Los precios del cobre se han desplomado un tercio desde sus máximos de marzo, el doble de la caída observada en las materias primas en su conjunto, como consecuencia del peso de los crecientes temores de recesión, una recuperación china en apuros y el repunte del dólar estadounidense. Los usos omnipresentes del cobre, desde la construcción hasta la transición verde, convierte a esto en el ‘canario en la mina de carbón’ de la desaceleración del crecimiento mundial, lo que indica que los riesgos de recesión están superando a la inflación y que podemos esperar rentabilidades de los bonos estadounidenses más bajas.
Aunque precios han bajado, lejos de desaparecer, creo que el futuro sigue siendo prometedor para este metal. El cobre es fundamental para la transición del carbono a largo plazo, gracias a su combinación única de alta conductividad y coste relativamente bajo. Tomemos, por ejemplo, los vehículos eléctricos que usan alrededor de cuatro veces la cantidad de cobre que requieren los automóviles con motor de combustión interna, mientras que la infraestructura de carga también utiliza en gran medida dicho producto: un cargador rápido necesita 8 kg de cobre de media.
Además, a medida que se desarrollan los mercados emergentes, el uso de cobre crece desproporcionadamente, mientras que la oferta mundial sigue restringida por varias razones. Para los inversores, los puntos de entrada sin duda serán más atractivos cuanto más se acerquen los precios al coste marginal de producción de alrededor de 2,50/lb, con los productores excediéndose a la baja.
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