A Pedro Sánchez Pérez Castejón, el hombre más embustero que puede haber en el mundo en estos momentos, y al que -por cierto- se le está poniendo cara de “cardo borriquero”, es muy posible que se le esté acabando el tiempo de las “vacas gordas” que ha manejado dictatorialmente y sin pensar en nadie más allá de su persona.
Por lo pronto está enormemente nervioso y violento por mucho que quiera disimularlo; además de grosero, faltón y maleducado. Aunque todo esto no es nuevo: ya le dijo, sin motivo alguno, al presidente Rajoy que era un indecente, calificativo que ahora le cuadra a él mismo, pero por merecimientos innegables. Es además un miserable porque no se puede insultar a los empresarios que pagan más impuestos que en cualquier otro país y son el sostén de los puestos de trabajo y de la producción en general, mientras que él crea funcionarios -en exceso- que no contribuyen a la riqueza nacional. No puede hablar despectivamente de “los de los puros” para designar a quienes trabajan por nuestra economía, jugándose sus cuartos, y trabajando más que nadie y en muchos casos obsequiando a los españoles con bienes de equipo para su bienestar en ausencia culpable del gobierno.
Este cateto integral olvida, sin embargo, que él y los más cercanos de su gobierno y de su partido están concernidos negativamente en el significado de muchas palabras que empiezan por “p” como Putin, Podemos, perjurios, persecuciones, prebendas, podredumbre, pillerías, prevaricaciones, puterío, prohibiciones ilegales, puticlubs, etc.
Muy poca categoría y mucha caradura es la constante de este déspota que cada vez que tiene ocasión hace un desplante al jefe del Estado, S.M. Felipe VI. Y que a medida que pasan los días se confunde más con quienes quieren a una España republicana y en manos del comunismo.
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