Miles de masáis han huido de sus hogares y se han refugiado en el bosque tras una brutal represión policial por manifestarse contra los intentos del Gobierno de expulsarlos para hacer sitio a la caza de trofeos y a un proyecto de conservación.
El 8 de junio, decenas de vehículos policiales y unos 700 agentes llegaron a Loliondo, en el norte de Tanzania, cerca del famoso Parque Nacional del Serengueti, para delimitar una zona de 1.500 km2 de tierras masáis como reserva de caza. El 10 de junio, los agentes dispararon contra los masáis que protestaban por los intentos de expulsarlos: al menos 18 hombres y 13 mujeres sufrieron heridas de bala, y 13 resultaron heridos con machetes. Por el momento, se ha confirmado la muerte de una persona.
Vídeos y fotos del ataque atroz e indiscriminado contra los manifestantes han sido ampliamente compartidos en las redes sociales.
En estos momentos, la policía va casa por casa en los pueblos masáis, y golpea y detiene a quienes sospecha que distribuyeron imágenes de la violencia o participaron en las protestas. La policía golpeó a un hombre de 90 años porque a su hijo lo acusaron de grabar los disparos. Al menos 300 personas de una sola aldea, incluidos niños, han huido al bosque. Una docena de personas han sido detenidas.
La violencia vivida los últimos días es tan solo el último episodio del largo intento de las autoridades tanzanas por expulsar a los masáis de sus tierras en Loliondo para dejar vía libre al turismo de safaris y a la caza de trofeos. Al parecer, será la empresa Otterlo Business Company (OBC), con sede en los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que organiza excursiones de caza para la familia real del país y sus invitados, la que controlará la caza comercial en la zona.
Un líder masái, que se mantiene en el anonimato por seguridad, dijo: “Nuestro Gobierno ha decidido desplegar toda la fuerza armada para expulsarnos de nuestra tierra, hiriendo a muchas personas y dejando a los niños vagando por el bosque. Por eso nos hemos venido a dormir al monte. El Gobierno se niega a atender a los heridos. Muchas personas no tienen comida. Y esta es nuestra tierra ancestral. Es una barbaridad arrebatarnos nuestra tierra para la caza de lujo de líderes de los EAU”.
Otro hombre masái contó a Survival: “Amo este lugar porque es mi hogar… Quieren nuestra tierra porque tenemos fuentes de agua, y las tenemos porque las protegemos. Hemos convivido con la fauna durante generaciones”.
“No quieren a los masáis porque la gente que viene aquí no quiere vernos. Antes no pensábamos mucho (o negativamente) en el turismo, pero ahora entendemos que el turismo es gente que viene con dinero, eso hace que el Gobierno piense: ’Si desplazamos a los masáis, vendrá más gente con dinero’”.
Alemania es uno de los principales financiadores de proyectos de conservación de la naturaleza en Tanzania, y está muy implicada en la elaboración de políticas conservacionistas en el país, que han provocado la expulsión de miles de indígenas de sus tierras. La Sociedad Zoológica de Frankfurt financia a guardaparques y funcionarios, algunos de los cuales, según los masáis, han participado en los últimos desalojos.
Fiore Longo, investigadora de Survival International, ha declarado: “Lo que ocurre en Loliondo se está convirtiendo rápidamente en una catástrofe humanitaria, que revela la verdadera cara de la conservación de la naturaleza. A los masáis los están acribillando solo porque quieren vivir en sus tierras ancestrales en paz, y todo para dejar el camino libre a la caza de trofeos y a la ‘conservación’. Muchos masáis que se enfrentan a la violencia hoy en día también fueron expulsados del Serengeti en 1959 por funcionarios coloniales británicos. Lo que está ocurriendo actualmente es en realidad una continuación del pasado colonial.
Esta violencia que vemos en Tanzania es la realidad de la conservación de la naturaleza en África y Asia: violaciones diarias de los derechos humanos de los pueblos indígenas y de las comunidades locales para que los ‘ricos’ puedan cazar e ir de safari. Estos abusos son sistémicos y se integran en un modelo dominante de conservación basado en el racismo y el colonialismo. La teoría es que los humanos (especialmente los no blancos) son una amenaza para el medio ambiente en las Áreas Protegidas. Pero los pueblos indígenas han vivido allí durante generaciones: estos territorios son ahora importantes zonas de conservación de la naturaleza precisamente porque los habitantes originarios cuidaban muy bien de su tierra y su fauna. No podemos seguir haciendo la vista gorda ante los abusos de los derechos humanos cometidos en nombre de la ‘conservación de la naturaleza’. Este modelo de conservación es profundamente inhumano e ineficaz y debe cambiarse ya”.
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