El 11 de febrero se cumplen cuatro años de la dimisión del presidente egipcio Hosni Mubarak tras la Revolución del 25 de Enero, y el régimen que está instaurando el nuevo 'hombre fuerte' del país, Abdelfatá al Sisi, se parece mucho al anterior. Además, las causas de la rebelión --paro, pobreza, corrupción y represión-- continúan vigentes.
"Los agravios que llevaron a los egipcios a la plaza Tahrir siguen estando ahí. La Policía opera con absoluta impunidad y recurre rutinariamente a la tortura, los tribunales son caprichosos e injustos y en ocasiones absurdos (...). La pobreza y el desempleo siguen aumentando y los problemas de la vivienda, la educación y la sanidad están aún peor de lo que pronosticaban los expertos en desarrollo", argumenta el periodista e investigador Thanassis Cambanis, experto en Oriente Próximo.
Esta situación es muy parecida a la de los meses anteriores a la revuelta contra Mubarak y el Gobierno de Al Sisi está respondiendo de forma muy similar: limitación de las libertades, detenciones masivas y condenas a muerte de los disidentes.
Históricamente, los regímenes autoritarios egipcios mantenían su legitimidad gracias a mejorías limitadas del nivel de vida o compensando la pobreza con gestos de aperturismo. En la última etapa de gobierno de Mubarak no se cumplieron ninguna de estas dos premisas y tampoco Al Sisi parece estar colmando las expectativas.
Los datos económicos revelan que el campo ni siquiera produce los suficientes alimentos para alimentar a la población, las reservas de divisas son cada vez menores y el país depende cada vez más de la ayuda exterior. Los medios de comunicación, tanto privados como públicos, están vedados a cualquier crítica al nuevo Gobierno y los partidos políticos que no rinden pleitesía al "nuevo faraón" son perseguidos.
Un ejemplo de la dureza de la represión de las fuerzas de seguridad es la muerte de 23 personas durante las manifestaciones para conmemorar el cuarto aniversario de la Revolución del 25 de Enero. En estas marchas, pese a la escasa participación y su carácter pacífico, murieron destacados activistas como Shaimaa al Sabbagh, miembro del Partido Alianza Popular Socialista que falleció por los disparos de un policía, según ha podido corroborar una investigación de Human Rights Watch.
"Las tendencias históricas apuntan a que la clase militar victoriosa tiene mucho de lo que preocuparse", señala Cambanis, que cree que "la cuerda volverá a romperse en Egipto tarde o temprano". "El coro unánime de apoyo a Al Sisi puede ser el preludio de otro periodo de decepciones y revolución", apostilla.
LA RESTAURACIÓN
Igual que Mubarak, Al Sisi está recurriendo a una pequeña élite económica y militar que adopta todas las decisiones importantes tanto a nivel económico como político y trabaja para reconstruir las bases de poder que sustentaron durante décadas a Mubarak. Un síntoma de ello es la nueva legislación electoral que marcará las próximas elecciones legislativas, previstas para los días 22 y 23 de marzo y 26 y 27 de abril.
El 74 por ciento de los diputados serán elegidos entre candidatos individuales y por votación directa, el 21 por ciento corresponden a listas de partidos políticos y el 5 por ciento restante serán nombrados directamente por el presidente Al Sisi.
La reforma legislativa redibuja las fronteras de las circunscripciones de tal forma que reduce, más si cabe, la influencia de los partidos políticos. Además, favorece a las personalidades de cada región que se convertirán en los nuevos caciques al servicio del presidente. Con todo ello, el Parlamento se convierte en un simple trámite para las decisiones y leyes que dicte el presidente.
Ahora resurgen figuras como la del empresario Ahmed Ezz, un magnate de la siderurgia muy vinculado a la era de Mubarak que ha sido absuelto de los cargos de corrupción de los que había sido acusado tras la caída del régimen. Otro ejemplo de la deriva de los tribunales egipcios es la absolución de los hijos de Mubarak, Gamal y Alaa, y la previsible excarcelación del propio expresidente.
ESPECTRO POLÍTICO
A nivel político, la mayoría de los líderes de la revuelta de 2011 están en prisión o en el exilio. Los demás están silenciados y otros han aceptado el gobierno militar como mal menor ante la amenaza del auge de las fuerzas islamistas como Hermanos Musulmanes.
Sin embargo, a pesar de las dificultades, continúan funcionando organizaciones que denuncian las violaciones de los Derechos Humanos como Human Rights Watch o Amnistía Internacional y operan en la clandestinidad organizaciones juveniles que fueron el germen de la revolución de 2011 como el Movimiento Juvenil 6 de Abril, Socialistas Revolucionarios o el Movimiento Juvenil por la Libertad y la Justicia.
Más organizados están formaciones políticas como el Partido de la Constitución liderado por Mohamed ElBaradei o el partido Egipto Fuerte, de Abdel Moneim Abol Fotouh, antiguo miembro de Hermanos Musulmanes. Tanto ElBaradei como Fotouh tienen el crédito de haberse opuesto tanto a Mubarak como a la deriva autoritaria del presidente Mohamed Mursi, de Hermanos Musulmanes.
"O el régimen se reforma y retoma una senda democrática o su mala gestión provocará una revolución que les explotará en la cara", afirmaba recientemente Fotouh. Sin embargo, la legislación electoral garantiza que la vía institucional impida cualquier reforma política, ya que los partidos solo podrían controlar como máximo el 20 por ciento del Parlamento, eso los legales, porque otras formaciones como Hermanos Musulmanes están ilegalizadas.
Sin embargo, Camenis destaca que sí se ha producido un cambio "fundamental" en Egipto tras las convulsiones de la revolución de 2011 que no puede cambiar la "brutalidad del Estado": "la gente que antes se encogían o no decía lo que pensaba ya no tiene miedo".
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