Por fin, el PP y el PSOE, han llegado a un acuerdo aunque para ello, uno de los dos, haya tenido que taparse la nariz al acercarse al otro. No me importa quien es quien. Ambos han votado la reforma de la nunca bien denostada ley del “Sí es Sí”.
A pesar de que lo necesario, conveniente y oportuno hubiese sido anularla totalmente, tendremos que conformarnos con algunos retoques, pues estamos seguros e que otra cosa no se hará. Pero lo que causa aversión y rechazo de la misma es la soberbia inconmensurable de los componentes del partido político ¿o jarca? Podemos. Nefasta ley concebida, gestada y parida en contra de los consejos, admoniciones y prevenciones que sobre la aplicación de ésta, expusieron en su contra expertos en leyes así como otros, no versados en ella, pero sí con suficiente discernimiento para prever y temer las nefastas consecuencias que su aplicación acarrearía. El perjuicio ocasionado ya no se puede remediar ni solucionar. Como consecuencia de la puesta en práctica de esta, hasta ahora, han visto sus penas reducidas que los acercarán a la libertad 979 violadores. Los excarcelados por los beneficios, no caídos del cielo, sino que la aplicación de dicha ley, como un premio de lotería inesperadolos ha beneficiado,andan ya por la centena. La jarca de Podemos ha mantenido su empecinamiento, soberbia y postura irreductible, a sabiendas del mal que ocasionaba a todas las víctimas de abusos y pederastia. Hasta la misma Manuela Carmena dijo, refiriéndose a la testarudez de Irene Montero, que su postura era consecuencia de una soberbia pueril. No, no es infantil esta actitud. Irene Montero ya es mayor de edad y sabe dónde le aprieta el zapato. Es consecuencia de una soberbia desmedida e inconmensurable. De lo que se trata es de hacer valer la frase española de “lo que yo digo va a Misa”, o la otra de “yo los pongo sobre la mesa y aquí mandan mis c…” No es otra cosa, ni falta de raciocinio. Es altanería y soberbia en estado puro. Es la consecuencia de la puesta en práctica del refrán, también muy hispano de “si quieres saber quién es fulanillo, dale un encarguillo”. Pero lo malo es que estamos sabiendo quién es fulanilla, no porque le han dado un encarguito, sino nada más y nada menos que todo un Ministerio, que, en manos de Irene Montero está produciendo daños irreparables. Es lógico, si a alguien que no ha sido nada en su vida, y a lo más que ha llegado a ser es una dependienta-cajera de una tienda. Se encuentra con que, por ser compañera del dirigente de un partido, cuando éste pasa a formar parte del gobierno, la nombra ministra, se da cuenta de que tiene demasiado poder, aunque el cargo le venga grande. Aquí llega el momento de la desmesura y el inicio de los dislates. Disparates sin cuento y perjuicios irresolubles que se mantienen y no se rectifica. En un equipo de fútbol, cuando solo recoge fracasos y pierde partidos, a quien se despide es al entrenador. En este caso el entrenador es Pedro Sánchez, pero ya que éste, a pesar de sus fracasos, errores y continuas ridículos cometidos, de tal manera que su ejecutoria, si fuese un escrito, tendría más tachaduras que aciertos, no dimite, tendría que cesar a Montero, pero no es que no se atreva, es que no puede hacerlo, porque gobierna en tenguerengue, sostenido por tres patas inestables, siendo una de las que lo sostiene en el machito, la tribu de Podemos de la que si toca a algún miembro, una de las patas se le cae, y posiblemente se vería forzado a convocar elecciones que son un morlaco que, aunque tiene que torearlo, le da todas las largas que puede. Por ahora tendremos que soportar a ambos, sus memeces, desaciertos y perjuicios que nos están causando.
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