Vivimos momentos delicados, con el predominio de las inquietudes sobre la supuesta sabiduría. Aterrizó aquí la plaga de orígenes inciertos, su manto extiende penurias por doquier. Las INCLEMENCIAS surgen a borbotones sin dar tiempo a su asimilación en condiciones. Brillan como nunca las incertidumbres tenaces e impetuosas, a pesar de cuanto disfraz intentemos colocarles. Las ilusiones no consiguen parecerse a las seguridades, las opiniones se tornan inútiles y las convicciones se escabullen; todo son oscilaciones cambiantes de imposible acomodo. Salvo los iluminados, que no lo son; los ciudadanos permanecemos anclados entre las angustias, sin visos de superación. Es decir:
Abrumados Sin saberlo alcanzamos los horrores Del ser al no ser, somos fugitivos. Sin saberlo avizoramos honores De servidores recios, pero activos. Sin saberlo descubrimos embustes De gestores necios, de aires altivos. Ya sabedores trabamos combates De peliaguda estirpe y tintes negros. Ya no sorprenden los extravagantes Con alarde cruel como insolidarios. Esperanzados como caminantes, De unos acompañantes generosos, Huimos de embates unilaterales Orientados a los mejores logros.
Las actuaciones contradictorias abarcan el panorama, van desde las más honorables a las repugnantes; esa variedad nos permite renovar los aprendizajes, para dilucidar la ubicación del carácter social entre la gente. Son notorias las posiciones CONTRAPUESTAS. De esa amplía minoría de caraduras, desaprensivos e irresponsables, sin respeto alguno por las medidas adoptadas, caiga quien caiga. Por fortuna, celebramos el arrojo de cuantos dedican sus mejores cualidades a la solución de los desastres acaecidos, los ejemplos son entrañables. Si no podemos evitar las argucias de los desalmados; como digo, sí debemos aprender a combatir su carácter nocivo en cuanto tratemos del bien general.
Cuando nos acogota una catástrofe o una grave ocasión comprometida, las referencias valoradas hasta ese momento se modifican. En la entrada de ese túnel, está por ver si encontraremos la salida, si será una o varias, o las condiciones que nos serán requeridas. Cuando uno podía mover las alas de sus deseos con cierta libertad, de pronto descubre como le son recortadas de manera inclemente.
Las diferentes aspiraciones quedan bruscamente PARALIZADAS, en espera del replanteamiento de los proyectos según la evolución de los acontecimientos. El forzamiento nos aboca al resorte de una actitud de rebeldía irresponsable, de resignación apoyada sobre todo en la pasividad o bien hacia la disposición colaboradora y resolutiva.
Metidos de lleno en los desequilibrios un tanto sorprendentes, empiezan a desordenarse las conductas espontáneas. Aquellos hábitos adquiridos han de aparcarse ante la inminencia de las nuevas necesidades. ¿Cómo alzar el vuelo? Los recursos personales se van a poner de manifiesto, los acuciantes problemas exteriores provocarán la salida de contenidos personales insospechados. Las MANERAS de VOLAR mostrarán sus artes. Habrá quienes no pasen de rastrear los entornos y quienes respondan con energías insólitas; Las alturas alcanzadas quedarna patentes, no requieren explicaciones complejas. Las opciones personales quedan plasmadas al margen de los posibles enjuiciamientos posteriores.
Los múltiples avatares nunca podrán sustituir a los sentimientos individuales, influirlos por diversos mecanismos sin duda; pero cuestión aparte será esa consideración de cómo asimilaron los sucesos y los comportamientos cada una de las personas metidas en su circunstancia. Ante la profusión de tragedias, muertes, desengaños, abusos, provocación injustificada de sufrimientos, intemperancias o frivolidades a destiempo; se fraguan ESTADOS de ÁNIMO complejos, desde la sana rebeldía comprometida a la desesperación paralizante. Con la doble repercusión de cómo se experimente el momento, pero modelando también las posibles salidas del atolladero, abiertas a futuras repercusiones.
Nos empeñamos en complicar las cosas más sencillas y así nos va, en especial cuando las peripecias nos vienen mal dadas. Confundimos el pluralismo de las sensaciones con la equivalencia de las opiniones, dificultando de esa forma cualquier intento de entendimiento. Atribuimos el carácter de natural de igual manera para un ente inorgánico (Piedra, tierra), un ser vivo vegetal o animal, o para el hombre; prescindiendo de la verdadera naturaleza humana, que incluye la racionalidad. La naturaleza de cada elemento citado es diferente. Por lo tanto, desvirtuamos la riqueza de las INTERPRETACIONES, cuando las desnaturalizamos a fuerza de no ser racionales y basarnos en meros impulsos espontáneos.
El empecinamiento en el rechazo de un elemento fundamental constituyente de la condición humana, no es un comportamiento baladí. Inevitablemente, ese concepto retornará sobre quienes lo rechazaron. Ahora bien, como no fue asimilado como tal, fue rechazado; lo hará como presiones delirantes, en forma de alucinaciones. Como nos enseña el psiquismo básico, la represión de entidades evidentes no las elimina, permanecen en los sectores subyacentes. Quizá se trate de la FORCLUSIÓN, la tenacidad de esa realidad rechazada, que de vez en cuando nos sacude utilizando formatos insospechados de difícil interpretación posterior, ya no se reconocen. Tan es así, que nos traen de cabeza.
En las hecatombes, aunque también en la vida corriente, menos agobiada por las afueras, si bien cargada de enigmas; las intervenciones caprichosas no merecen ser adheridas al calificativo de rumbos concretos, en todo caso a escuetas proyecciones aisladas. Se agrandan las versiones azarosas de aires caóticos, más que enigmáticos. Los hallazgos de fértiles OASIS próximos a las verdades, se convierten en utopías por la fragilidad de las aspiraciones. La oferta de los aciertos, las consecuencias de cara al futuro, la calidez de las propias sensaciones gratificantes; no dejarán de sorprendernos ante la indolencia general.
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