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Los Demócratas y el empleo

Mark W. Hendrickson
viernes, 24 de octubre de 2014, 07:39 h (CET)
A nivel histórico, los Demócratas se han criado la fama de ser "el partido de los trabajadores". Aunque al cardar la lana, se ha producido una interesante dicotomía: ellos son sin duda el partido del trabajador organizado, al ser los sindicatos un pilar de referencia dentro del Partido Demócrata; sin embargo, sus políticas han elevado con frecuencia el paro y han devastado las esperanzas del peón americano.

Me pregunto cuánto más podrín contener los Demócratas las evidentes contradicciones entre su ideología y sus políticas.

La contradicción más básica en el seno de la relación esquizoide de los Demócratas con la mano de obra estadounidense es su intento de ir de paladines del trabajador mientras adoptan simultáneamente políticas que son agresivamente contrarias a las empresas. No parece molestarles una realidad económica sencilla: Si quieres empleo, entonces necesitas empresas (al menos, por supuesto, que se sea un socialista convencido de que el Estado crea empleo para todo hijo de vecino pr‡cticamente).

Siendo claros, los Demócratas no son enemigos de todas las empresas. Su retórica anti-capitalista a menudo desvía la atención de muchos a la hora de advertir los estrechos vínculos que hay entre los Demócratas y las redes clientelares. Como documentaba el escritor Timothy P. Carney en su libro Obamanomía hace unos años, hasta éste, el más izquierdista de los presidentes, comprende las ventajas políticas de tener aliados entre el sector empresarial. Y desde luego, las estrechas relaciones entre el equipo Obama y diversos entramados de energías renovables son incuestionables. De hecho, como recogí con anterioridad al hablar del debate de las mudanzas de las sedes corporativas al extranjero en la emisora NPR, la representación del colectivo progresista Centro para el Progreso Estadounidense salió en defensa de bajar los impuestos a determinados negocios.

Pero a menos que los Demócratas estén cultivando una relación mutuamente beneficiosa entre sus propias carreras políticas y la red clientelar, sus políticas son lesivas para las empresas. Dos ejemplos recientes son: 1) las acusaciones difamatorias de conducta antipatriótica vertidas contra las empresas norteamericanas que pretenden evadir la pesada carga fiscal que se impone a los beneficios; 2) las tramas de la Junta Laboral, que pretende transformar de forma unilateral el panorama laboral del modelo franquiciado de negocios. A ver, oiga, hay que apearse del burro el tiempo suficiente para ver que la persecución de las empresas destruye oportunidades laborales.

De hecho, los Demócratas han puesto en escena durante los œltimos años una unión mayor que los Republicanos, pero se sientan sobre un polvorín. Dos de sus electorados principales los ecologistas y los sindicatos son inherentemente incompatibles. Piense en todo el empleo y las nóminas que han perdido los estadounidenses a causa de las políticas medioambientales. Miles de puestos de trabajo en el sector maderero se esfumaron en el momento en que los ecologistas se pusieron a proteger al bœho moteado. Los ganaderos de California han perdido miles de millones de dólares a causa de las restricciones al abastecimiento, diseñadas para proteger a una especie de pez en presunto peligro de extinción. Los mineros y los trabajadores de las centrales térmicas son una especie en peligro de extinción en sí misma, a causa de la guerra al carbón del equipo Obama.

Me pregunto cu‡nto va a tardar el trabajador estadounidense en decidir que abandona una formación política que trabaja contra su sustento. Es un desafío abierto para los estrategas Demócratas y una jugosa oportunidad para los Republicanos.

En la práctica, al nivel más fundamental, los Demócratas no saben decir si están a favor o en contra del trabajador. Parecen convencidos de que nadie tendría que trabajar de no desear hacerlo. En esto se parecen mucho a los ingenuos miembros del colectivo Occupy Wall Street, que creen no ser libres si tienen que trabajar.

Parece tratarse del renacimiento de la antigua creencia griega en que solamente han de trabajar los esclavos. Puesto que alguien tiene que trabajar para fabricar lo que consumimos, eso implica por supuesto que la elite izquierdista opina que ella debe quedar exenta de trabajar. Presumiblemente, sus rivales de la derecha deben ser los esclavos que trabajarían para financiarles el estilo de vida de su gusto.

En su éxito de ventas El capital en el siglo XXI, el economista francés progre Thomas Piketty manifiesta su rechazo a las personas humildes que probablemente han de trabajar para alguien que es glubs rico (ver p‡ginas 256-7). Se conoce que los progres se han olvidado del hecho de que dentro de un reparto social del trabajo, uno genera y obtiene riqueza proporcionando algo de valor al prójimo. En otras palabras, todos los puestos de trabajo dependen en œltima instancia de cubrir las necesidades ajenas. Solamente un snob insoportable o un ideólogo (perdón por la redundancia) olvidaría que las rentas altas son también seres humanos, y deben de tener libertad para proporcionarse los bienes y servicios que puedan pagar.

Es malo que los progres están tan cegados por el rechazo a las rentas altas (excluidas las rentas altas progres, por supuesto) que no sepan ver la buena noticia de la serie histórica. Sí, algunas personas no tienen que trabajar porque alguien ha producido antes tanta riqueza para tantas personas que han amasado el capital suficiente para hacer que el trabajo de su descendencia sea innecesario (normalmente un pariente o un progenitor, pero no siempre). A medida que transcurre cada generación, cada vez son más personas las que alcanzan esta libertad. En lugar de poner trabas a esta tendencia, como progres y Demócratas parecen dedicarse a hacer, deberían de tratar de consolidar y alentar esta novedad para que sean cada vez más las personas que tienen opción de elegir trabajar. Puede que en algœn futuro fabuloso, los autómatas realicen el cometido del trabajador. Hasta que alcancemos esa etapa económica y tecnológica, los Demócratas harían mejor dejando de poner trabas al libre mercado y permitiendo que el mercado proporcione las oportunidades máximas y óptimas a quienes necesitan y quieren trabajar.

El empleo es bueno. Ayuda a la gente. Es una pena que los Demócratas destruyan empleos y perjudiquen a la gente con tanta frecuencia, mientras vomitan toda clase de lemas en defensa del trabajador.

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Para mí es de interés público contar con contenidos legibles que sean una contribución a la cultura, la información, el debate y el entretenimiento entre todos los españoles. No creo que la respuesta en este siglo digital sea el canal de televisión cerrado, es decir, el de pago. Es bien cierto que prácticamente todos los hogares cuentan con al menos un televisor, pero ese no es el único instrumento para ver contenidos de toda índole.

 
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