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Las izquierdas institucionalizan la figura del bandido generoso

“Ojalá pudiéramos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común.” Eduardo Galdeano
Miguel Massanet
jueves, 25 de agosto de 2022, 10:06 h (CET)

No sabemos si cuando Jesucristo, dirigiéndose a Simón Pedro, le dijo aquellas proféticas palabras: “Tu eres “piedra” y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”pensaba que, a través de los siglos, aquel nombre se iba a hacer famoso y que un número tan considerable de los sucesores de aquel Pedro iban a formar parte del legado que él dejaba. Nada menos que 264 papas son los que han ocupado, a través del tiempo, el solio pontificio, aunque también los ha habido que no han seguido, durante su mandato, las instrucciones de su fundador Cristo y otros que no parece que estén tan preocupados por la marcha de la iglesia, más interesados por cuestiones sociales y políticas con las que, este mundo moderno, por fas o nefas, estáplenamente identificado.


Sea como sea, los católicos crearon una nueva religión que vino a sustituir a aquello dioses mitológicos que, en cada nación, habían ido creciendo como setas creando unos nuevos principios, unas normas de convivencia y unos conceptos morales desconocidos por las antiguas religiones precristianas. El catolicismo, como religión y enfoque de vida, se convirtió en lo que se conoció como la cristiandad, en la religión más divulgada en todo occidente y la mayoría de naciones de la vieja Europa la adoptaron como religión oficial.


Pero los tiempos cambian. Los que se hacen llamar “progres”, los que participan de alguna manera de las ideas de Engels, Stalin, Lenino el propio Bakunin, aborrecen el catolicismo de la misma manera que la Iglesia católica, durante muchos años, desde la revolución bolchevique, ha condenado sin paliativos el comunismo ruso. Ahora tenemos un Papa peronista que parece que tiene un concepto distinto sobre la aberración comunista y ello está haciendo tambalear a una parte de esta iglesia tradicional,  que no renuncia fácilmente a la tradición. Entre unos y otros están consiguiendo que conceptos, tradicionalmente rechazados por la sociedad, sean vistos con cierta simpatía por algunas partes de la ciudadanía moderna.


En mis años de juventud devoraba, uno tras otros, todos los libros de aventuras que podía conseguir. Para mi Julio Verne, Emilio Salgari, el capitán Maine Raid, Stanley Garner, Walter Scott, Agatha Christie formaban parte mis lecturas cotidianas y alimento de mi fantasía desbocada, juntamente con las historias del bandido inglés Dick Turpin o el mítico Robin Hood y los bosques de Sherwood. Entonces no veía más que la parte morbosa de aquellas historias donde el bandido mataba, robaba, secuestraba y castigaba a aquellos hacendados que tenían la mala suerte de caer en sus manos. Con el tiempo me han asaltado serias dudas acerca de la moralidad de aquellas historias, de su poco recomendable ejemplo; del justificar el anteponer el fin a los medios utilizados para conseguirlo; del esparcir una falsa moralina consistente en considerar legítimo utilizar malas artes para hacer un supuesto bien.


Y esto me ha llevado a reconsiderar lo que nuestro gobierno socio-comunista, está poniendo en práctica, consistente en cebarse en lo que considera clases pudientes, entre las cuales incluyen a empresarios, profesionales, baqueros, industriales, comercios etc. muchos de los cuales, a diferencia de lo que sucedía a principios del Siglo XX, ya no pertenecen a un solo dueño, sino que son sociedades anónimas en las que el capital social es aportado por cientos y, a veces miles de ciudadanos que intentan sacar un modesto rédito de su aportación. 


Si señores, aquí tenemos a nuestro particular Robin Hood que se ha instalado, con su corte de colaboradores, al frente de un gobierno que, en definitiva, no tiene otro fin que aprovecharse de los ricos, aplicándoles impuestos, coartando sus libertades, privándoles del disfrute de su patrimonio y poniendo en peligro la viabilidad de sus negocios para, a su libre albedrío, repartir a su aire y no siempre en favor de los más necesitados, e influido por la necesidad de satisfacer las demandas de los que lo vienen apoyando; gabelas, dando ayudas, enchufando a amiguetes y pagando antiguas deudas y favores que, en definitiva, todo se resumea la verdadera intención que se oculta detrás de tanta parafernalia: la compra de votos para el partido socialista y, en su caso y de momento, para sus socios comunistas.

Si ya es discutible que semejantes historias, ficticias o reales, se publiquen como ejemplo de buenas costumbres;  ya no hablemos de que sea el mismo gobierno de la nación el que institucionalice la figura del “ buen ladrón” para justificarse ante la opinión pública de una actuación que, evidentemente, no tiene otra consecuencia que la de atentar de una forma arbitraria, ilegal, improcedente y abusiva contra el legítimo derecho de propiedad reconocido en nuestra Constitución de 1978.  


El propio Gobierno, como representante del pueblo es el que se vale de medios ilegales, absurdos, coercitivos y propios de una dictadura bolivariana, para conseguir sacarles el dinero a todos aquellos que, por desgracia, están a sus expensas debido a que va consiguiendo hacerse con los tres poderes del Estado de derecho; el último de los cuales, el Judicial, está a punto, si Dios no lo remedia, de caer también en sus manos si consigue que la designación de magistrados, para ocupar el CGPJ,sea también de su competencia. Este es el último paso que le queda a Sánchez para evitar que las urnas lo aparten del poder y conseguir, como ha hecho Maduro en Venezuela, que su estancia en la Moncloa se prolongue por encima de los plazos fijados en la Ley, para permanecer al frente del gobierno español.


Ahora, el señor Sánchez, busca el apoyo del nuevo presidente de Colombia, el comunista Petro, para intentar que la América progresista que ha surgido de las urnas últimamente, dependiente de Rusia, sea la que le apoye durante la estancia de España al frente de la UE.Una oportunidad para promocionarse y conseguir que, en el caso de que perdiera las elecciones en España, harto probable por añadidura, el pudiera instalarse en algún empleo de estos que se puede vivir espléndidamente sin dar golpe alguno.


Tanto el señor Feijoo como el señor Abascal de VOX, (Ciudadanos parece que está en vías de disolución) debieran tomar nota de todo lo que se viene escondiendo detrás de los últimos pasos del señor Sánchez que, si bien es alguien del que no es posible fiarse, es un gran experto en venderse y conseguir sortear las dificultades que se le presentan. La tentación que pueden tener de no querer parecer intransigentes o de colaborar mínimamente con el actual Gobierno debiera ser inmediatamente rechazada, porque esta es la última esperanza de que, en algún momento, nos podamos librar de ellos.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos todos que poner nuestro granito de arena para impedir que se nos siga engañando impunemente, tarea en la que el actual ejecutivo tiene puesta todas sus esperanzas de recuperar el terreno perdido a causa de su desastrosa gestión de los últimos años de gobierno.


Y, para elevar el ánimo, una frase de Renato Descartes: “Dos cosas contribuyen a avanzar: ir más deprisa que los otros, o ir por el buen camino”.

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