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Juanjo Braulio (Valencia, 1972) está graduado en Enseñanzas Artísticas por la Sankt Eskils Skola de Eskilstuna (Suecia) y licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Politécnica de Valencia. Periodista y escritor, ha trabajado en Diario 16, Las Provincias, Ràdio Nou, Suplemento Semanal del grupo Vocento, agencia Colpisa y ABC. Un compendio de sus columnas de opinión fue publicado en forma de libro con el título de ‘La escalera de Jacob’. También es autor de ‘En Ítaca hace frío’, libro de viajes sobre Suecia. ‘El silencio del pantano’ es su primera novela y, antes de ser publicada, ha vendido ya sus derechos cinematográficos.
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Juanjo Braulio se ha pasado media vida trabajando como periodista para diferentes medios audiovisuales y escritos. Como él mismo afirma “después de tantos años contando verdades que parecían mentira” le ha llegado a la hora de invertir los términos y ha decidido contar mentiras para dibujar verdades a través de la ficción. Y así, Ediciones B ha publicado el pasado mes de septiembre su primera novela, ‘El silencio del pantano’, donde el escritor valenciano nos sumerge en una historia de muerte, codicia y falta de escrúpulos, que arranca con el descubrimiento de un cadáver en un recodo del río Túria. El asesino, aparentemente, parece haber recreado un antiguo tormento romano reservado a los parricidas, ya que el cadáver aparece en el interior de un saco junto con un mono, un gallo, un perro y una serpiente. Y eso despierta el interés de los investigadores.
«En una feria del libro cayó en mis manos – explica Juanjo – un volumen titulado ‘Los suplicios capitales en Grecia y Roma’ de la historiadora italiana Eva Cantarella. Entre sus páginas me tropecé con la poena cullei, la pena del saco, y pensé que con aquel material podía hacer algo. Este asunto se mezcló con el proyecto que ya llevaba en mente de escribir sobre el ser más poderoso del mundo: una persona que sea escritor y asesino a la vez. Y digo que es el ser más poderoso porque, cuando escribe, se convierte en el dios de su pequeño universo y cuando asesina, al quitarle la vida a otra persona, se transforma en un ser absoluto». Se le disparó la imaginación y comenzó a buscar nuevos elementos para la novela. Fue entonces cuando encontró lo que necesitaba: la historia de alguien que escribiera y asesinara a la vez: Krystian Bala. «Bala es un escritor polaco que mató a un tipo por una cuestión de dinero. La policía no encontró al culpable y el caso quedó sin solución. Un par de años después, Bala publicó una novela, ‘Amok’, en la que se narraba un asesinato. En ella incluyó datos que solo el asesino y la policía podían conocer y que coincidían con los datos de aquel crimen sin solución. Le detuvieron, le juzgaron y le condenaron a 25 años de prisión».
Juanjo ha vivido muchos años en Suecia y de vez en cuando regresa por aquellos lares, sin embargo, no cree que su estadía en aquel país, donde triunfa el género negro, guarde relación con ‘El silencio del pantano’. «Mi novela no tiene nada que ver con el hecho de vivir en Suecia mucho tiempo. Fui y soy lector de novela negra desde mucho antes y de los escritores nórdicos me interesan los menos conocidos, como son los padres de la novela escandinava, Sjöwal y Wahlöö, o Jens Lapidus, de quien me atrae especialmente su ‘Trilogía negra de Estocolmo’, que me parece más verosímil. Asa Larsson y Camilla Lackberg no me gustan, porque conozco los escenarios reales de sus novelas y allí, si se produce un asesinato cada diez años, ya es mucho, y ellas en cambio dibujan uno cada semana. Tampoco me atrae Stieg Larsson porque pintó Suecia como una sucursal del infierno, donde los jueces prevarican, a los niños tutelados los violan y el servicio secreto sueco es el no va más, cuando en verdad es casi insignificante». Sin embargo, el escritor valenciano sí que comparte con Larsson el principio de que una novela no solo debe entretener, sino también invitar a la reflexión. «Como periodista que soy, me interesa formar, informar y entretener. Los buenos libros para mí son los que cumplen esas tres condiciones, sin importar en qué porcentaje se dé cada una de ellas. En ‘El silencio del pantano’ he tratado de que esto suceda, espero haberlo logrado».
La novela negra goza actualmente de buena salud, incluso hay quien apunta que este tipo de narrativa puede utilizarse como herramienta para analizar el tiempo que nos ha tocado vivir. «En esta burbuja “medionegrocriminal” que estamos viviendo, en esta inflación de títulos y autores, la gran verdad es que la novela negra siempre ha disfrutado de una mala salud de hierro. Sube y baja, pero tiene un suelo del que no desciende más. Existe una legión de fieles seguidores a los que nos gusta y que unas veces estamos más de moda que otras. Creo que el género negro es la novela social actual, porque la novela social, en el sentido académico, hace años que dejó de existir. Probablemente la novela negra es la forma que encuentra la sociedad para contarse sus miedos a sí misma y también para exorcizarlos y sus personajes son fruto del contexto socioeconómico que les ha tocado vivir».
Además de en el título, «El agua está muy presente en ‘El silencio del pantano’» afirma Juanjo Braulio que además decidió esconder un cadáver en un recodo del río Túria en las inmediaciones de Gestalgar. «El río es una buena zona para esconder un cadáver. Y a mí me interesaba mucho jugar con esa característica propia que tiene Valencia que es el agua, que posee su propio medio de respuesta. La ciudad se construyó sobre una marisma que ya no se ve y debe su razón de ser al Turia, que fue domesticado gracias a las acequias, pero que también guarda una expresión malvada, porque cuando se desborda causa muchas víctimas. En sus novelas, Blasco Ibáñez ya fantaseó con esa misma idea, porque la posesión del agua acarrea envidias, recelos, codicia…»
Otro tema que Braulio quería tratar es el del poder, un poder que tiende a perpetuarse de continuo. «Si rastreamos a la clase dirigente de esta ciudad, encontraremos que siempre son los mismos quienes mandan. Pero ha de quedar claro que yo no pretendía hacer una análisis de la sociedad, se trata simplemente de cómo lo ve todo Q, el protagonista de la primera de las dos historias, que es un psicópata de libro». El término psicópata se maneja con mucha frecuencia y quizá su concepto se nos escape un poco. «Un psicópata es alguien que no puede empatizar con quienes le rodean. Hay psicópatas que matan y otros que no lo hacen. Q siente un profundo odio hacia el mundo entero y presenta las mismas contradicciones que todos los valencianos. Hasta la propia Universidad las tiene, porque defendió con uñas y dientes el terreno del Jardín Botánico, para que no se edificase en él, al tiempo que no tenía el más mínimo remordimiento en arrasar la huerta del Camino de Vera y construir allí su campus universitario».
A la hora de escoger escenario para su historia, Juanjo Braulio pensó en Valencia, un territorio que conocía sobradamente. «Escogí Valencia por cuestiones de puro conocimiento, pero la historia que narra ‘El silencio del pantano’ podría ocurrir en cualquier otro lugar en circunstancias parecidas. Hubo también una segunda razón para esta elección, un anhelo personal. A lo largo de mis lecturas de novela negra, me he tragado las aventuras de Jaritos en Atenas, de Wallander en Ystad o de Carvalho en Barcelona y, sin embargo, echaba a faltar una novela negra escrita bajo el sol de la Malva-Rosa. Decía el maestro Chirbes que “le hubiera gustado ser un amante romántico, pero que bajo el desvergonzado sol de Misent no había romanticismo que valiera”. Y eso me ocurría a mí. El nuestro no es un espacio de brumas terroríficas, sino de sol radiante y ahí había que ubicar la acción».
La novela cuenta dos narraciones, que discurren paralelas, pero que finalmente se entremezclan. El protagonista de la primera es Q, del que ya hemos hablado y del que solo conocemos que vive en una nave, es periodista y asesino metódico. El de la segunda es David Grau, un guardia civil gay. Para construir a sus personajes, Braulio ha trabajado duro. «He estudiado varias novelas exitosas para ver qué tenían en común. Las características más importantes las encontramos en los protagonistas, que han de ser detectives, un remedo de Sherlock Holmes con variantes y han de tener lo que yo llamo una pequeña tara: Jaritos se relaja leyendo diccionarios; Carvalho quema libros y Bevilacqua pinta soldados de plomo de los ejércitos derrotados. Como Grau no tiene tara, lo he caracterizado como gay y guardia civil. Estos protagonistas cuentan con un ayudante como Watson o Biscúter o la sargento Chamorro. A Grau le he puesto como contrapunto a su superior, Manceñido, un tipo normal, de la calle que no entiende la mitad de las cosas, como nos ocurre a muchos».
La presencia de un gay en la Benemérita no parece algo muy frecuente. «No es que esté mal visto en la Guardia Civil, pero no se habla mucho de ello. Grau no se siente perseguido por esta sociedad, pero tampoco se encuentra cómodo en el tiempo que le ha tocado vivir. Es un tipo que se fija mucho en los bíceps o los glúteos de los hombres que pululan a su alrededor».
‘El silencio del pantano’ presenta escenas muy variadas. Una especialmente interesante se desarrolla en el despacho de la delegada del Gobierno y asisten a la misma la propia delegada, así como los responsables máximos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil. Lo que allí se habla no tiene desperdicio. «Es una escena completamente inventada, pero que me parecía necesaria y literariamente muy atractiva. Muchas veces al frente de un departamento colocan a un político, que no tiene ni idea de lo que quiere, y por debajo suyo hay un montón de ingenieros y expertos que tampoco tienen razones para aguantar a un tipo así, porque ellos son profesionales. A estos dos jefes policiales no les fastidia la política, que es su jefa, por ser mujer, sino porque antes de ella han conocido a otros diez políticos iguales, que han pasado por allí y se han ido, mientras que ellos continúan en su puesto. Pero esta relación es más compleja de lo que parece, porque en el fondo han de agachar la cabeza ya que su cargo depende de ella, que es su jefa».
Como colofón de la entrevista, les dejo una cita que encabeza la novela de Juanjo Braulio. Su autora es Patricia Highsmith: «El crimen perfecto no existe. Creer lo contrario es un juego de salón y nada más. Claro que muchos asesinatos quedan sin esclarecer, pero eso es distinto».
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