Los resultados del 20D, aparentemente, presentan el escenario de un país ingobernable, con los dos partidos tradicionales sin capacidad para alcanzar una mayoría parlamentaria suficiente que garantice la formación de un gobierno estable, capaz de afrontar retos de una enorme dificultad como son la salida de la crisis económica y la solución política a la deriva independentista de Catalunya.
Paradójicamente, el PP y el PSOE suman un número de votos que supera, con creces, la mayoría absoluta. Entonces, uno se pregunta: ¿Cómo es posible que el PP y el PSOE no se unan para formar un gobierno fuerte y estable, el que se necesita en nuestro país para superar este momento histórico tan complicado? En cualquier país civilizado se entendería perfectamente la alianza entre los dos grandes partidos, en circunstancias tan singulares y complicadas como las actuales. Pero en España, no. Porque en España, durante las últimas décadas, tanto PP como PSOE han protagonizado innumerables casos de corrupción política y, en su lucha por el poder, no han hecho otra cosa que poner el ventilador, enrocarse en el “y tú más” y fundamentar su superioridad moral en la (supuesta o real) indignidad del otro. La rivalidad entre los dos partidos, mucho menos fundamentada en la praxis política que en cuestiones profundamente espurias, les ha llevado a instalarse en la soberbia inmadurez del adolescente que les impide ponerse de acuerdo en lo fundamental, relegando el interés general del país a un segundo plano, sacrificándolo no se sabe muy bien a qué tipo de pureza identitaria; como ese chaval que es capaz de robarle la cartera a su padre con tal de ganarse el aplauso de sus colegas.
Pero, evidentemente, hay algo más. Si bien, lo que parece recomendar el sentido común es un pacto de gobierno entre el PP y el PSOE, los intereses partidistas lo desaconsejan, porque este pacto le daría la razón a Podemos, al situar el eje del conflicto, no entre izquierda y derecha, sino entre el bipartidismo y las fuerzas del cambio. Un gobierno PP-PSOE haría a Pablo Iglesias jefe de la oposición, convirtiéndolo en el candidato más aventajado para vencer en las próximas elecciones generales, al cabo de una legislatura que se intuye corta. Los debates en el Parlamento se sucederían a un ritmo y a una intensidad difícilmente sostenibles por un gobierno cargado con una mochila repleta de casos de corrupción, desencuentros, políticas antisociales. En cualquier caso, hagan lo que hagan PP y PSOE, en la legislatura que se estrena el próximo mes de enero, van a tener que enfrentarse a una muy complicada vida parlamentaria.
|