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Primera novela de los guionistas de 'Ocho apellidos vascos'

Erasmus, un padre inoportuno, un hijo enamorado y la ciudad de Ámsterdam como telón de fondo
Redacción
viernes, 24 de octubre de 2014, 09:08 h (CET)
A Miguel le queda poco para acabar su Erasmus en Ámsterdam y todo marcha viento en popa. Sobre todo porque Marion, una estudiante francesa a la que lleva meses intentando conquistar, comienza a hacerle caso. Y eso a pesar de que Marion, igual que Miguel en Mieres, tiene pareja en París. Miguel se las promete muy felices cuando una visita imprevista hará que sus planes con Marion y toda su vida salten por los aires. Su padre, Jesús, al que se le ha acabado el paro y está sin un duro, ha decidido aparecer por sorpresa en Ámsterdam para vivir con su hijo.

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Desde el primer momento, Miguel intentará librarse de su padre, de quien lleva mucho tiempo distanciado, y Jesús hará todo lo posible por evitar que lo consiga. Y es que Jesús es un desastre. Inoportuno donde los haya, jaranero, metepatas constante, Jesús convertirá la vida de Miguel en un infierno surrealista lleno de cerveza y locura.

«—¿Alguna vez has usado un ordenador? —preguntó Miguel
con evidente desconfianza.
—¿Crees que soy un paleto o qué?
Miguel abrió su cuenta de correo y seleccionó «mensaje nuevo».
—¿Dónde tengo que escribir? —preguntó Jesús.
—Aquí —contestó su hijo señalando el teclado con el dedo índice.
—Ya, pero que por dónde salen las letras.
—¿Cuál es la dirección? —suspiró Miguel.
—Mariano punto con.»

Miguel quiere que su padre desaparezca pero, a la vez, le da tanta pena y se siente tan responsable de él que irá metiéndolo en su vida casi a su pesar, haciendo caso a esa vocecilla interior que le impide hacer lo que cree que tiene que hacer, a saber, ligar con Marion de una vez por todas y pasar de su padre. Y es que Jesús siempre está donde no debe, siempre dice lo que no debe y siempre hace lo que no debe. Es una pesadilla constante.

Desde que lo dejó su mujer, Jesús no ha probado hembra y con eso de que la cobertura social en Holanda es mucho mejor que la española, piensa que quizá pueda conseguir un descuento por parado con alguna prostituta del Barrio Rojo. Tampoco anda corto en lo que a cerveza se trata. Nada más llegar se coge una buena tajada en un cutre bar español que anda de capa caída pero con cuyo dueño hará enseguida buenas migas.

Y mientras su padre va de cogorza en cogorza metiéndose en todo tipo de situaciones absurdas y desternillantes, Miguel ha conseguido por fin acostarse con Marion, y ambos deciden hablar con sus respectivos para cortar con ellos y ver si lo suyo tiene futuro.

Pero no es tan fácil. Miguel corta con su novia por skype de una manera muy poca ortodoxa, pero Marion no se atreve a hacer lo propio con el suyo y Miguel anda como alma en pena, intentando convencer a Marion y sacando, a la vez, a su padre de todo tipo de líos.

Porque Jesús no tiene límites. Entre sus muchos actos delirantes, intenta robar el cuadro de «Los girasoles» del museo Van Gogh para reconciliarse con su hijo y, como despedida, se come él solito en un coffeeshop todo un pastel de marihuana que ni el estudiante de Erasmus más disoluto hubiera soportado. Así, lo que debería ser la última noche de Jesús en Ámsterdam se la pasa eructando murciélagos, creyendo que su hijo se ha vuelto negro o guardando el secreto de un espantapájaros que se ha encontrado en el cuarto de baño.

Pero cuando llega la hora de embarcar, los efectos del cannabis aún no han pasado, y Jesús es sacado a la fuerza del avión en el que ha organizado un escándalo mayúsculo.

Y aún queda lo mejor porque, en el afán de reconciliarse con su hijo, Jesús logrará colarse en la zona vip del festival de Eurovisión, con la ayuda de Melendi, para intentar que Miguel vuelva a reunirse con Marion, la cual se ha ido con su novio.

Finalmente, a pesar de los desmanes que ha protagonizado en pocos días, y para sorpresa de todos, Jesús pondrá en marcha un plan que cambiará su vida para siempre.

Landismo posmoderno
Después del éxito sin precedentes de Ocho apellidos vascos, Borja Cobeaga y Diego San José se lanzan al mundo de la novela y lo hacen con esta desternillante historia que confirma la habilidad de sus autores para provocar la carcajada a través de situaciones delirantes y personajes esperpénticos que beben de la mejor tradición humorística española, desde Berlanga a Gila, desde Quevedo a Torrente.

Venirse arriba es una especie de Vente a Alemania, Pepe posmoderno que pone de manifiesto de la forma más gamberra y absurda la idiosincrasia española enfrentada a la racionalidad del norte de Europa.

Sus dos protagonistas, Miguel y Jesús, son en apariencia dos caracteres incompatibles, dos visiones del mundo que nada tienen en común y que, sin embargo, se convertirán finalmente en las dos caras de la misma moneda.

Miguel es un patético personaje al que se odia y se quiere a partes iguales. Indeciso, pusilánime, que nunca dice lo que piensa, que tiene siempre miedo de mostrarse como es, inseguro y romántico.

Pero el auténtico hallazgo es Jesús. Una especie de Alfredo Landa del siglo xxi, un desastre entrañable y desesperante que pone de los nervios a su hijo y que todo lo trastoca allá donde va con su conocimiento nulo de las nuevas tecnologías, de los idiomas, con sus trasiegos de cerveza y sus constantes meteduras de pata. No hay que perderse los desternillantes y casi ininteligibles «correos automáticos» que envía a duras penas a sus amigos de Mieres.

«Querido Marianin: Qe raro es esto de escribir en la internet web. esto os llegara inmediatamente segun lo escribo o como es la cosa? Yo que se, bueno. Imagino que estais bien y seguis llendo yendo todos los dias al trasgu eso hace qe me entre la rememoranza puesto que como ya sabeis e stoy viviendo en el extranjero desde que mi hijo chusmi Chusmi me pedio que venga viniera aqui a darle respaldo y apoyo moral en su nueva vida. Han pasado unos dias pero yo lo siento con la perspectiva del imigrante como si fueran años.»

Pero el personaje que desespera a su hijo va a demostrar poco a poco que es mucho más listo de lo que parece y que se entera de las cosas mucho más de lo que todos creen.

La ciudad de Ámsterdam es el contrapunto racional a la irracionalidad de los personajes y otro protagonista fundamental. Porque Venirse arriba es una novela muy visual, donde la imagen y los diálogos son el fundamento de la historia. Sus canales, sus museos, sus bares, sus bicis y su gente cosmopolita transitan por las páginas de la novela en un caleidoscopio de situaciones a cual más divertida.

No puede olvidarse a los personajes secundarios: Fernando, el compañero andaluz de Miguel, un «transexual» según Jesús, porque le gustan los hombres y las mujeres por igual; Marion, que vive la vida con desbordante alborozo, o el profesor Matthijs, enamorado hasta las trancas de Fernando y perseguido por una esposa celosa y terrorífica.

Los autores vuelven a demostrar ese fino oído para los diálogos y el habla coloquial, los dichos y acentos, que ya hicieran las delicias de los espectadores de Ocho apellidos vascos.

Una novela desternillante, romántica y tierna, gamberra y esperpéntica, llena de escenas memorables y de reflexiones filosófico-alcohólicas sobre la vida, el amor, el sexo y las relaciones paterno filiales.

«—Soy español, no entiendo nada —le advirtió.
—¡Español! —exclamó ella con acento del norte.
—No me jodas que tú eres española también.
—I am German —dijo ella.
—Coño, alemana, no conocerás a un primo de Mariano que se fue a trabajar para allí. Quique se llama, uno así con mucha ceja, que su madre tenía una paragüería en Almansa.»

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