La galopada corrupción (más que galopante, porque no termina entre otras nimiedades), está poniendo a los dos grandes partidos, PP y PSOE, a los pies de los caballos, en el disparadero de la credibilidad electoral y, lo que algunos avezados en marketing vienen “siglafiando” desde hace tiempo, PPSOE –como si fuese el pensamiento único más que el bipartidismo–, cada día toma más cuerpo y fuerza en las intenciones de voto. Unos por desgaste, los otros por defecto; unos a la baja, los otros porque no llegan.
Parecido a la canción que tan lindamente entona Bustamante, “somos dos partidos con un mismoooo deeesssstinooooo”, dan la impresión de que, alternándose, vayamos de charanga en charanga política, la misma chirigota que, en cada momento, interpretan distintas letras, distinta música pero, en el fondo, utilizan los mismos instrumentos para la representación: la falsedad programática, el engaño a sus respectivos electorados, la financiación ilegal del partido, la corrupción de algunos de sus líderes y prebostes… El desencanto.
Hasta ahora, yo diría que hemos tenido lo que nos merecemos (lamentable, muy lamentable) y tan dura afirmación no hace más que reafirmar la realidad. Pero, ante este panorama, también da la impresión de que el electorado empieza a madurar, a dar su merecido a los que, años tras años, desde la Transición, no han hecho más que jugar con trampas y pillerías frente a la buena voluntad de las personas. Frente a los que creían, una y otra vez, elecciones tras elecciones (“he oído el mensaje”, dijo un día un sordociego Felipe González), que los cambios iban a ser realidad y han visto tremendamente frustradas sus expectativas, personales y colectivas con el paso del tiempo hasta hoy. Los cambios sí han sido realidad, sí, para ellos, para la casta (yo utilizo el término mucho antes que Pablo Iglesias).
Y hete aquí, en este idílico escenario político que llevamos viviendo desde hace tiempo atrás (que no lo cambia por voluntad propia ni la madre que los parió –solo Alfonso Guerra cambió España para que no la conociese ni su madre–), que nos encontramos con el sorpresón de las tarjetitas de Caja Madrid y Bankia (¿alguien se ha sorprendido de verdad?), con el arrastre de cajeros, en diez años, y otras minucias inherentes a los bons vivants embuchándose algunos/as 15,5 millones de euros, patrióticamente, por salvar con sus demostradas y superiores inteligencias el pellejo de ambas entidades (¿?). Esto sí que es pensamiento único, y no bipartidismo ideológico, porque ahí estaban hasta sindicalistas y de otras formaciones políticas de lo más “rojas” posibles.
Pero bueno, ¿por qué ponemos el grito en el cielo? ¿Pero qué son 15,5 millones de euros frente a los 22.424 millones (me mareo si lo calculo en pesetas) que hemos puesto entre todos/as (el Estado) para reflotar Bankia, con promesa de retorno y que si no me demuestran lo contrario presuntamente van a desaparecer como por arte de birlibirloque? ¿Quiénes son más chorizos de todos? Esta pandilla de iconoclastas da la impresión de que hacen bueno aquello de que “quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón”. Y así, en algunos casos, lo debe entender la justicia por cómo sigue navegando entre rosas el tal Blesa, mientras al juez Elpidio José Silva lo mandan a las mazmorras de la inhabilitación para que se tome unas cañas con el juez Garzón.
Y menos mal que Aznar, por una vez, sí que fue inteligente, no ungió dedocráticamente, como mejor que nadie sabía hacer él, a D. Rodrigo Rato como flamante presidente del gobierno español. Mal asunto habría sido que Rato hubiese tenido una tarjeta de Hacienda, con muchos más clientes ésta que Bankia.
Mientras tanto, y de lo que sí me acuerdo es de la madre que parió a algunos/as. Pero también me acuerdo, para estar a su lado, de los miles y miles de abuelos/as estafados con las preferentes; de los 18.749 desahucios que ha habido en el primer semestre de este año, un 3,7% más que el año pasado, y de cómo con la bancarización de las cajas se han cargado sus obras sociales y centenares de millones de euros han dejado de apoyar a miles de organizaciones sin ánimo de lucro e indirectamente a millones de personas vulnerables o en riesgo de exclusión. Como tengo claro que las cajas, que eran de todos/as, se las ha cargado el PPSOE por su miopía política, avaricia y ambición.
|