En las zonas desérticas, las tormentas de polvo y arena suelen ser causadas por los flujos de salida de las tormentas eléctricas o por fuertes gradientes de presión que provocan un aumento de la velocidad del viento en una zona amplia que suele venir después de días de intenso calor.
Para formar una tormenta de arena se requiere de un viento lo suficientemente intenso para levantar las partículas de polvo o arena del suelo y enviarlas a la atmósfera. A mayor tamaño de partículas, más intenso deberá ser este viento. Posteriormente, la atmósfera deberá estar inestable con presencia de vientos ascendentes fruto, por ejemplo, de frentes helados en la región o de intenso calentamiento de la corteza terrestre, como en épocas de particular sequía. Si a eso sumamos altos márgenes de humedad y una atmósfera agitada, es más que probable que se produzca una tormenta de este tipo. Obviamente, esto puede darse únicamente en las regiones en las que hay polvo o arena en los alrededores y en cantidades importantes.
Entre las consecuencias que dejan las tormentas de arena, se destacarían: La visibilidad se reduce y el cielo oscurece, debido a la cantidad de partículas suspendidas en el aire. Esto impide continuar normalmente con la vida cotidiana. Además, pueden ser portadoras de microorganismos y por ende esparcir enfermedades, entre otras consecuencias negativas.
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