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El último de Filipinas era Hardy Kruger

Es curioso que alguien viva más de 35.000 días y se marche uno en que tú lo estás viendo hacerse famoso por la pantalla
Ángel Pontones Moreno
viernes, 21 de enero de 2022, 09:39 h (CET)

Hay veces en que la casualidad te pone la zancadilla cuando menos te lo esperas, y te deja pasmado un rato largo. Anoche quise ver por primera vez entero un clásico que solo había examinado a trozos, "Hatari" (1962, Howard Hawks). Me gustó por lo que me esperaba, por el buen rollo que respira, el aire de aventura, la improvisación en las escenas de acción que lo convierten casi en documental, y por Henry Mancini, que se marca una obra de arte en plena selva con su banda sonora. Una película a la que el tiempo siempre trata con simpatía pues eso es lo que ella ofrece.

 

Y hace unos minutos descubro que anoche mismo, posiblemente a la misma hora que lo veía conducir como un poseso, se nos marchó el último superviviente de la cinta, Hardy Kruger, el eterno personaje serio, cuadriculado, frío, más alemán que nadie, que a lo largo de su carrera, especialmente en los años 60 del pasado siglo, creó personajes tan ricos como el ingeniero aeromodelista de "El último vuelo del Fénix". No faltaba al reparto de cualquier peli de guerra que se preciase, pues al parecer los directores de casting lo consideraban insustituible como oficial nazi. "Hatari" fue su primer papel importante. 


Pensaba que ya no estaba hace años en este mundo pero, a fin de cuentas, solo tenía 94. Es curioso que alguien viva más de 35.000 días y se marche uno en que tú lo estás viendo hacerse famoso por la pantalla.

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Fuera esperaba el amanecer… Últimamente sus días acababan al mediodía; el tiempo de colgarse de un cigarrillo y fumarse toda la niebla de unas pocas horas en que podría deslizar su fantasma por entre las cosas. No recordaba de seguro su edad; el espejo le traicionaba y sólo le reflejaba la mitad que nunca sospechó ser. 

Es normal que aparezcan palabras nuevas porque la lengua está viva, y es estupendo cuando ayudan a reconocer que el lenguaje es pensamiento. Ocurrió con el neologismo ‘aporofobia’, acuñado por la catedrática Adela Cortina a partir de los términos griegos áporos (sin recursos) y fobos (temor, pánico), que la RAE incorporó en 2017 para dar nombre al miedo, el rechazo o la aversión a los pobres.

Llevamos años y todos cuantos se imaginen ustedes, seguirán siendo pacto con el silencio de siempre. Una mudez que no cesa. Uno que lleva bastantes años jubilado y se ha tenido que enganchar en AVE, ha visto en ese tiempo las sacudidas, las esperas en plena vía del tren y en mitad del campo. Los plantones y sacudidas, con las esperas a que nos tienen acostumbrados la Renfe, a veces con periodos de cuatro y cinco horas en mitad de la nada en la ruta de Algeciras-Antequera.

 
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