Un país que es considerado parte de Latinoamérica en el Magreb por sus estadistas e intelectuales, supera hoy las dos décadas de un rumbo encaminado a la asimilación a la modernidad.
Se trata del Reino de Marruecos, monarquía en mi opinión progresista, que lidera Mohamed VI en Marruecos, contrapuesta a la fantasmagórica RASD, resabio de la guerra fría creada por Argelia.
Mientras el reino de Marruecos es un oasis de modernidad y tolerancia religiosa en el Magreb, la RASD constituye un criadero de radicalismo político, religioso y militar. En tanto esta ficticia república saharaui ha convertido a los dignos hijos del Sahara en mendigos de la ayuda internacional, la monarquía constitucional de Marruecos ha hecho de sus provincias del sur, en el antiguo Sahara español, un jardín donde florece el progreso moral y material.
Como lo predijo el historiador francés Bernard Lugan, Marruecos se ha consolidado ya en las primeras décadas del siglo XXI como una potencia económica continental, y un actor de primer nivel en su continente. Y lo ha hecho con una monarquía que ha demostrado ser lo suficientemente pluralista y tolerante como para priorizar los temas económicos con su entorno, dejando en suspenso cuestiones políticas que pudieran pesar contra esa táctica.
El rey de Marruecos ha logrado captar inversionistas con gran predicamento financiero, y como ejemplo puede citarse que en Marruecos se realizan con éxito los más importantes foros sobre Desarrollo y temas bancarios de África. En contrapartida, la república saharaui sería incapaz de sobrevivir unos pocos meses sin dádivas argelinas y caridad de las ONG españolas, por más que sus propagandistas se llenen la boca con la palabra dignidad.
Mientras todo el mundo considera a la república saharaui un molesto problema que al decir del asesinado presidente argelino Boudiaf, “no tiene pista de aterrizaje”, líderes de potencias de primera línea a nivel mundial, resaltan" el papel esencial de Marruecos" en la seguridad del Magreb y del Mediterráneo occidental.
Existen pocos ejemplos acerca de cómo un liderazgo positivo puede posicionar a un país que superen al ejercido por el Rey de Marruecos.
Cuando años atrás un atentado terrorista conmocionó a la misma Paris, no fueron los organismos de seguridad de las grandes potencias como Estados Unidos, Inglaterra o Rusia quienes resultaron claves para restaurar la seguridad en una de las más iluminadas capitales de Europa. Fueron los servicios de la inteligencia marroquí quienes permitieron localizar a los líderes del operativo terrorista en un apartamento de Saint Denis.
Dicho éxito llevó a varios otros países a solicitar cooperación de Marruecos, entre ellos Bélgica y Túnez.
No fue la única vez ni el único motivo por el cual el Rey de Marruecos recibió honores en la misma cuna de la más famosa revolución anti-monárquica simbolizada por la guillotina y el cocarde. A principios del año 2016, Mohammed 6 volvió a ser elogiado en Paris por el jefe de estado francés en virtud a su eficaz papel en el acuerdo logrado bajo auspicios de la ONU para la pacificación de Libia. Precisamente, el acuerdo de paz para Libia fue suscripto en la ciudad marroquí de Skhirat.
Antes Francia había firmado en Tánger un acuerdo con Marruecos, para que los imanes franceses que presentan el islam en el país europeo reciban formación en el país magrebí, conocida por su moderna y tolerante interpretación del islam.
Hoy, a veintiún años de la llegada al trono de Mohammed VI, no solo el Magreb tiene mucho que festejar. También aquellos que comparten el mare nostrum del imperio romano, y hoy ven su destino unido más que nunca al Mar Mediterráneo. LAW
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