Para matrícula de honor no estuvo Mariano Rajoy en la entrevista que concedió a Antena-3 pues le faltó esa pizca de demagogia que le sobra a otros líderes políticos y que tanto gusta, me refiero a la demagogia, ser escuchada por el personal para creerse que todo lo que dice un político es verdad; por aquello de que uno se dedicó a le enseñanza le daría un buen notable.
De toda aquella serie de cuestiones planteadas por la entrevistadora la que más me interesaron fueron las relacionadas con el secretario general del POSOE Pedro Sánchez que, por ahora y hasta que el próximo 20 de diciembre no señale otros vericuetos, junto a Rajoy, cada uno con sus pactos con otras fuerzas políticas son los llamados a seguir rigiendo los destinos de España.
Claro que la palma, sigo refiriéndome a las cuestiones, se la llevó todo lo referente a la posible y necesaria reforma de nuestra Constitución, ley marco por la que debe discurrir todo el conglomerado de leyes que sirvan para conformar una nación más próspera, justa e igualitaria.
En ese aspecto estuvo sembrado Mariano Rajoy ya que aunque parece que todos los poderes que adornan nuestro sistema legal andan empeñados en cambiarla, reformarla o derogarla por antigua e inservible, un gran número de sus artículos se encuentra todavía en estado virgen, o sea, sin estrenar.
En lo que parecen estar todos de acuerdo es que el Estado bicameral, Congreso y Senado, hace aguas por la segunda cámara, la denominada Alta ya que, hasta la fecha, sólo sirve para realizar una segunda lectura de aquello que apruebe el Congreso; a pesar de ello, Pedro Sánchez, por lo único que aboga con respecto a este problema consiste en asegurar su traslado a Barcelona, ¿por qué?: podría uno preguntarse.
Y es que todos, a excepción de Rajoy, que por ahora calla, apuestan por el cambio de la Constitución aunque pocos dicen qué es lo que hay que cambiar; tan sólo Pedro Sánchez lucha por reconocer el hecho diferencial catalán, o sea, su definición como nación y todo lo que pueda derivarse de ello, aunque silencia qué pueda ser.
Totalmente un servidor en desacuerdo con tan enigmático deseo que conseguiría que los españoles fuésemos aún más diferentes, y por tanto desiguales, que en la actualidad.
Es curioso que nadie aboga, por falta de bemoles, de suprimir los cupos vasco y navarro, o sea, sus beneficios fiscales que le permiten vivir desahogadamente.
Eso sería lo primero a cambiar si existiese en España el famoso trípode democrático, a saber: igualdad, dignidad y justicia.
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