Madrid fue testigo de este intenso debate entre profesionales de la talla del guionista Javier Olivares (‘Isabel’, ‘El ministerio del tiempo’) o Manuel Cristóbal (ganador como productor de cuatro premios Goya). Su conclusión: hay que solucionar algo más que la piratería.
“Pagar o no pagar contenido audiovisual”
Bajo este lema arrancaba en el Centro Universitario Villanueva (Madrid) la convocatoria de febrero del Foro #InnovaciónAudiovisual, su quinta edición, donde se pretendía aclarar la postura de consumidores, autores, distribuidores y reguladores de contenido audiovisual frente a la retribución económica de este negocio. Para ello estaban presentes Javier Olivares (guionista de ‘Isabel’ y creador de ‘Víctor Ros’), Alejandro Touriño (socio de ECIJA Abogados), Manuel Cristóbal (productor, ganador de cuatro Premios Goya), Oriol Solé (fundador de Series.ly) y José Antonio de Luna (socio fundador de Filmin), a quienes moderaba Roger Casas-Alatriste (fundador de la productora El Cañonazo).
“Hacer posible que las personas que hacen esas producciones sean remuneradas”
Manuel Cristóbal expuso sencillamente que, considerando la producción de contenido como una actividad profesional, las personas dedicadas a ella deben cobrar. Para enfatizar su opinión quiso abrir su ponencia con el siguiente vídeo, que recuerda que la industria creativa crea puestos de trabajo reales y genera riqueza para las economías nacionales, beneficios que se ven perjudicados por la distribución ilegal de contenido (que supone la cuarta parte del tráfico de datos en internet a nivel global), la cual desvía ganancias millonarias desde sus legítimos acreedores hacia los bolsillos de los sitios piratas:
Sin embargo fue el primero en declarar que estaba cansado de hablar de piratería para continuar que a la propia industria le quedaba mucho por hacer, como los bonos que en Francia permiten a los jóvenes habituarse a ir a las salas de cine. Pero también admitir que cierto tipo de cine había muerto para las salas de exhibición; que existen nuevas formas de ver contenidos; que se debe redimensionar el negocio al público a quien se dirige; y que, cuando se recurre a la piratería, muchas veces es debido a que la oferta no satisface la demanda, perdiendo esos ingresos potenciales.
“Internet es la gran herramienta para desincentivar que el usuario acuda a la piratería”
Curiosamente fue Oriol Solé, de Series.ly (red social cuyos usuarios publicaban con frecuencia enlaces a contenidos legales e ilegales por igual), quien probó suerte al sugerir modos de alejar el fantasma de la piratería. Se centró en criticar el modelo de emisión de las televisiones lineales tradicionales, ya que los usuarios más jóvenes han dejado de aceptar que los programadores decidan qué ver y la hora a la que se debe ver. Propuso entonces que internet puede y debe ofrecer un modelo legal de consumo adaptado a las nuevas exigencias, con un catálogo lo suficientemente amplio y flexible.
“El tema no es pagar o no, sino cómo articular el pago”
Las intervenciones del guionista Javier Olivares fueron de las más intensas y variadas durante la mesa redonda, abriendo varios frentes de discusión. Apoyó la idea de que el negocio debe admitir que la falta de oferta origina piratería, explicando que él mismo pirateaba aquel contenido que era imposible obtener de otra manera, como series descatalogadas o que retrasaban continuamente su llegada a España.
También sacó a relucir el tema de los tortuosos caminos de la remuneración a los autores. Para él es evidente que se debe pagar por el contenido, eso está fuera de discusión. No obstante destapó facetas que muchas veces quedan ocultas, como la nula repercusión económica que tienen en la actualidad los visionados de contenido en las plataformas digitales a través de los sitios web de las cadenas de televisión. Refiriéndose a la serie ‘Víctor Ros’, denunció: “no me llevo casi nada de la web”. De hecho destacó la penalización que sufren series cuya audiencia tradicional se ve reducida al aumentar los visionados online, como ‘Víctor Ros’, que no va a ser renovada.
“Como autor tengo una batalla en la SGAE” y pasó a criticar la técnica de los operadores de televisión que emiten en las franjas nocturnas música, de la cual poseen los derechos, y así compensar la cuota que deben pagar en concepto de derechos de autor por el resto de su programación a la SGAE. Ante estas situaciones opinaba que existía cierta desprotección, puesto que la clase política no tiene propósito de enmendar el problema. Según él, el político ni sabe ni le importa.
“No tenemos la regulación necesaria”
El abogado Alejandro Touriño confirmó la sentencia sobre la deficiente acción política, traducida en nuestra legislación, que había emitido Javier Olivares: “La normativa que existe es obsoleta, casi a nivel global: no tiene sentido que tengamos normas heredadas del siglo XVIII”.
José Antonio de Luna, de la plataforma digital Filmin, corroboró que la política no ha aportado soluciones en materia de regulación, pero también entonó el mea culpa: “Hemos sido incapaces de adaptarnos a los nuevos tiempos. No ahora, sino desde hace mucho”. La dirección hacia la que apuntaba era la oferta legal: “Se debería conseguir que todo estuviera disponible en internet. Pero los mercados tardan en adaptarse”. En su discurso eximió de responsabilidad al público, al cual muchas veces se ha culpabilizado: “Yo no tengo porqué saber que algo que está en YouTube es ilegal”.
Mucho más que demonizar a la piratería: trabajar por el progreso del sector
Las conclusiones fueron más allá que el simple discurso contra el pirateo. La industria audiovisual es quien debe tomar las riendas de su futuro: mejorar la oferta online legal, tanto en la extensión de su catálogo como en la funcionalidad de las aplicaciones y plataformas digitales que distribuyen contenido; tener en cuenta el consumo a través de nuevas vías y no sólo la audiencia de la televisión tradicional; asegurar los mecanismos de retribución a los creadores (cómo, cuándo, a quién y qué se paga); y reclamar una regulación que entienda las necesidades y problemas reales del negocio de los contenidos.
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