Hay veces en que la casualidad te pone la zancadilla cuando menos te lo esperas, y te deja pasmado un rato largo. Anoche quise ver por primera vez entero un clásico que solo había examinado a trozos, "Hatari" (1962, Howard Hawks). Me gustó por lo que me esperaba, por el buen rollo que respira, el aire de aventura, la improvisación en las escenas de acción que lo convierten casi en documental, y por Henry Mancini, que se marca una obra de arte en plena selva con su banda sonora. Una película a la que el tiempo siempre trata con simpatía pues eso es lo que ella ofrece.
Y hace unos minutos descubro que anoche mismo, posiblemente a la misma hora que lo veía conducir como un poseso, se nos marchó el último superviviente de la cinta, Hardy Kruger, el eterno personaje serio, cuadriculado, frío, más alemán que nadie, que a lo largo de su carrera, especialmente en los años 60 del pasado siglo, creó personajes tan ricos como el ingeniero aeromodelista de "El último vuelo del Fénix". No faltaba al reparto de cualquier peli de guerra que se preciase, pues al parecer los directores de casting lo consideraban insustituible como oficial nazi. "Hatari" fue su primer papel importante.
Pensaba que ya no estaba hace años en este mundo pero, a fin de cuentas, solo tenía 94. Es curioso que alguien viva más de 35.000 días y se marche uno en que tú lo estás viendo hacerse famoso por la pantalla.
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