Los ataques de odio en los comentarios en plataformas digitales y en las principales redes sociales no pueden ser consentidos. La mejor solución para reducir muy considerablemente o eliminar las conductas de desprecio y acoso en las redes es que no se permita el anonimato, en las cuentas digitales. Es la forma de acabar con la impunidad de las personas que acosan, insultan o amenazan a otros de modo electrónico.
De este modo, son rastreables y responderán por sus delitos de odio. También es cierto que, en muchos casos, los expertos y las fuerzas de seguridad pueden investigar de una manera muy profunda y logran dar con la identidad de los acosadores.
Con miles de millones de usuarios las grandes empresas tecnológicas tienen la responsabilidad de mejorar y potenciar sus algoritmos para no permitir insultos, odio y amenazas, que aparecen publicados en las redes y dañan a sujetos libres y que tienen derecho al respeto. Nadie dice que no se pueda opinar libremente, pero sin insultar. Esto, por desgracia, es frecuente.
También es cierto que la mayoría de la gente respeta a los demás en Facebook y otras redes, pero sigue habiendo muchos insultos y amenazas, por parte de algunos o de una minoría de usuarios, que amparándose en el anonimato o en cuentas falsas perjudican gravemente a otras personas, con una crueldad extrema. En este sentido, está tipificado como delito, cualquier forma de amenaza contra la integridad física o el que se diga que se le va a matar, por ejemplo. También se pueden perseguir legalmente las injurias y calumnias.
En mi opinión, la libertad de expresión debe ejercitarse de forma absolutamente libre. Los únicos límites son el derecho al honor y a la buena imagen y el respeto a lo que dicen las leyes al respecto. Los Gobiernos de los países europeos y también, los del resto de países del planeta, deberían tomar cartas en el asunto y aprobar normas o leyes, que obliguen a las grandes empresas de Internet a controlar las publicaciones, para evitar que se publiquen comentarios ofensivos, degradantes e insultantes e impedir cualquier tipo de frase amenazante, etcétera.
Deberían poner más requisitos, para todos los que abren cuentas en las redes sociales y prohibir absolutamente las cuentas anónimas y falsas. Por cierto, las personas fallecidas, como es lógico, también tienen derecho al honor y a la buena imagen.
En relación con todo esto se ha materializado un acuerdo político en la Unión Europea, sobre la nueva Ley de Servicios Digitales. Contiene medidas contra el contenido ilegal y la desinformación en línea. Obligará a que las grandes plataformas digitales moderen el contenido que se publica. Por supuesto, si es que no cumple los requisitos legales exigibles. Es algo también de sentido común. Las grandes plataformas y redes sociales y los motores de búsqueda podrán recibir multas de hasta el 6% de su facturación mundial. Se hará con la colaboración de los países miembros de la Unión Europea.
También se pretenden luchar con más eficiencia contra los ciberataques y la violencia cibernética, en todas sus formas. Y las víctimas estarán mas protegidas. Además, se prohíbe totalmente la publicidad dirigida, para evitar prácticas incorrectas éticamente.
En relación con la cancelación de servicios será más sencillo darse de baja. También se prohíben las interfaces engañosas y cualquier tipo de práctica que suponga engaño para los usuarios. A mi juicio, estas medidas que, en unas semanas, se pondrán en marcha son muy positivas, pero habría que hacer más todavía, ya que con 4.950 millones de usuarios de Internet en el planeta actualmente, la regulación del mundo digital es muy compleja, como fácilmente se puede entender.
La seguridad cibernética también es fundamental para todos los Estados y es comprensible que los Gobiernos, de forma general, refuercen lo más que puedan sus sistemas de seguridad, para evitar accesos ilegales a sus bases de datos o bloqueos de funcionamiento, que causan además enormes pérdidas económicas.
Como se puede observar las leyes de protección de datos son necesarias, pero no resuelven todos los problemas. Porque al estar tan conectados digitalmente es preciso que el control sea muy minucioso, para que se impida cualquier tipo de fraude o delito. En todo caso, es necesario dejar muy claro que internet es un gran logro civilizatorio, sin ninguna duda, en todos los sentidos pensables, por las ventajas y beneficios que aporta a todos.
Censura. No la juzgo como una práctica muy denostada en estos días. Por el contrario, se me antoja que tiene más adeptos de los que, a priori, pudiéramos presumir. Como muestra de ello, hay un sector de usuarios que están abandonando cierta red social para migrar a otra más homogénea, y no con el fin de huir de la censura, sino por la ausencia o supresión de la misma en la primera de ellas.
Vivimos agazapados sobre los detalles mínimos a nuestro alcance y llegamos a convencernos de que esa es la auténtica realidad. Convencidos o resignados, estamos instalados en esta polémica de manera permanente; no aparece el tono resolutivo por ninguna parte. Aunque miremos las mismas cosas, cada quien ve cosas con matices diferentes y la disyuntiva permanece abierta.
El nombramiento de Teresa Ribera huele que apesta, aunque el Partido Popular y el Gobierno han escenificado perfectamente su falso enfrentamiento. Dicen en mi tierra que entre hienas no se muerden cuando no conviene o, si lo prefieren, entre bomberos no se pisan la manguera. El caso es que el Gobierno y sus socios ya celebran por todo lo alto ese inútil e inesperado nombramiento.