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Yihadismo y Occidente

José Manuel López García
domingo, 11 de enero de 2015, 10:03 h (CET)
Las amenazas expresadas por un líder de Al Quaeda respecto a la lucha de Occidente contra los terroristas son claras. Lo que corresponde ahora es que los gobiernos de los diversos países, propongan medidas eficaces para que no se produzcan más atentados. El gran problema está en que el yihadismo está instalado en planteamientos radicales, que no admiten ningún tipo de crítica o cuestionamiento.

En este sentido, es tremendamente difícil alcanzar la paz. Estar sometidos a una incertidumbre permanente parece algo inevitable. Porque el uso de la violencia para, por ejemplo, vengar las caricaturas hace, prácticamente casi imposible, el logro de una convivencia sin sobresaltos, por causa de la posibilidad real de actos terroristas suicidas.

Parece que una parte de la sociedad quiere plantar cara a los violentos, pero el miedo a las posibles represalias está presente, me parece, en muchas personas. Porque no es necesario ser héroe. Los complejos escenarios internacionales dificultan también la paz en oriente próximo, y en África y Asia. Y esto tiene repercusión, ya que crecen los focos de inestabilidad en un mundo cada vez más interrelacionado. Si fuera posible un diálogo político entre Occidente y el yihadismo habría una cierta esperanza de que prosperara la paz, pero no es el caso. Las actitudes radicales de los yihadistas conducen a una guerra continua e inútil que lleva a la destrucción.

La hipervigilancia puede ser una de las consecuencias no deseadas por los ciudadanos europeos, y sería el resultado de la lucha contra el terrorismo. No debe haber pérdida de libertades y derechos. Si se produce, Occidente dará muestras de sufrir una derrota, en lo relativo a su sistema de civilización.

Este planeta está aumentando de población a un ritmo vertiginoso. Y este hecho incrementa, de modo considerable, las probabilidades de descontrol, y los niveles de violencia y desigualdad. La era digital en la que existimos favorece el proselitismo de las organizaciones radicales, a través de comunicaciones encriptadas y ocultas.

De todas formas, podemos confiar en las investigaciones de los cuerpos de seguridad que realizan una labor ingente de control, y protección de la ciudadanía.

La manifestación de París por la libertad del domingo 11 de enero de 2015 es tan multitudinaria, porque la sociedad occidental no acepta la violencia como forma de decidir las cuestiones. Y también el mundo musulmán, que no es radical, apuesta por la convivencia pacífica desde siempre. Si no se permite ser libre pierde sentido la misma existencia. Esperemos que esta manifestación sea el punto de inicio de una nueva dinámica que haga desaparecer o reduzca el odio y el fanatismo. La intolerancia es uno de los peores males que afecta a la humanidad. Mientras el yihadismo no quiera entender esto me parece que no habrá arreglo o solución.

Evidentemente, el futuro no está escrito, y no puede saberse lo que sucederá. Por tanto, considero que es preciso dejar una puerta abierta al optimismo, y pensar que los yihadistas no serán cada vez más, porque si aumentan los problemas, probablemente, también lo harán.

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Censura. No la juzgo como una práctica muy denostada en estos días. Por el contrario, se me antoja que tiene más adeptos de los que, a priori, pudiéramos presumir. Como muestra de ello, hay un sector de usuarios que están abandonando cierta red social para migrar a otra más homogénea, y no con el fin de huir de la censura, sino por la ausencia o supresión de la misma en la primera de ellas.

Vivimos agazapados sobre los detalles mínimos a nuestro alcance y llegamos a convencernos de que esa es la auténtica realidad. Convencidos o resignados, estamos instalados en esta polémica de manera permanente; no aparece el tono resolutivo por ninguna parte. Aunque miremos las mismas cosas, cada quien ve cosas con matices diferentes y la disyuntiva permanece abierta.

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