«Ben vennas, Mayo, e con alegría; poren roguemos a Santa Maria». Esta es la primera referencia descubierta hasta la fecha en relación a la unión del mes de mayo con la Virgen María. Se trata de la cántiga CDVI de Alfonso X el Sabio escrita entre 1280 y 1284. Nueve siglos de tradición mariana en España durante el quinto mes del año. Y una de las actividades tradicionales a realizar durante este tiempo son las romerías.
Todavía recuerdo las romerías de mi infancia junto a mis compañeros de clase o con mi familia. La romería al Santuario de la Virgen de Guadalupe en el monte Jaizquibel en Fuenterrabia, mi ciudad natal. La caminata dominical que realizábamos bajo el sol, la lluvia e incluso, en alguna ocasión, con nieve. Al margen de disfrutar del camino con la familia y amigos, lo mejor eran los collares que realizábamos con margaritas.
La romería es un camino que se realiza por devoción a un santuario mariano. Se trata de una manifestación pública de piedad en la que durante el recorrido, tanto el de ida como el de vuelta, se va rezando el Rosario. Misma oración se realiza al llegar al destino, frente a la Virgen, a cuya imagen también se le puede ofrecer un obsequio, como el collar de margaritas.
El Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia recoge la «costumbre occidental de celebrar un “mes de María” en Mayo». Y también hace referencia a los santuarios como aquellos lugares en donde las «relaciones entre Liturgia y piedad popular son más frecuentes y evidentes».
Una de estas manifestaciones de piedad popular, estrechamente vinculadas al santuario, son las romerías, o peregrinaciones. Estas acciones tienen una dimensión cultual, es decir, la romería es «esencialmente un acto de culto» que se lleva a cabo a través de un camino de oración.
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