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Cuando todos los españoles éramos iguales

Esta nueva configuración de España solo está sirviendo para sangrar a los ciudadanos que cada día soportan más impuestos que no se traslucen en el bienestar de los mismos
Manuel Villegas
viernes, 29 de octubre de 2021, 09:30 h (CET)

Sí, digo bien, iguales. Iguales porque las mismas leyes y los mismos privilegios concernían tanto a los del Norte cuanto a los del Sur. Cuando todos teníamos las mismas obligaciones y los mismos derechos. Cuando en las escuelas se enseñaban una lengua, el Español, una Historia, la de España, una Geografía la del suelo de nuestro Península. Cuando no había unas regiones con más privilegios que otras, bueno, caso aparte eran las Vascongadas y Navarra que, para ciertas cosas, se regían por unos fueros medievales, más que periclitados, pero que por el miedo que han tenido todos los gobiernos que en España, incluido el tiempo de la Dictadura, se les permitían por aquello de evitar conflictos, aunque con los vascos no sirviese para nada, pues ETA, banda criminal y asesina, en su insania tiene en su mochila el asesinato vil e ignominioso de más de mil personas, de las cuales quedan más de trescientes sin esclarecer.

         

Pero hete aquí que falleció, en su cama, el dictador, y urgía la necesidad de elaborar las bases de una España nueva en la que se instalase una democracia moderna y actualizada con los tiempos. Por cierto que esta transformación se logró sin derramar no solo ni una gota de sangre, ni siquiera un vaso de agua, cosa que causó extrañeza y asombro en el resto del mundo.

         

Pero los dirigentes políticos de entonces se vieron en la necesidad de configurar una nueva España en la que estuviésemos todos representados, y no se les ocurrió otra cosa, malhaya sea la hora, que dividir nuestra Patria en diecisiete comunidades más dos ciudades autónomas, o sea diecinueve tipos de gobierno distintos.

         

Cuando Adolfo Suárez según cuentan, dijo “café para todos”, queriendo decir que cada región tenía derecho a regirse, aunque dependiese del Gobierno Central, por sí misma, no pudo tener peor ocurrencia, pues, como consecuencia se crearon diecinueve mini estados, en los que cada uno campa por sus anchas con leyes y normas distintas y lo que es bueno en una comunidad es malo en otra y viceversa, de forma que un andaluz no tiene, por ejemplo en materia de Seguridad Social los mismos derechos en Madrid que Andalucía, hablo por experiencia.

         

Se da prevalencia a hablas, no niego que haya auténticos idiomas, que son dialectos provinciales sobre el Español, se persigue a quienes defienden al mismo en la comunidad catalana, valenciana o vasca. Se han dado casos de que han multado a comerciantes por rotular y especificar en Español lo que en sus establecimientos se expende.

         

La Enseñanza que debería de ser idéntica en cada uno de estos pequeños compartimentos, padece diecinueve formas distintas de exponerse. A un catalán huelga preguntar qué río es el más importante de Andalucía, de Galicia o dónde se encuentra el sistema Central, los Montes de León u otra cualquiera cordillera y no sabrá responder, eso queda reservado para los que vivan en la comunidad en la que se hallen.

         

Siendo esto nefasto, lo más pernicioso es que hay  diecinueve distintas organizaciones institucionales, con sus presidentes, y toda la patulea de cargos políticos anexos que solo son sanguijuelas que achicharran con sus impuestos a los ciudadanos, sin que estos reciban los beneficios que les corresponde.

         

La corrupción campa a sus anchas. Se lo pueden preguntar a los andaluces que durante 37 años estuvieron bajo la férula de los Socialistas y que el dinero se gastaba en todo menos en procurar bienestar a los mismos.

         

No hace falta poner una lupa para ver la podredumbre, la vileza y el despilfarro que existe en todas las Comunidades.

         

Yo sé que ya no es posible dar marcha atrás para que todos los españoles seamos iguales sin importar si viven al sur, al norte, al este o al oeste; pero de lo que no hay duda es que, aparte de la desigualdad que padecemos, esta nueva configuración de España solo está sirviendo para sangrar a los ciudadanos que cada día soportan más impuestos que no se traslucen en el bienestar de los mismos.

         

A fuer de no ser pesado no me queda más remedio que finalizar este escrito, por ello digo que echo de menos los tiempos en los que todos los españoles éramos iguales.

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