Se da como aceptado y casi sin lugar a discusión, aún entre historiadores, que el concepto de España como nación nace con la unión de Castilla y Aragón, tras el matrimonio de Isabel y Fernando, como reyes de estos respectivos reinos y de ese unión surgió el Reino de España, con la posterior anexión del reino de Navarra que tuvo lugar el 7 de julio de 1515.
Las cortes navarras juraran fidelidad al rey Don Fernando (1513), a cambio de mantener sus fueros y privilegios, incorporándose el viejo reino, en principio, a la Corona de Aragón y de facto a Castilla, pues tras la muerte de Isabel era Fernando ‘el católico’ el monarca común de ambos reinos. Bien, eso es verdad en parte, puesto que durante el breve periodo que los visigodos reinaron en España, esta constituyó un solo reino, dividido en provincias, al igual que la división administrativa en la que los romanos habían compartimentado Hispania. Los pueblos germánicos en el momento de invadir el Imperio Romano (siglo III al siglo V) se regían por una institución equivalente a la monarquía temporal electiva para tiempos de guerra, elegida por la asamblea de guerreros. Cada tribu era gobernada por una especie de caudillo que también era elegido por los adalides más importantes de la misma. Cuando eran atacados por otros pueblos, estos jefes de tribu se reunían en el ring (circulo, o cuadrilátero) para elegir un jefe que los guiase temporalmente mientras repelían al adversario; una vez terminada la guerra volvía al puesto que tenía antes. Parece ser que, una vez nombrado éste lo alzaban sobre sus escudos al grito de ¡hurra, hurra! Esta monarquía electiva fue una institución con la que gobernaron Hispania en los primeros tiempos de su asentamiento en la misma, pero los asesinatos, muertes violentas y regicidios, podemos decir que estaban a la orden del día, pues doce de los más de 30 reyes visigodos fueron asesinados, o sea, un tercio de estos. El primero que la padeció fue Ataúlfo al que asesinó un sirviente que llevó a cabo lo acordado en una conspiración contra él. Le sucedió Sigerico que parece ser que dirigió el complot para asesinarlo, y apenas reinó durante una semana. Durante la primera mitad del siglo V se originaron múltiples magnicidios. La invasión de Hispania Esta fue ocupada por distintos pueblos bárbaros: En el año 409 a.C., los suevos, los vándalos y los alanos cruzaron los Pirineos y se asentaron en la península Ibérica sin encontrar ninguna resistencia a su paso. Los suevos y los vándalos asdingos se establecieron en Gallaecia (Galicia). Los alanos se asentaron en la Lusitania. Los vándalos asdingos invaden la península ibérica en el 409. Después de firmar un foedus (pacto) con los romanos, reciben tierras en la Gallaecia, el norte de Portugal y la actual región española de Galicia. Los vándalos silingos en la Bética. Poco después, los visigodos, enviados por Roma para someter a los invasores, se asentaron también en la península Ibérica. En el año 476 a.C. los visigodos establecieron un reino con capital en Tolosa (Toulouse, Francia), que abarcaba amplios territorios de la Galia y de Hispania. En el año 507, derrotados por los francos en la batalla de Vouillé, abandonaron la Galia y se asentaron definitivamente en Hispania. En la primavera de 429 a.C. 80.000 vándalos, liderados por su rey Genserico, decidieron pasar a África con el fin de hacerse con las mejores zonas agrícolas del Imperio. Para ello construyeron barcos con los cuales cruzaron el Estrecho de Gibraltar y llegaron aTingi (Tánger) y Septem (Ceuta). Luego se desplazaron al este, haciéndose, tras algunos años de lucha, con el control del África romana y la ciudad de Cartago que pasó a ser la capital de su reino, por tanto, las fuentes de producción de la mayor región cerealista del viejo Imperio, que en lo sucesivo tuvo que comprar el grano a los vándalos, además de soportar susraziaspiratas en el Mediterráneo occidental. Como hipótesis podemos considerar que de estos vándalos que se aposentaron en el norte de África, posiblemente proceda al nombre de Al Ándalus (tierra de los vándalos) que los árabes dieron a Hispania. El nuevo reino visigodo tuvo su capital en Toledo y contó con guarniciones militares en las principales ciudades de la península Ibérica. Los suevos mantuvieron su dominio sobre el Noroeste, y los bizantinos ocuparon toda la zona costera del Sureste a la que le dieron el nombre de Spania. Las fuentes documentales sobre la España bizantina son muy escasas y fragmentarias. Como consecuencia de dicha escasez, es poca la información que se conoce con seguridad y muchos aspectos fundamentales no han quedado establecidos y siguen siendo objeto de especulación: la fecha y lugar del desembarco bizantino, el tamaño de la fuerza expedicionaria, la capital de la provincia, la extensión de esta, la situación de la ceca bizantina, la fecha de la definitiva expulsión... Todos estos aspectos y otros muchos siguen abiertos a la discusión histórica. El número de visigodos que se establecieron en Hispania no sobrepasó los cien mil, frente a los cinco o seis millones de hispanorromanosque entonces habitaban el país. Esta desproporción explica que, pese a controlar el gobierno, los visigodos terminaran asimilando la lengua, la cultura y la religión de la sociedad hispana. Los visigodos constituían una pequeña minoría de la población y, a falta de estadísticas, se puede afirmar que eran superados por sus súbditos hispanorromanos en una proporción de 10 a 1. No tiene explicación que con tan acusada desproporción los hispanorromanos se dejasen dominar por los visigodos. Posiblemente, es otra hipótesis, al ser Hispania una provincia romana, no se le permitía tener ejército propio, para ataque y defensa de sus territorios ya estaban las legiones romanas; y se dejaron dominar por una cantidad tan insignificante, en proporción, de guerreros curtidos en muchas batallas. Bajo la dominación de los visigodos, ya que estos desconocían cómo se organizaba un estado, se mantuvo la estructura administrativa romana: división provincial, gobernadores con sus consejos, tribunales, derecho romano, impuestos, etc., así como la unidad de la Península. De manera que, creemos que no nos equivocamos si decimos que existía un solo reino con varias provincias, por lo que no podemos afirmar tajantemente que la unidad de España se produjo con los RR.CC. Otro momento en el que España formó una nación fue durante los casi ochocientos años que en los que la dominaron los musulmanes. Solo existía Al Ándalus que abarcaba, salvo los terrenos montañosos del Norte en los que se refugiaron los visigodos que pudieron escapar y se unieron a los habitantes de aquellas tierras, y desde allí iniciaron la Reconquista. Además, durante no muchos años permaneció libre de la dominación musulmana la región del sureste de la Península, por el pacto que firmaron el noble visigodo Teodomiro (o Tudmir) con Abd al Aziz ibn Musa, o sea el hijo de Musa, firmado en 5-4-713, por el que ciertas localidades, que ocuparían un área un poco mayor que las ciudades de Murcia y Alicante, concretamente siete ciudades en el sudeste de España: Uryula [Orihuela], Baltana, Laqant [Alicante], Mula, Villena, Lurqa [Lorca] y Ello, denominada como Tudmir; se liberaban del yugo musulmán mediante un pago anual de un impuesto personal, en dinero, y otro y otro territorial en especie (jaray), y no colaborar con los enemigos de los musulmanes. De esta forma el nuevo poder musulmán se garantizaba, a través de Teodomiro, la percepción de los impuestos. El texto del pacto acordado entre ambos es el siguiente: El pacto entre Teodomiro y Abdelaziz se firmó el 5 de abril de 713 y su texto es: En el Nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. Edicto de ‘Abd al-Aziz ibn Musa ibn Nusair a Tudmir ibn Abdush [Teodomiro, hijo de los godos]. Este último obtiene la paz y recibe la promesa, bajo la garantía de Dios y su profeta, de que su situación y la de su pueblo no se alterará; de que sus súbditos no serán muertos, ni hechos prisioneros, ni separados de sus esposas e hijos; de que no se les impedirá la práctica de su religión, y de que sus iglesias no serán quemadas ni desposeídas de los objetos de culto que hay en ellas; todo ello mientras satisfaga las obligaciones que le imponemos. Se le concede la paz con la entrega de las siguientes ciudades: Uryula [Orihuela], Baltana, Laqant [Alicante], Mula, Villena, Lurqa [Lorca] y Ello.
Además, no debe dar asilo a nadie que huya de nosotros o sea nuestro enemigo; ni producir daño a nadie que huya de nosotros o sea nuestro enemigo; ni producir daño a nadie que goce de nuestra amnistía; ni ocultar ninguna información sobre nuestros enemigos que pueda llegar a su conocimiento. Él y sus súbditos pagarán un tributo anual, cada persona, de un dinar en metálico, cuatro medidas de trigo, cebada, zumo de uva y vinagre, dos de miel y dos de aceite de oliva; para los siervos, sólo una medida. Dado en el mes de Rayab, año 94 de la Hégira [713]. Como testigos, ‘Uthman ibn Abi ‘Abda, Habib ibn Abi ‘Ubaida, Idrís ibn Maisara y Abu l-Qasim al-Mazali [1]. Nos llama la atención el eufemismo que se usa para denominar el vino, que estaba prohibido por la ley coránica. No se tienen más conocimientos sobre la duración de este pacto, ni cuanto duró, pero la muerte de Teodomiro fue en el 743, así que se supone que más allá de esta fecha no se mantuvo. Por ello consideramos que podemos aseverar que España, antes que con los RR. CC., fue una sola Nación con los visigodos y los musulmanes.
[1]Miranda García, Fermín; Guerrero Navarrete, Yolanda (2008). Medieval: Territorios, Sociedades y Culturas. sílex Ediciones. p.50. ISBN 9788477371793. Fecha de consulta:12-11-2021.
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