Hoy en día la fotografía se afirma como un modo de expresión, de comunicación y de información. Aparece en todas partes, en diarios, en revistas, en publicidades, en app’s. También es una forma de registrar los recuerdos emotivos de acontecimientos íntimos, ilustrando la propia historia a través del álbum familiar y una forma de evocar emociones.
La fotografía se ha vuelto plural, es un testimonio periodístico o artístico y es también una práctica social muy popular que se ha ganado un lugar en los museos y es considerada un “arte” pese a la larga polémica al respecto que data desde su nacimiento mismo.
En la actualidad, no puede ser considerada una reproducción de la naturaleza, un espejo de lo real, por el contrario, la fotografía es un lenguaje estructurado en sus formas y significados, enriquecida por su propia historia. La noción de autor se impone, a través de un discurso estético, y en los mensajes que hay que decodificar para interpretarla.
Eso es la obra de Maximiliano Curcio “El asombro se parece a una fotografía”, un libro en el que la que muestra su gran trabajo fotográfico. Un trabajo que recorre esas hermosas tierras argentinas con imágenes que entran por la retina y que hablan de emoción. Consigue transformar las imágenes en palabras no escritas, pero si sentidas, emociones que brotan en el silencio de la palabra no escrita.
Un libro que augura tener una gran notoriedad, convirtiéndose en un verdadero manifiesto de cultura en el «siglo de la imagen» empieza a imponerse una literatura visual que enlaza divulgación y sofisticación, y que replica tanto a los corsés teóricos de la época como a las narraciones historicistas.
Una edición que sin ser estrictamente rigurosos, será decisiva en la formación de una manera de mirar el mundo durante el siglo XXI. Libros que se alejan de los cenáculos académicos o especializados y que surgieron de poéticas personales, a veces desde enfoques inoportunos, pero que alcanzan su meta que hablar de la emoción y el sentimiento.
Es un libro más que recomendable y que no puede faltar en la biblioteca de cualquier persona que ame la literatura, el arte y la excelencia de una obra bien trabajada.
Desde la sección de relatos, prosa poética, haikus, sonetos, poesía gráfica, artículos de opinión y tantos otros contenidos, hasta las corresponsalías en Venezuela, Puerto Rico, Panamá, Cuba, Uruguay, Argentina, Italia y otras, podemos decir que el número 90 de esta revista es una oferta variadísima para los sentidos de los amantes de las letras, la cultura y el arte.
Un nuevo pensamiento, una nueva verdad, un nuevo despertar. Me arrullan las últimas palabras del cercano y entusiasta escritor Jorge S. L. Almarza en esta entrevista. ¿Quién no quiere encontrar otros mundos, más amables, quizás, más alineados con uno mismo en este nuestro tan acelerado y, a veces, despersonalizado? Quizás por eso Los descendientes del eclipse, su primera novela, tiene tanta fuerza y color para los lectores que se atrevan a leerla.
Entre sus preferencias lectoras dentro del género negro, Ibon Martín no duda en señalar a Mikel Santiago, Domingo Villar y Stieg Larsson, que no son malas referencias. Ibon, donostiarra del 76, acaba de publicar ‘Alma negra’ (Plaza & Janés), la cuarta novela que cierra la trilogía protagonizada por la ertzaina Ane Cestero, en la que el rey del thriller atmosférico, nos traslada a su escenario más extremo: la zona minera de Vizcaya.