Nos van a obligar a decidir entre Guatemala y Guatepeor. El calendario español está este año tan plagado de elecciones que no tendremos más remedio que elegir quien va a asistirnos en el suicidio. Y si ustedes opinan que estoy siendo pesimista les ruego que miren atrás y contemplen, sin desolación si son capaces, nuestra trayectoria en los últimos tiempos. Ah, y no se queden con las cifras amables que nos presenta interesadamente el gobierno, recuerden al mismo tiempo -al mismo tiempo- los derechos que nos hemos dejado en el camino, los servicios públicos perdidos, dónde estábamos y dónde estamos.
La culpa es nuestra, claro, por votar. Y sí, sé que la alternativa es peor. Tal y como van las cosas la mayoría de los ciudadanos se creerán obligados a elegir entre las corruptas clases políticas tradicionales (las que se han enriquecido a nuestra costa, las que nos hablaban interesada y traidoramente de los brotes verdes, las que aprobaron las primeras leyes de desahucio, las que se llevan a escondidas el dinero de todos, las que llevan malgobernándonos desde tiempo inmemorial) y las nuevas clases dirigentes, ésas que nos presentan un futuro venezolano, sin pan, sin gasolina, sin supermercados, sin prensa libre, sin oposición, sin libertad, un futuro como el pasado, como el pasado franquismo, como el pasado Telón de Acero. Viva Rusia, viva Cuba.
Miren, qué quieren que les diga, me deprimo al pensar las elucubraciones mentales que se hacen algunos ciudadanos para no encontrar alternativas, para no pensar, para no salir de sus cansinas deducciones precocinadas por la televisión, para justificar su propia pereza mental. Vamos a votar entre suicidio y suicidio. Lo malo es que cuando estos listillos, estas castas analfabetas, estas mentes predeterminadas, hayan votado ya no habrá remedio. Hay procesos electorales que no tienen marcha atrás, "socialismo es libertad", que pregunten a Venezuela.
Este país de patriotas con el dinero en Suiza, de pantojas, de matamoros, de chabelis, de kikos, de belenesteban, de granhermanos, de gente intrascendente ahogada en los vómitos de su propia mediocridad me da grima, me deprime, me asfixia. Llevo muchos años diciéndolo, quiero hacerme andorrano.
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