pasando con la ley del aborto.
Vista la inacción de España, de sus políticos, de sus gentes, visto que sentirse español es algo pasado de moda, visto que declararlo es fascista y franquista, España no se merece seguir existiendo, España debe ser destruida y lo será desde dentro, pasivamente, por sus propios hijos acomplejados que no se mueven para contrarrestar la influencia desoladora de los nacionalistas extremos. ¿Por qué sentirse francés, chino, suizo o polaco, está bien visto por los franceses, chinos, suizos o polacos pero sentirse español está mal visto por los españoles? ¿Por qué los españoles somos tan raros?
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