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El Retorno del Jedi

La venganza es un plato que se sirve frío
Francisco J. Caparrós
martes, 27 de enero de 2015, 08:03 h (CET)
A pesar de lo intempestivo de la hora, el que un día fuese senador por el Partido Popular salió de Soto del Real relajado y feliz. En su domicilio de Príncipe de Vergara, le esperaba su esposa Rosalía, imputada como él en el caso Gürtel. Esa fue su disculpa para lograr eludir responder a unas pocas preguntas, ciertamente comprometidas, que los periodistas que le aguardaban a la salida del centro penitenciario, ya desde primera hora de la mañana, se obstinaron en sonsacarle a toda costa.

“Que la fuerza te acompañe”, le dijo su amigo Mariano, al poco de entrar Luis en el trullo, mediante un mensaje de texto que no dudo en hacer público. No se lo dijo así, ya lo sabemos, su consejo fue bastante más soso, en su línea diría yo, para que me entiendan. En todo caso, lo que le vino a decir fue que se las arreglase como pudiese, pero con la boca pequeña, claro, no fuese a rebotarse el díscolo de Bárcenas y comenzase a echar pestes sin tiento contra el mismísimo Presidente del Gobierno y su formación política.

Si tomásemos al pie de la letra esas primeras declaraciones, pronunciadas por el extesorero a escasos metros de donde había pasado los últimos diecinueve meses de su vida, Rajoy podría dormir tranquilo, pero se me antoja que poco de lo que dijo el ahora también exrecluso esa noche, no iba con intención o adolecía de una segunda lectura mucho más realista.

Lo que está claro, es que en los esquemas de Bárcenas no entraban ni por asomo ese año y medio largo de cárcel, y eso tiene que haberle dejado, quieras que no, una herida muy difícil de cicatrizar. A ver qué se le ocurre a don Mariano, a lo largo de estos próximos días para intentar cauterizarla cuanto antes, todo ello en presencia de la opinión pública y sin que se note demasiado.

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En un mundo que presume de avances sociales, tecnológicos y morales, hay un virus antiguo que sigue latiendo bajo la superficie, “el egoísmo”. No se trata de una simple preferencia por uno mismo, sino de una actitud enquistada que se manifiesta, con demasiada frecuencia, en la avaricia y la indiferencia hacia quienes solo aspiran a algo tan básico como vivir con dignidad.

Muchos se interesan por mi opinión sobre el nuevo papa. Y yo que sé. Un montón de personas, alguno de mi familia, hablan de Robert Frances Prevost como si le conocieran de toda la vida. Ciertamente, estuvo en Málaga durante unos días en mi querido Colegio de los Olivos, lo hizo en función de su cargo dentro de la Orden agustiniana. Anecdóticamente, tengo un ahijado que comió con él en una ocasión. Pues muy bien.

Existen hoy periodistas, si se les puede llamar así, que buscan la conformidad fácil reivindicando un ateísmo moderno y un antitradicionalismo de manual progre, y perdonen, pero no estoy de acuerdo. Es triste que basándose en tópicos y estereotipos que son minoría en muchos sentidos, se pierda el respeto a las tradiciones y a la cultura religiosa, que es mucha.

 
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