En estos tiempos “pandémicos” sale a la luz lo mejor y lo peor de cada individuo. Que deciros de los políticos y sus correligionarios acérrimos. Pero en el pueblo menos “concienciado”, la bondad ha surgido por doquier. Los balcones, el voluntariado, el cuidado de los mayores y el servicio a los vecinos, etc., se han visto repletos de buena voluntad y de mejor hacer. Con el tiempo y las fases de vuelta a la realidad, este mundo feliz se va a ir diluyendo. Lo que no me agrada demasiado.
El tema que considero como buena noticia de hoy se basa en una vida plena con solo dos personajes. No se trata de una pareja de edades similares, llena de amor sensual que daría pie a una película romántica. Se trata de dos seres de edades lejanas entre sí. Un joven de treinta y pocos años, Miguel Ángel Muñoz, actor de fama, guaperas, en la cresta de la ola, que se confina en un hogar con su tía abuela de 95 años, la tata Luisa, que le ha criado desde niño.
Se de buena tinta lo que es convivir con una persona de esta edad. Ayudarla en el aseo, vestirla, administrarle los medicamentos. Etc. Por muy bien que se encuentre físicamente se trata de una tarea agotadora.
Días pasados fueron entrevistados por Pablo Motos en el hormiguero. La buena señora ha adquirido una soltura y un desparpajo ante las cámaras que le ha permitido participar en un canal de Youtube con su sobrino nieto. Miguel Ángel explicaba su rutina diaria. “Le pongo la misa del Papa en diferido y mientras, yo practico yoga”. Aquí reside el truco.
Ambos tienen vida espiritual. Ambos dedican un buen rato a pensar. ¡Qué maravilla de situación! Cualquier otro famoso con menos corazón se habría quitado de encima este compromiso, la habría metido en una residencia y se habría sentido en paz consigo mismo.
No es este el caso. Supongo que se habrán dado muchos similares. Pero mi trabajo es resaltar las buenas noticias. De las malas se preocupan otros. ¡Bravo por Miguel Ángel y su tata Luisa!
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