Mujeres refugiadas de Sudán, país envuelto en una guerra entre ejércitos rivales, en un asentamiento cerca de la ciudad de Adre, en el vecino Chad. Los conflictos armados que asuelan a muchos países llegan a convertir la violencia sexual contra mujeres y niñas en un arma de guerra y los campamentos de refugiados en extensiones de sus campos de batalla. Imagen: Andrew McConnell / Acnur
GINEBRA – En todo el mundo, son más de 60 millones las mujeres y niñas desplazadas por la fuerza o apátridas que se enfrentan a un alto riesgo de sufrir violencias de género, según se advierte en un informe de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Mientras que la violencia de género sigue siendo una de las violaciones de derechos humanos más generalizadas en todo el mundo, Acnur advierte de que los riesgos son mayores para las mujeres y niñas que se encuentran en situaciones de conflicto o que se han visto obligadas a huir de sus hogares.
Según datos de las Naciones Unidas, los informes de violencia sexual relacionada con conflictos tuvieron un preocupante aumento de 50 % el año pasado en comparación con el anterior, y las mujeres y niñas representaron 95 % de los casos verificados.
Acnur considera que las cifras en esta materia representan una pequeña fracción de la realidad, ya que muchos casos de las violaciones y violencias que afectan a la salud, dignidad, seguridad y autonomía de las mujeres y niñas no se denuncian, y prestar auxilio o buscar justicia es una tarea que se torna extremadamente difícil.
Shabia Mantoo, portavoz de Acnur, dijo a periodistas en esta ciudad suiza que “en muchas zonas remotas, el acceso humanitario está cortado o los recursos y la asistencia son escasos. El acceso a la justicia también sigue siendo limitado y las supervivientes temen represalias y marginación social”.
Acnur en su trabajo hacia los 117 millones de personas desplazadas por la fuerza en el mundo recoge testimonios de las supervivientes sobre los horrores a los que se han enfrentado.
Ellos van desde formas brutales de violencia, tortura, explotación sexual, violencia sexual –incluso como arma de guerra-, hasta la negación de derechos humanos fundamentales, como la capacidad de tomar decisiones y la autonomía.
Por ejemplo, en la República Democrática del Congo -donde varias insurgencias desafían al ejército y actúan decenas de grupos armados-, las mujeres y niñas se enfrentan a una situación insoportable, en la que sus cuerpos se han convertido en una extensión del “campo de batalla” en medio de la violencia cíclica.
Esa inseguridad es creciente, alcanza a los asentamientos de personas desplazadas por los conflictos, los informes de violencia por motivos de género aumentaron este año, y en la mayoría de los casos se trataba de violaciones.
En Chad, las mujeres han denunciado haber sido violadas mientras huían del conflicto en el vecino Sudán, donde dos ejércitos rivales se disputan poder y control de las riquezas naturales, y millones de personas han debido dejar sus hogares.
En Afganistán, las crecientes restricciones sobre las mujeres y niñas, las altas tasas de violencia en el hogar y la situación económica en deterioro contribuyen a una crisis de salud mental, con cada vez más pacientes que buscan ayuda.
Y entre la letanía de riesgos y abusos que afrontan las personas refugiadas y migrantes que se desplazan por las rutas hacia el Mediterráneo –desde África y Asia, tratando de llegar a Europa-, se sigue informando de violencia sexual y explotación, esclavitud y trata de personas.
Estimaciones de agencias humanitarias indican que 90 % de las mujeres y niñas que se desplazan por la ruta del Mediterráneo son violadas.
Las supervivientes de violencia sexual que han huido a países vecinos a menudo permanecen en situaciones precarias, debido a los nuevos riesgos de violencia de género a los que se pueden enfrentar durante su desplazamiento y a los retrasos en el acceso a servicios que pueden ser limitados.
Además de la violencia en los conflictos, las mujeres y niñas desplazadas por la fuerza también tienen un alto riesgo de sufrirla por parte de sus parejas.
En ciertos escenarios de desplazamiento, se estimó que los riesgos para ellas eran 20 % más altos que para las mujeres y niñas no desplazadas.
Las formas interseccionales de discriminación también aumentan los riesgos. Es el caso de mujeres y niñas con discapacidades, que viven en la pobreza o que tienen orientaciones sexuales, identidades de género, expresiones de género o características sexuales diversas.
Acnur señala que la necesidad de servicios de prevención y respuesta a las violencias contra las mujeres y niñas afectadas por el desplazamiento forzado y el conflicto supera con creces la financiación disponible.
Por ejemplo, para seis planes regionales que cubren Afganistán, la República Democrática del Congo, Siria, Sudán, Sudán del Sur y Ucrania, el presupuesto anual para violencia de género destinado a todas las organizaciones participantes, 236 millones de dólares, actualmente solo está financiado en 28 %.
Acnur indicó que su llamado de apoyo para abordar la violencia de genero entre las personas desplazadas se suma a la campaña internacional de 16 días de activismo contra ese flagelo, del 25 de noviembre al 10 de diciembre.
A-E/HM - Fuente: IPS
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