El confinamiento y la sana distancia son dos de las medidas preventivas que más se han sugerido para paliar la capacidad de contagio del Covid-19, dichas prácticas pueden significar la ocasión para replantearse y tomar consciencia del valor de la otredad y la individualidad en nuestro proceso formativo.
Eufemísticamente se ha llamado “nueva normalidad” para designar que las cosas ya no son iguales desde la propagación del coronavirus, porque habrá que extremar las medidas de higiene, así como mantener, en la medida de lo posible, el quedarse en casa, evitar las aglomeraciones, los besos, abrazos y distancia recomendada de un metro y medio en relación al prójimo.
Desde el periodo de confinamiento inicial y con la separación aparejada y posterior, para la mayoría salieron a flote sus miedos, angustias, sentimientos de odio y rencor.
En cambio, muy pocos, creo yo, aquellos quienes vienen trabajando desde tiempo atrás su inteligencia emocional, fueron los que aprovecharon positivamente esta situación. Aquí hay todo un universo que en otra ocasión abordaré.
Para unos y otros es patente que no somos los mismos, ni la realidad es la misma, si no tenemos cerca al otro, a los otros.
Nada es igual si estamos solos o alejados durante periodos a los cuales no estamos acostumbrados.
Sale también a la vista que somos lo que somos por el otro y los otros.
Dicho de otra manera, es evidente que seríamos otros sin el otro, sin los otros.
Parece un simple juego de palabras, pero es muchísimo más que eso.
Es algo que se ha planteado desde tiempo atrás y que ahora podemos experimentar mundialmente debido a la pandemia.
Erich Fromm, sólo por mencionar a alguien, abordó de manera muy simple y clara la separatidad o estado de separación como fuente de angustia, aflicción y temor.
Cuando estamos solos o separados de los otros nos sentimos con cierto grado de desvalidez, sabemos que somos vulnerables, porque esto lo hemos heredado desde miles de años antes, cuando nuestros antepasados de las cavernas descubrieron que la unión hacía la fuerza ante sus depredadores.
Por supuesto que, la sobrepoblación mundial es una de las grandes causas de por qué estamos al borde del colapso, pero antes de ese extremo, está lo favorable de vivir en sociedad.
Todo esto que estamos viviendo es una invaluable ocasión para tener de frente cómo se construye la otredad.
Los mecanismos psicológicos, los culturales y los cimientos filosóficos “del reconocimiento del Otro como un individuo diferente, que no forma parte de la comunidad propia” (otredad / definicion.de).
Además, reflexionar sobre la otredad trae aparejada la referencia obligada a la individualidad o la cualidad del yo frente al otro.
Otredad e individualidad son dos estados que generalmente sólo se asumen como nociones, pero que no se aprehenden lo suficiente para tomar consciencia de su trasfondo.
Somos lo que somos gracias al otro, a los otros; eso nos forma o deforma, pero sin todo ello, nuestra individualidad quedaría en el vacío, sin nada con lo cual contrastar.
De no hacer conscientes la otredad y la individualidad, todo esto que estamos viviendo quedará sólo a la altura de un aprendizaje superficial que no nos transforme verdaderamente ni a fondo, con altas posibilidades de que después de pasados los días aciagos, sigamos siendo los mismos inconscientes como cuando vivíamos en la “anterior normalidad”. ¿O no?
Vale la pena darse cuenta. Vale la pena intentarlo.
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