Hace casi un mes que dio comienzo el tercer curso de la pandemia en colegios, institutos y universidades. Un curso que se ha recibido con optimismo debido a la paulatina recuperación de la vida como la conocíamos antes, con locales que vuelven a abrir sus puertas y retoman sus horarios habituales tras meses de cierre, oficinas que dejan atrás el teletrabajo y apuestan de nuevo por la presencialidad y, por encima de todo, con un grandísimo avance en la vacunación de la población española que, esta semana, está muy cerca de alcanzar el 90% de la “población diana”. Sin embargo, y a pesar de los resultados esperanzadores que se ven día tras día, el inicio del curso ha estado marcado fundamentalmente por el agotamiento tanto físico como mental. Y es que la pandemia ha dejado grandes secuelas en los tres protagonistas principales de la enseñanza: profesorado, alumnado y familias.
¿Qué consecuencias ha traído la pandemia por Covid-19 al ámbito educativo?
Jobatus se ha puesto en contacto con más de 10.000 instituciones educativas a lo largo de todo el país con el objetivo de cumplimentar un estudio sobre los efectos negativos de la pandemia en el mundo académico. Para ello, ha contado con la colaboración de multitud de agentes educativos de centros en los que se ofertan los distintos niveles formativos –educación infantil, educación primaria, educación secundaria obligatoria, formación profesional y formación universitaria-. Principalmente, los cambios que se han visto con respecto a los años anteriores, antes de que el nuevo coronavirus irrumpiese en nuestras vidas, se centran en aspectos emocionales. En este sentido, el equipo directivo y el claustro del 52% de centros encuestados, señala un aumento en la agresividad del alumnado además de un incremento en los casos reportados como cyberbullying o ciberacoso, debido al crecimiento exponencial que ha vivido el uso de las nuevas tecnologías por parte de niños/as y jóvenes. El 87% del profesorado entrevistado afirma padecer secuelas psicológicas, entre las que destacan el agotamiento, la depresión y la ansiedad, que se agravan con síntomas como insomnio, estrés, fatiga o altos niveles de preocupación. En cuanto a los elementos curriculares, dejan en evidencia la alta cantidad de objetivos que se han visto afectados por la situación vivida durante el confinamiento, con contenidos curriculares que en la mayoría de los casos necesitan la implementación de actividades de refuerzo, ya sea porque se han quedado atrasados o, directamente, sin dar. Esto multiplica el esfuerzo que los profesores y profesoras deberán hacer durante este curso escolar, ya que deberán seguir avanzando en unos contenidos cuyos niveles anteriores todavía no han sido asimilados por el alumnado. A esta nueva traba, se le suma que el 91% advierte haber notado un acusado desorden en las rutinas de niños y niñas en cuanto a horarios de sueño, descanso y estudio, lo que ahora está dejando en evidencia un alumnado rezagado. No obstante, la principal consecuencia, citada por unanimidad en todos los centros educativos, es la relativa a las dificultades comunicativas y relacionales, avivadas por el continuo uso de mascarillas, mamparas y distancias de seguridad que, además de estar derivando en trastornos de la voz como disfonías, imposibilitan la realización de actividades en gran grupo y en equipos de trabajo cooperativos, de actividades complementarias e intergeneracionales como los talleres de padres y madres o de otros profesionales que visitan el centro, así como de salidas fuera del aula en forma de excursiones.
|