Cuando uno intenta escribir, imagina. Si no imagina, para qué escribe. Al imaginar, vislumbra imágenes propias, muy personales, que sólo él comprende. Pero en ocasiones también desarrolla estereotipos. Uno de esos estereotipos, que me ha acompañado toda mi vida, se derrumbó sin estrépito una tarde de este mes de enero, cuando visité en su casa a Paco Roca, autor de cómics o tebeos. Siempre creí que los dibujantes trabajaban en comandita, en una sala más o menos amplia, penumbrosa, con rácanas bombillas colgadas sobre sus mesas de dibujo, hostigados por el humo interminable de sus cigarrillos. Los veía gastándose bromas, eternos gamberros, proyectando aviones de papel unos contra otros, quitándose el bocadillo o escondiendo en el rincón más insospechado, una nevera por ejemplo, la página de sus últimas viñetas. Pues bien, todo eso se vino abajo como les decía, mis improbables lectores, aquella tarde.
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Paco Roca.
| Paco Roca (Valencia, 1969), autor además de otras muchas historietas de los álbumes "El juego lúgubre", "Hijos de la Alhambra" , "El Faro" o "Arrugas", trabaja en solitario en su casa-estudio. Como un anacoreta o un farero de la imagen y el texto. La soledad y el silencio, interrumpido a veces por una música de fondo, son sus principales aliados y, me temo, que también sus máximos enemigos. Precisamente "Arrugas", su última obra, ha sido elegida cómic del año en Francia y España por la crítica de ambos países.
Herme Cerezo / SIGLO XXI
Paco, ¿cómo se dice: dibujante, autor o artista de cómics?
Creo que si haces tú solo todo el trabajo, guión y dibujo, autor sería el término más adecuado.
¿Qué es el cómic?
El cómic es un medio expresivo en sí mismo, no es una mezcla de cosas, aunque como cualquier otro medio bebe de muchas fuentes. Hay temas que sólo pueden abordarse con el cómic y eso lo convierte en un medio dotado de un montón de posibilidades. Un ejemplo claro lo tenemos con "Maus", que fue Premio Pulitzer en 1992. La técnica narrativa de este cómic consigue meter en tu cabeza que unos ratoncitos y un gato son judíos y nazis e inspirarte unos sentimientos muy crueles. Eso sólo puede lograrse a través del cómic. En cine sería otra cosa y en animación tampoco funcionaría. "Arrugas", mi último trabajo, en película quizá resultase demasiado dura. Sin embargo, el cómic consigue que los ancianos resulten entrañables y te permite crear imágenes abstractas, fundidos en blanco o jugar con el tiempo de un modo imposible para otros medios.
¿Cuándo se despertó en ti la pasión por el cómic?
Mira, yo he tenido la suerte de haber convertido en realidad mi sueño. De siempre me gustó dibujar y contar mis relatos. De pequeño ilustraba mis tebeítos, mis historias, y aunque he tenido momentos de desconexión, creo que es mi forma natural de narrar porque en el fondo quizá soy más guionista que dibujante.
¿Cómo te introdujiste en este mundo?
De pequeño leía a Astérix, Tintín y Blueberry. Después pasé a Carlos Giménez, a Corben, a "1984" y a muchos más. Fue difícil al principio porque no tuve mucha etapa de fanzine. Estudié Bellas Artes y comencé a trabajar en publicidad. Mucho más tarde volví al cómic.
Diste tus primeros pasos en "Kiss Cómix", ¿no?
Sí. Tenía un amigo, Rafa Fonteriz, que dibujaba para esta revista, que en aquella época era uno de los pocos caminos para acceder a este mundo. Trabajar en "Kiss Cómix" significaba comenzar por el porno, pero La Cúpula era una editorial muy importante. Me planté en Barcelona y me recibió el propio editor, José María Berenguer, un hombre venerable. Se puso a mirar con sus gafitas de vista corta las páginas que le había llevado. Al acabar me dijo: "Todo bien, pero las pollas tienen que ser más venosas y los coños tremendamente húmedos". Mientras yo alucinaba, añadió que si cambiaba eso pues que adelante. Y así empecé en "Kiss Comix", con historias de cuatro a siete páginas cargadas de sexo duro y sin muchos más matices. Era algo muy limitado, lo que hacía difícil contar un relato que es lo que a mí me gustaba. Pero trabajar allí me permitió pasar después a "El Víbora", sin duda una de las revistas más importantes del momento.
Con sólo veinte años, tomaste una decisión arriesgada como era la de dedicarte al cómic.
Sí porque al principio, el dibujo es una afición pero luego, si te gusta, se convierte en un trabajo. Y ése es el salto que has de dar. En cuanto te dedicas a esto ya no eres un aficionado, eres uno más que tiene competir con los otros artistas. Y en cierta forma te deprimes al ver lo buenos que son los demás y lo que son capaces de hacer.
Y ¿cómo veían en tu casa tu vocación?
Mis padres se oponían a que dibujara, claro. De hecho, ahora que ya son mayores, siguen sin saber muy bien cómo se gana la vida su hijo. Mi padre era electricista y quería que yo continuase la tradición familiar. "Electricista es lo que tienes que ser, ¿dibujar, pero dónde vas tú a dibujar?", me decía.
¿Siempre has trabajado en solitario?
No, hubo un tiempo que trabajé con Juan Manuel Aguilera, un escritor de novela histórica que es muy bueno y sabe cómo contar una historia. Ilustrando sus guiones te enriqueces enormemente, aprendes muchas cosas, a estructurar una historia por ejemplo.
Dibujo o guión, ¿qué es más importante?
Lo importante es el guión, que te atrape la historia. Luego el dibujo y el ritmo que tú le imprimas a la narración te sirven de mucho, pero lo importante es el núcleo inicial.
¿Qué herramientas auxiliares utilizas en tu trabajo?
Para algunas cosas muy realistas, sobre todo portadas o para alguna pose complicada, utilizo la máquina de fotografiar, pero en la mayoría de casos no te da tiempo. También trabajo con ordenador, que me ayuda a colorear mis historietas. Es una herramienta muy útil porque permite hacer ampliaciones y travellings. Primero dibujo a mano, luego escaneo y, por último doy color. Hasta hace poco colorear era algo mecánico, que carecía de creatividad. Fue Corben quien empezó a darle importancia y en Francia, por ejemplo, el colorista ya aparece como una parte relevante del álbum.
Y tú ¿qué prefieres color o blanco y negro?
Depende. Creo que hay historias a las que el color no les afecta para nada. "Arrugas", por ejemplo, hubiese funcionado igual con color o sin él. Lo que ocurre es que el color la vuelve más comercial. Primero pensé en hacerla en blanco y negro, incluso con más páginas, pero el editor francés, Delcourt, que la publicó primero prefirió el color. Sin embargo, "Hijos de la Alhambra" es un relato de aventuras donde el color es muy importante para ambientar las escenas, para cambiar localizaciones.
Pues, a pesar de tu opinión, pienso que en "Arrugas" el color desempeña un papel esencial porque arropa y da vida al argumento.
En "Arrugas" lo difícil era hacer una historia sobre el aburrimiento. Con el color intenté imprimirle un poco de dinamismo a la narración. El escenario siempre era el mismo y únicamente podía jugar con los cambios horarios y el color me sirvió para crear sensaciones de día, noche, frío o calor. La verdad es que he empleado unos tonos muy distintos a los que venía utilizando hasta ahora, planos y muy suaves.
También sobresale la ambientación porque, como explicas en el propio álbum, visitaste una residencia de ancianos.
La doble página del reloj sería el resumen de la vida en una residencia. Un día allí se hace duro, de una monotonía increíble. Y hay gente que llega a vivir veinte años en uno de estos centros. Estuve como espectador y pude analizar las cosas desde fuera y pienso que todos deberíamos pasar un tiempo en una de ellas, como una especie de trabajo social o algo así, porque esa experiencia te permite valorar y comprender una serie de situaciones que antes ni te planteabas. La sociedad da de lado a la vejez y a las residencias, mientras no nos afecten, ni las mira.
Viendo los comportamientos de los personajes que se mueven por "Arrugas", ¿reproducimos nuestros roles infantiles cuando llegamos a la vejez?
Cuando era niño pensaba que en el año dos mil tendría treinta años, que sería un viejo y quería saber qué pensaría entonces. Al llegar a esa edad, me di cuenta que seguía pensando igual que a los catorce. Eso significa que cuando sea más viejo tampoco habrá muchos cambios. Cela decía que de pequeño, cuando regresaba a su casa, se encontraba con un banquito cerca del Retiro. Y siempre tenía que saltarlo. Y lo hacía, hasta que cumplió los sesenta y, aunque la cabeza le decía que lo saltase, ya no lo saltaba. Por eso me he atrevido a hacer una historia sobre ancianos porque, con matices, sabemos cómo piensa una persona mayor. Nuestra personalidad se forma muy pronto y, desde ese momento, pensamos así.
¿Por cierto cómo se te ocurrió "Arrugas"?
"Arrugas" está basada en la historia del padre de mi amigo MacDiego, al que conozco desde hace muchos años. Cuando iba a casa de mi amigo siempre lo encontraba encerrado en su biblioteca, leyendo. Personificaba un poco lo que a mí me gustaría hacer de mayor. Un día MacDiego me dijo que su padre tenía Alzheimer. Su decadencia fue muy rápida, muy fuerte. Me contaba los síntomas de la enfermedad, por ejemplo que de madrugada se levantaba y se vestía para ir a trabajar y que, cuando volvía a la realidad, se producía un choque brutal porque sentía miedo. Y se enfadaba, porque no asumía que se le iba la cabeza. Yo quise reflejar eso en mi libro.
¿"Arrugas" es álbum o novela gráfica?
Por su formato y número de páginas "Arrugas" sería una novela gráfica corta, es un trabajo más de guionista que de dibujante.
Gráficamente, en "Arrugas" yo encuentro huellas de Tintín.
Puede ser. A mí me gusta mucho Tintín, sobre todo sus fondos que son auténticos decorados. Parece que los personajes no estén allí y eso le otorga un aspecto mágico a las viñetas. La verdad es que creo que tengo un estilo franco-belga, muy de línea clara. Me gusta así. También me gusta que las viñetas sean secuenciales, que los personajes actúen, que sea como una cámara fija.
¿"Arrugas" se está vendiendo bien?
En Francia la tirada inicial fue de diez mil ejemplares y ya va por la segunda edición. Eso es importante porque allí se publicó en una colección minoritaria, de cómic de autor. En España todavía estamos con la primera, que es de tres mil ejemplares.
Entonces ¿podemos hablar de éxito?
El éxito es relativo porque cualquier cosa creativa, más que una bendición, es un castigo. No disfrutas de las cosas, porque cuando ves una película o un cómic que te apasiona dices "esto podría haberlo hecho yo" . Y si encuentra algo que no te gusta piensas qué harías para mejorarlo. Además, después de todo el trabajo que lleva un álbum, sólo está un mes en la mesa de novedades de las librerías. Luego pasa a la estantería con los demás libros y te entra la "decepción postparto", que es muy dura, y juras no hacer nada nuevo nunca más.
Trabajas para el extranjero y tu caso no es el único, ¿no hay suficiente mercado en España para nuestros autores?
Dibujo para el extranjero, en concreto para Francia porque allí, por tradición y cultura, el cómic es algo consubstancial. Las familias leen tebeos en sus casas sin ningún pudor y han asumido que cada edad tiene su cómic. Por tanto, su mercado es enorme y por eso los editores franceses pueden pagar mucho más que los españoles. Si quieres dedicarte exclusivamente al cómic tienes que publicar en Francia o en Estados Unidos. En España se sigue pensando que el cómic es "Mortadelo y Filemón" y que es algo infantil, aunque gracias a FNAC, el tebeo ha salido ya de las tiendas especializadas. Vamos mejorando poco a poco, pero el proceso todavía es lento.
Pero tú no vives sólo del cómic.
No, no, gracias a que publico en Francia puedo dedicar media jornada a mi estudio de ilustración y la otra media a los cómics. Mi faceta publicitaria también me gusta. Hago de todo: trabajo para agencias, editoriales, empresas. Cualquiera que me pida una ilustración yo se la hago. Mis amigos que se dedican sólo al cómic se quejan de su soledad y están un poco aburridos porque, excepto el momento de entregar las páginas, no tienen mucho contacto con la gente. A mí la publicidad me permite relacionarme con otras personas. Además, la ilustración publicitaria es un reto constante, cada día tienes un trabajo distinto, visitas a clientes, etcétera. Es como trabajar con un guionista: te obligas a adaptarte a situaciones diferenes.
En los años cincuenta y posteriores, Valencia fue un foco importante de creación y difusión del tebeo, ¿seguimos la misma tónica o aquello desapareció ya?
En Valencia, ahora comienza a hablarse de la creación del un Salón del Cómic. Hay muchos dibujantes y guionistas pero les ocurre lo mismo que a mí: todos trabajan para fuera. Daniel Torres para Estados Unidos; Salvador Larroca para la Márvel; Francisco Ortiz para una editorial francesa, igual que Sergio Bleda. Sergio Córdoba, por su parte, publica en Astiberri. Ahora, en España los focos principales del cómic son Bilbao, Barcelona o Palma de Mallorca. Valencia necesita una editorial importante o una revista con urgencia porque de todo lo anterior no queda nada.
¿Has trabajado alguna vez para las Fallas?
Yo no, aunque otros dibujantes, por ejemplo Sento, sí lo han hecho. Participé en una exposición de caballos de Jaime I, que se celebró para conmemorar el XXV aniversario de Nuevo Centro. Eso es lo más parecido a una Falla que he hecho. Lo que sí tengo claro es que a los valencianos las Fallas nos influyen. Quizá por eso hay tantos dibujantes. Desde pequeños durante esos días contemplamos monumentos llenos de colorido y de dibujo. La pena es que sólo unas cuantas son verdaderas obras de arte, pero incluso las malas te hacen observar las cosas desde otro punto de vista.
Terminamos, después de "Arrugas", ¿qué llevas entre manos?
Al terminar "Arrugas" sentí un poco de temor, porque no tenía muy claro por donde tirar. Pero, superado ese miedo inicial, ahora ando metido en varios proyectos. Mi siguiente álbum, que se editará por Delcourt, titulado "Las calles de arena", es una historia un poco kafkiana sobre si podemos cambiar el mundo o no. También ando recopilando las historietas que hice para "Humo" sobre relaciones de pareja, añadiendo algunas nuevas que publicaré en Astiberri. Por último, el siguiente cedé de Iván Ferreiro del grupo "Los Piratas" incorpora un cómic que incluye una historieta para cada tema. Yo hago una de esas historietas.
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