Se conoce como “jarabe democrático” al acoso, abucheo y demérito al que es sometida cualquier persona por aquellos que son contrarios a sus ideas, sobre todo políticas.
Pablo Iglesias, en su programa “Fort Apache” de Hispan TV bautizó en 2013 con ese calificativo a los escraches que se les hacían a los políticos casi a raíz del que le montaron a Soraya Sáenz de Santamaría.
No, y mil veces no a que se practiquen estas persecuciones a cualquiera por el motivo que sea.
Pero este hombre y los suyos no pueden esperar otra cosa, dado que él piensa que se debía de “naturalizar el insulto”, y que, cuando se practicase, este, no sería partidario de que se persiguiese. Quien acepta esta forma de acosamiento no puede quejarse cuando a él se la apliquen.
Recientemente ha aparecido en el camino cercano al lugar en el que está de vacaciones una pintada que dice “coletas rata”.
Esto lo interpreta él como “acoso fascista”, y ha abandonado la residencia en la que se encontraba, a pesar de que quince escoltas velan por su seguridad.
Este personaje y su partido están en, posiblemente, las horas más bajas de su carrera política. En las últimas elecciones de Galicia y en las del País Vasco ha sufrido el peor batacazo de su historia.
Además está siendo investigado por turbios asuntos de dinero, por una caja B, y por apreciación de delito en la financiación de su partido. De sobra es conocida la capacidad de los comunistas para manejar la propaganda y lo hábiles que son para propalar la mentira. En la situación calamitosa en la que se encuentran Iglesias y su partido, nada de extraño tiene que haya optado por hacerse la víctima buscando los réditos que esta actitud le pueda proporcionar y que todo sea un montaje del que pueda salir beneficiado.
Caso de que no sea así, aunque se deba de rehuir de los escraches como del demonio, y nunca se deba de admitir que se los hagan a nadie, al fin y al cabo solo está recibiendo el jarabe que quiere que se le administre a los demás.
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