Este verano, tras una ponencia en la Academia de la Defensa Nacional en Polonia, me organizaron una visita al Museo del Levantamiento de Varsovia. Las instalaciones, que no homenajean el levantamiento del gueto judío sino más bien el levantamiento de la resistencia polaca contra la ocupación nazi dos años después, debería ser escala obligada de cualquier visita a Varsovia.
Cuando los partisanos polacos se levantaron, esperaban que el Ejército Rojo irrumpiera en la ciudad y la liberara de los nazis. El Ejército Rojo aguardó mientras los nazis se hacían con la ventaja, masacraban a los nacionalistas polacos y a continuación asoló la ciudad. Aunque Estados Unidos apoyó al dictador soviético Josef Stalin como aliado en el mundo de la defensa de los intereses de la Segunda Guerra Mundial, encalando con demasiada frecuencia sus tendencias homicidas y racistas, el propio Stalin tenía planes para la Europa post-Segunda Guerra Mundial, y el nacionalismo polaco fuerte no tenía cabida en ellos. Lo que desconocía hasta que visité el museo eran las múltiples peticiones de apoyo aéreo o abastecimiento de los partisanos, que lentamente morían de hambre entre los nazis y el Ejército Rojo, a Estados Unidos y sus aliados. No se dispuso ningún apoyo aéreo; los aliados no deseaban irritar a Stalin. En lo que respecta al abastecimiento, lo que llegó lo hizo demasiado tarde y mal.
Avancemos 70 años. El Estado Islámico rodea la mayoría del municipio kurdo de Kobani, enclave que también ha recibido a miles de árabes y cristianos desplazados. Estados Unidos ha ignorado el avance durante meses, y solamente durante las últimas jornadas ha brindado alguna ayuda aérea. Los que combaten en Kobani están sitiados entre el Estado Islámico y el ejército turco, a sólo un kilómetro. Los turcos se niegan a proporcionar ayuda a los defensores kurdos, aun viendo huir a cientos de miles y a miles muertos o heridos.
Muchos ciudadanos turcos — tanto de extracción turca como kurdos — advierten el cinismo del Presidente Recep Tayyip Erdoðán, cuyo diálogo con los kurdos es todo el tiempo una trama electoral simplemente. Es la razón de que, a medida que se ha aproximado la caída de Kobani frente al Estado Islámico, los kurdos hayan tomado las calles del interior de Turquía para protestar. Durante las dos últimas jornadas, esto ha producido más de una docena de muertos dentro de Turquía y el gobierno turco ha impuesto el estado de excepción en seis ciudades.
La resistencia kurda primero frente a al-Qaeda y luego frente al Estado Islámico empezó fuerte. Pero a medida que el Estado Islámico se ha lucrado decomisando equipo y absorbiendo el flujo de militantes extranjeros y algún apoyo de Turquía quizá también, se ha ido reforzando. Al mismo tiempo, Turquía, el régimen sirio y el Estado Islámico han bloqueado a los kurdos sirios. La petición del Departamento de Estado de que los kurdos sirios renuncien a su reivindicación federalista y se subordinen tanto a los grupos de la oposición oficial, vinculados a la Hermandad Musulmana y afincados en Estambul, y no controlen nada sobre el terreno, como a los líderes kurdos iraquíes, que, a causa de la corrupción y las prácticas de su descendencia son enormemente impopulares, es miope y ridícula. Que el Secretario de Estado John Kerry se disponga a contemplar la masacre, violación o esclavización de miles con tal de marcar este tanto constituye una pobre reflexión de lo que representa América.
Qué triste es que la historia se repita, interpretando los kurdos sirios el papel de los partisanos de Varsovia y el Presidente turco Recep Tayyip Erdoðán el de Stalin. Los estadounidenses, por desgracia, vuelven a advertir una vez más la inminente tragedia pero por cinismo, diplomacia descarriada o sencilla incompetencia se niegan a hacer algo al respecto. El mundo ávido de libertad debería ser mejor que en 1944, cuando perecieron los luchadores de la libertad de Varsovia. Por desgracia, los acontecimientos demuestran que no es así.
|