Aprender a vivir con las dificultades que ahora tenemos es un camino difícil. Pero lo vamos a hacer.
Pertenecemos a una generación que ha disfrutado de una vida muy cómoda. Siempre hacia delante. Siempre en mejores condiciones. Siempre con más medios. Hemos mejorado nuestra alimentación; nuestra enseñanza; nuestra vivienda; nuestro trabajo; nuestro entorno; nuestras posibilidades de viajar.
De pronto: pintan bastos. De la noche a la mañana una gripe exótica y lejana nos invade subrepticiamente y pone la humanidad patas arriba. ¿Qué está pasando? Estamos viviendo una mezcla de realidad y pánico colectivo. Nos llueven las recetas milagrosas y las previsiones apocalípticas.
El problema más gordo que tenemos los españoles -ese que no somos capaces de comprender- se materializa en dos circunstancias terribles: nos quedamos sin futbol y sin procesiones de Semana Santa. Mientras, la economía se hunde y los hospitales apenas dan abasto para atender a tantos enfermos que, en su mayoría, superan el maldito “coronavirus”.
Las familias se han disgregado. No podemos encontrarnos con nuestros hijos y nietos por el temor a transmitirnos la enfermedad. Hemos tenido que abandonar nuestro trabajo como voluntarios por miedo a ser receptores o transmisores del “bicho”. Las calles están vacías y los supermercados llenos… (Por cierto, yo estoy ejerciendo mi voluntariado por teléfono desde mi casa).
Algunos no se lo toman en serio. Empezando por los políticos (veo en la prensa de hoy a un ex preboste madrileño paseando por Marbella con su perro, vaya ejemplo). Otros de vacaciones con los niños en la playa. Otros mandando memeces (memes) a mansalva o asustándote con opiniones de todo tipo.
No hemos vivido jamás esta situación. Tenemos que aprender a vivir en situación de alarma y de crisis. Sin futbol y sin callejeo. Sin copas y sin aglomeraciones. Apretando los dientes y tirando para adelante.
Mi buena noticia de hoy me la proporcionan los adelantos en las comunicaciones. He vivido los tiempos de los telegramas y las conferencias a través de operadoras con ciudades o pueblos que se encuentran a menos de un cuarto de hora caminando. Hoy estamos totalmente intercomunicados. Puedo hablar (y al mismo tiempo verlos) con mis hijos o nietos por whatsapp o por skype, se encuentren en Málaga o a cientos de kilómetros.
De momento, en mi retiro casi monacal, estamos tres mayores en situación de riesgo por nuestra edad, aprendiendo a vivir como lo hicieron nuestros antecesores en etapas similares. Aislados pero con la gran ventaja de estar conectados por las redes. Tenemos que valorar el trabajo de tantos inventores que han facilitado esa posibilidad. Mi buena noticia de hoy es que estamos vivos, jodidos pero vivos. VAMOS A SALIR DE ESTA.
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