Publiqué la entrevista en el Semanario “El Faro de Motril”, el 7 de marzo de
1972. Ahora, como un homenaje al maestro de la comunicación, reproduzco
aquellas declaraciones de Jesús. En aquel tiempo sus crónicas televisivas y
radiofónicas llegaban a nuestro país como un aire fresco que se filtraba en la
enrarecida atmósfera española exenta de libertad. Y era la palabra LIBERTAD
la que estaba presente en las conversaciones habituales, la que aparecía en
los “grafitis” de las universidades y en las paredes de los centros fabriles,
siendo borrada inmediatamente por agentes de la autoridad.
Porque entonces
la censura de los medios era total; los nombramientos de los directores de los
periódicos y emisoras de radio debían contar con el beneplácito del Gobierno,
sin olvidar que los dos canales de televisión y Radio Nacional de España
dependían del Ministerio de Información y Turismo. El Jefe del Estado entraba
en las catedrales bajo Palio. La mujer no podía abrir una cuenta corriente en un
banco, ni establecer un contrato mercantil, ni obtener el pasaporte sin el
consentimiento de su marido. Las reuniones de vecinos había que
comunicarlas a la policía.
Hoy esta situación que vivimos les parecerá a los
jóvenes historias del pleistoceno, pero así era la España de entonces en la que
solo se veían, en las ciudades y carreteras tres marcas de automóviles: SEAT,
Renault y Citroen, con las excepciones de los lujosos coches gubernamentales
de procedencia alemana o norteamericana; no existían autovías ni autopistas;
los ferrocarriles salían a su hora pero no se garantizaba cuando llegaría a su
destino. No existía la declaración de Hacienda pero los intereses de los
bancos, para pagar la dichosa hipoteca, se situaba en el 17 por ciento.
Éramos jóvenes y soñábamos que algún día todo cambiaría…
Nos confiesa Jesús que, desde muy joven, y en su Huelva natal donde nace en
1937, siente curiosidad constante por todo lo que sucede de especial a su
alrededor y en el mundo entero. En contra del deseo de sus padres comienza a
estudiar en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. Compagina el horario
académico con el laboral, y trabaja a la vez en el semanario “Signo” y en la
agencia Europa Press. Se gradúa en periodismo en 1960 y empieza ese mismo
año como redactor en “Actualidad Española”; tres años más tarde es nombrado
redactor Jefe en dicha revista. En 1964 pasa a desempeñar el cargo de Jefe de
reporteros y huecograbado en el diario “Alcázar”; cinco años después, presta
sus servicios en la revista “Constellation” en Madrid y París. En el 66 colabora
con la redacción de Telediario de TVE y en el periódico “Pueblo”.
Los saltos más espectaculares de su carrera periodística se producen a partir
de de 1967, año en que es nombrado redactor jefe diario madrileño
“Informaciones” y presentador del último espacio informativo de TVE:
Telediario. En 1968 es nombrado corresponsal-delegado en Norteamérica de
Radio Nacional de España y TVE.
-
Qué cualidad se cotiza más en el periodismo norteamericano?
- En principio, que sea íntegro, de arriba a bajo, mañana, tarde, noche y
madrugada. Parece de Perogrullo, ¿verdad? Pero no olvide que, en
Norteamérica, hay un término para designar al que no está metido de
lleno en la profesión: “Part time jornalist” que se podría traducir como
“Periodista chapuza”.
La primera y básica, sobre lo antes dicho, sería la precisión. O la
“Accuracy”, es decir, operar sobre el dato, con la mayor exactitud y la mayor
autenticidad. Y paralelamente la originalidad, la gracia de escribir, o del decir, la
profundidad o el análisis. Reunidas las dos: es mejor aquel que cuenta las
cosas más verdaderas y las cuenta de forma diferente. Por eso le pagan al
periodista “Cronkinte” doscientos mil dólares al año. Resumiendo se cotiza más
quien más lectores o espectadores atrae sin renunciar a la noticia y al dato. Lo
demás no importa.
-
¿Qué le parece el paso de las escuelas de Periodismo a la
Universidad?
- Mi madre, que murió el año pasado, sin entender esto de que su único
hijo fuera periodista, me dijo hace muchos años: “Hijo los únicos
periodistas que conozco van por ahí con los tacones torcidos”. Y tenía
razón, supongo, además de tener un gran sentido común. Pero se
trataba entonces de que los periodistas no fueran por ahí con los
tacones torcidos. Luego, con el tiempo, mi madre fue cambiando de
opinión: “lo vuestro es como no tener asiento en la vida”. Pero se trata
de que tengamos asiento en la vida.
Bien, si la Universidad va a dar al periodismo español más “asiento”,
más fondo, más solidez, más formación, más cultura, más autoprecio,
más confianza en el valor social de nuestra de nuestra profesión, más
conciencia de servicio y de utilidad y de más preparación, y, en suma,
nos va dar a todos los que nos siguen, una mayor entidad, entonces
bienvenida sea. En principio (y en teoría), ¿qué diferencia existe entre el
ejercicio de la abogacía, o de la medicina, o de lo que sea, y el ejercicio
del periodismo, para que unos estén dentro de la Universidad y otros
no? Y en este punto ocioso me parece advertir, que las Facultades de
Periodismo en los Estados Unidos no son algo excepcional sino la regla.
Pero si el pase a la Universidad nos va dar una versión más de esa
constante española llamada “titulitis”, entonces que se quede el
Periodismo donde está. Si el periodismo, como enseñanza se nos va a
convertir en una erudición o una teoría, o una clase (yo soy más que tú
porque yo he estudiado en la Universidad: periodistas de primera o de
segunda) o en una estéril laguna de empollones o una bizantina
discusión, entonces dejémosle vivir a nuestro aire, nuestro amor. Porque
hermano no hay universidad ni escuela que pueda sustituir a esa cosa
que le hace a uno meterse en el agua de las noticias , simplemente
porque sí. Personalmente me gustaría ver al Periodismo en la
Universidad, pero de forma que un día no tenga que decir a alguno de
mis hijos (y ojalá los tres quisieran ser periodistas, aunque allá ellos…)
“los buenos periodistas que yo conocí no colgaban su título en la
pared…aunque lo tuvieran”.
-
La Estatua de la Libertad, ¿es un símbolo o una realidad?
- Historicamente, reconozcámoslo, la Estatua ha sido símbolo de una
realidad. Me refiero a la época de las migraciones masivas en los
comienzos de este siglo. Y está claro que la vista de la Estatua, cuando
los barcos llegaban a la bahía de Hudson, era ciertamente la vista de la
libertad para miles de hambrientos y de perseguidos por esos campos
de Europa. Que por algo se escribió en el pedestal aquel verso de
Emma Lazarus y que ahora nos suena como pompa y circunstancia:
“Dadme vuestras cansadas,
vuestras pobres,
vuestras confusas masas
hambrientas de respirar
los aires de libertad”.
Convengamos que el verso, hace años, tuvo sentido. Pero no creo que
lo tenga ahora aunque haya sido escrito (de acuerdo con la época del
reactor) a la entrada del aeropuerto “Kennedy”, de Nueva York.
Es posible que para algunos la Estatua simbolice realidades de libertad.
Después de todo, la libertad es algo personal e intransferible. Cada uno
la siente a su manera. Pero genéricamente, y volviendo a la pregunta: la
Estatua puede simbolizar ( y seguimos a vuelta con la palabra) cierto tipo
de libertades norteamericanas que no tienen que ser “panacea” para el
mundo entero. Sin embargo, no garantiza la libertad primaria de pasear
uno por las calles de Nueva York, sin que le asalten.
-
¿Qué tema preocupa, en estos momentos más a los
norteamericanos?
- Lo más fácil sería decir que Vietnan. Pero uno sospecha que, en el
fondo, y como a cada hijo de vecino, lo que más le preocupa ahora
mismo es el bolsillo y los alifafes del dólar.
-
¿De qué forma influye la prensa en el ciudadano medio?
- Influye tanto, que yo diría que la sociedad norteamericana está
condicionada por su prensa (radio y televisión incluidas). Esto nos lleva
al estudio de un hecho indiscutible: cada vez que el Vicepresidente
Agnew dice que esa influencia es excesiva e incontrolada, los aplausos
le llegan en oleadas. Pero al mismo tiempo ningún ciudadano de Nueva
York, que se precie, dirá lo que piensa de un estreno teatral hasta que
no lea la crítica en el “New York Times”.
Los españoles hacemos al revés: esperamos la crítica, para comprobar
que dice lo mismo que nosotros pensamos.
-
¿Quién es personaje que más le ha impresionado?
- Imagino que tendría que mirar mucho hacia atrás. Pero puesto que
hablo desde Norteamérica me ceñiré a la geografía. Si por impresionar
se entiende “ganas de conocer a una persona y querer conocerla más
aún”, entonces diré que John F. Kennedy, de quien pude estar cerca, en
el último año de su mandato.
-
Para terminar, dígame un recuerdo agradable de su vida
profesional.
- No pretendo bucear mucho en los recuerdos. ¿Para qué? Tampoco lo
necesito: fue el momento en que apareció en el monitor, en el centro
espacial de Houston, el pie de Armstrong sobre la Luna. Muchas veces
he oído la cinta de aquella retransmisión. Y cada vez vuelvo a sentir lo
mismo. Eso que los andaluces llamamos “pellizco”.
|