Corren malos tiempos para los países productores de petróleo. El pasado 20 de abril, el precio de barril del West Texas Intermediate (WTI), que es el que se utiliza como referencia en Estados Unidos, cotizó en negativo por primera vez en su historia. En concreto, ese día, los futuros del WTI cerraron a -36,98 dólares el barril, tras desplomarse un 305%.
A pesar de que en los días siguientes su cotización se recuperó, los problemas no han cesado. El miedo y la incertidumbre al COVID-19 continúan causando estragos. Los planes de desescalada de los distintos Gobiernos parecen no ser suficiente, ya que las reservas de petróleo están colapsando el mercado.
Las reservas de petróleo ya no tienen espacio para su almacenaje
Pero ¿qué explica esta situación tan anómala? Los motivos de este desfase son fundamentalmente técnicos. Cuando un inversor compra barriles de petróleo, en realidad, está adquiriendo contratos de futuro que vencerán en los próximos meses, de los que se espera una entrega física.
El problema es que la capacidad de almacenamiento está llegando a su límite como consecuencia de un descenso de la demanda provocado por la crisis del COVID-19. Los productores ya no saben dónde depositar sus reservas de crudo, y han surgido alternativas tan poco habituales como grandes buques petroleros, vagones, barcos e incluso oleoductos.
A todo esto, se le une una venta masiva de los contratos de mayo que vencían el 21 de abril, ya que no hay espacio físico para colocar todas estas reservas.
Por eso, hasta que los gobiernos no levanten las medidas de confinamiento, la normalidad no se instalará en los precios del petróleo. Es necesario que se reanuden los viajes en avión, que los repostajes de los coches sean los habituales y que la actividad productiva e industrial sea la normal para que la estabilidad se instale en la cotización del crudo, especialmente en el Brent y en el WTI.
El impacto de un petróleo barato sobre la economía
Aparentemente, un precio bajo del petróleo debería tener consecuencias económicas favorables, sobre todo para países tan dependientes desde el punto de vista energético, como el nuestro. En la crisis actual, además, su precio puede ser un driver importante para garantizar una recuperación rápida de la economía.
Sin embargo, esta situación tiene repercusiones negativas sobre nuestra balanza comercial, porque crecen las importaciones de esta materia prima y se eleva el déficit comercial. A todo ello hay que sumarle los aspectos medioambientales, ya que cuando el petróleo es barato, hay menos incentivos para descubrir fuentes de energía alternativas. Y, por supuesto, están los intereses de los países productores del petróleo, muchos de los cuales dependen de que su precio se mantenga estable para no quebrar.
Por eso, el precio del petróleo supone un equilibrio de intereses delicado entre muchos actores. Las compañías petrolíferas y los gobiernos prefieren que se mantenga estable entre los 40 y los 60 dólares por barril. Y, desde luego, la situación actual dista mucho de ser la óptima para mantener este equilibrio.
¿Qué hacer con mis inversiones ante este contexto de incertidumbre?
Nos encontramos ante un contexto de elevada volatilidad, con subidas y bajadas bruscas en la bolsa. El petróleo es el ejemplo paradigmático de esta situación tan anormal.
Pero ¿cuál es la mejor alternativa para invertir en estas circunstancias? "En épocas de incertidumbre, los activos refugio son la opción más segura"; así de tajante se mostraba Miguel Freire, Country Manager de Raisin España en una reciente entrevista.
Sin duda, los depósitos bancarios, el oro o la deuda pública de países con elevada calificación crediticia, como Estados Unidos, Alemania o Suiza, pueden ser la mejor opción para reducir la incertidumbre ligada a una crisis sin precedentes en nuestra historia moderna. Y, por supuesto, mantener una estrategia de inversión de medio y largo plazo que no se vea condicionada por las oscilaciones de los mercados.
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