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La pesadilla de que los idiotas y los ignorantes lleguen al poder el 23-J

José Díaz, Las Palmas de Gran Canaria
Lectores
lunes, 5 de junio de 2023, 08:54 h (CET)

La maquinaria electoral para las elecciones del 23 de julio de 2023 está en marcha. Los/as candidatos/as están pletóricos y algunos andan ya frotándose las manos adelantándose a los acontecimientos y a unos resultados electorales favorables que les concederán una victoria y, por ende, un escaño en el Congreso de los Diputados y en el Senado. Otros se conforman asegurándose un escaño político, aunque sea en la oposición — porque desde la oposición también se lucran y además se aseguran privilegios y un trabajo 'chic' que requiere la 'ley del mínimo esfuerzo'. ¿Para qué complicarse? Si desde la oposición también se vive bien acomodado y gozan igualmente del glamour de la política burguesa (como una celebrity más). Aquí la cuestión es entrar y coger asiento — y ya luego, Dios dirá.


En esta democracia burguesa, representativa y, reitero, que no democracia directa ni democracia participativa, sólo se benefician unos pocos. No me ando con rodeos, ni me tiembla el pulso a la hora de decir que la amplia mayoría de los candidatos/as en este proceso electoral (la cual considero mera liturgia) se presentan única y exclusivamente a título lucrativo. El objetivo principal: para algunos alfiles del bipartidismo será conquistar el poder y apuntalarse en el Gobierno a toda costa; otros ansían asegurarse un escaño electoral durante la próxima legislatura como 'modus vivendi' y con su amplio abanico de privilegios, más allá de dietas y viajes, un sueldo desorbitado [con privilegios fiscales] cuya cuantía cuadriplica y, en algunos casos quintuplica el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) en comparación al 99.9% de trabajadores/as en toda España. A mí, personalmente, se me caería la cara de vergüenza en su lugar conociendo de primera mano los índices de desempleo, pobreza y exclusión social en todo el país. Y lo mismo va para todas aquellas familias que no llegan ni a mitad de mes con una mísera ayuda de 420 euros. Es sumamente indignante y deplorable.


España sitúa oficialmente la tasa de paro en el 13,26% (ya de por sí, es un índice de desempleo característico de cualquier país tercermundista). Pero lo lamentable es que estas cifras no son reales por el simple hecho de manipular la fórmula y el cómputo estadístico de desempleo. Una triquiñuela más del Gobierno de España y el SEPE. Me atrevo a cuestionar las cifras oficiales de desempleo para inferir que la cifra de paro real en España supera con creces a esas cifras maquilladas por el Gobierno y SEPE. Aún así, España sigue liderando el desempleo en la Unión Europea — es una auténtica aberración. Y más cuando el pleno empleo es posible en nuestra querida España( y no es una utopía). Otra cosa muy distinta es que el pleno empleo no le conviene/interesa a la tiranía del Capital y al modelo depredador neoliberal. Así de claro. 


Desde mi posición crítica y contrahegemónica, reivindico el pleno empleo y un trabajo digno y decente para todos/as por derecho. Tal y como consta en el Artículo 35 de la Constitución Española. Esto es fundamental para darle la estocada de muerte a la precariedad y a la temporalidad de una vez por todas.


Lo que es absolutamente vergonzoso y lamentable, es que en cuarenta años de democracia en España ningún político y ningún partido que haya gobernado en el Gobierno de España haya sido capaz de diversificar nuestro modelo económico. Nuestra clase política aburguesada tiene una mentalidad cortoplacista — aún pudiendo invertir con miras al futuro en áreas de investigación, desarrollo e innovación. La diversificación del modelo económico de España debería ser ya una cuestión de Estado. Y más aún, si aspiramos como sociedad a un futuro económico sostenible conducente a la creación de empleo. A ver si cala en la clase política de una vez por todas.


La ciudadanía tiene que despertar y tener unos mínimos de concienciación social y política: a la clase política aburguesada canaria sólo les preocupa su ego y posición social; sus promesas electorales son cantos de sirena; y sus programas electorales no valen ni el papel en el que están impresos. Me atrevería a decir que ni ellos mismos se creen lo que prometen. Ahora bien, si la culpa de todos los males se atribuye a la clase política es porque nosotros/as, como ciudadanos/as, se lo consentimos (ya sea tácita o explícitamente). Ahí la ciudadanía ha de ser consecuente a la vez que reivindicativa. La ciudadanía tiene el deber y la responsabilidad de exigir transparencia y rendición de cuentas a la casta política en todos los ámbitos.


Estos 'politicuchos' no son nadie sin nuestro voto mediante el cual se les otorga cierta legitimidad democrática representativa — son humo y nada más que eso. Por tanto, no es de extrañar cruzarnos en plena campaña electoral con algún candidato/a político/a caminando por la calle y entablando conversación en 'plan campechano' con algunos ciudadanos/as mendigando votos. Pero recuerden en todo momento que todo este espectáculo forma parte de una estrategia electoral maquiavélica calibrada al milímetro.


En cuanto al nivel de los político/as en la actualidad ¿qué puedo decir? La extensa mayoría simplemente no llega al grado. Ya no quedan gigantes políticos como nuestro Julio Anguita — político íntegro y coherente hasta el final de sus días. Un político ejemplar cuya conciencia y pulcritud ética no tiene parangón. Muy querido en el seno de la Izquierda y respetado en el seno de la derecha. Porque Anguita era mucho Anguita. En cambio, el bocazas impresentable del ex-Ministro José Bono siempre anduvo corto de dos neuronas para una sinapsis.


Permítanme hacer una apreciación incisiva al respecto. Vamos a poner los puntos sobre íes. Quisiera hacer énfasis en que la mayoría de los candidatos/as no son políticos instruidos — y válgame Dios si algún candidato en alguna lista electoral ha leído a Platón, a Hobbes, a Locke, a Rousseau, a Maquiavelo, a Kant, Adam Smith; Keynes, o incluso a Marx como corpus teórico esencial de la política. Honestamente, dudo que la mitad de los candidatos hayan tocado un libro en su vida. Y si alguno de estos candidatos llega al bachillerato — ya es de apreciar. No obstante, nada de lo expuesto anteriormente tiene valor ya, ni siquiera es un requisito para meterse en política. Por lo tanto, hasta un bonobo podría hacerlo. Sólo que un bonobo es más noble.


A pesar de sus grandes promesas y dudosos compromisos con el electorado, los/as políticos/as no son seres extraordinarios sacados de la mitología griega. A cuál Perseo montado a lomos de Pegaso. Y aunque algunos políticos a veces tienen ese aire reminiscente de aquellos Dioses que moraban en el monte Olimpo — les puedo asegurar con toda garantía que no son más que personas de carne y hueso como usted, estimado lector y, como yo. Es más, le puedo garantizar que ese aura de políticos celebrities es tan solo un fenómeno y producto de los focos mediáticos y estrategias de márketing político. Tampoco vayan a pensar ustedes que por regla general los políticos son la nata y crema de la 'intelligentsia' — muy lejos de serlo. Son intelectualmente pobres. Muchos aún siguen atrapados en la alegoría de la caverna de Platón. Pero aquí entra en juego el postureo y las apariencias que van perfilando los medios de comunicación y una sutil psicología de masas. Y es precisamente este fenómeno de celebrity lo que juega con nuestra Psique mientras estos pobres idiotas e ignorantes se endiosan (alguno/a hasta el punto de rozar una megalomanía patológica).

Estamentariamente, me atrevería a caricaturizar a la clase política aburguesada como la nueva aristocracia de España y el conjunto de sus autonomías. 


Los/as trabajadores/as al igual que los/as autónomos/as son los que generan riqueza a la economía y contribuyen al erario público. ¿Pero qué aporta un político aburguesado parasitario viviendo a cuerpo de rey a costa de las arcas públicas? ¿Usted como contribuyente está conforme sufragando el alto tren de vida que lleva la clase política? Tómese el tiempo que necesite para digerirlo y dedicarle una reflexión.


Mientras sigamos consintiendo el paradigma actual de la democracia burguesa, seremos tan culpables implícitamente como parte del problema estructural. Es, precisamente por esto, por lo que la ciudadanía desencantada con la política y los políticos de siempre, debe dar un voto de castigo a la casta política para expresar su malestar y disconformidad. Y como sociedad, aspirar a recuperar las riendas del poder popular, aquella que les otorga legitimidad a la clase política, para recordarles que son ellos quienes sirven a la ciudadanía y no al revés.


El espacio político es bien amplio y diverso. Como electorado, logramos lo que en su día era algo impensable: romper con el sistema del bipartidismo. Debemos seguir por esta senda de una política más heterogénea. A diferencia de los partidos políticos, no me considero en posición como para decirle a nadie a quien votar. Ese paternalismo político no va conmigo. No obstante, tengo el deber y la responsabilidad de disuadirlos por cautela de cualquier opción extremista. Una involución política sería un escenario terrible para la sociedad. En todo caso, necesitamos progresar y avanzar políticamente como sociedad mediante la conquista de derechos sociales, reforzar/blindar el Estado de Bienestar y consolidar una cultura política ética para desterrar males endémicos como la normalización e institucionalización de la corrupción, además del nepotismo y la endogamia.


Como politólogo y un ciudadano más, considero que ya es hora de romper las cadenas que nos someten; y como sociedad adquirir conciencia de clase para comprender que la política no es, ni debería ser, patrimonio exclusivo ni un cortijo de la clase política aburguesada. Es por ello que insto a la ciudadanía a construir cultura política (a modo de proceso constituyente) con el fin de retomar posesión del poder popular y tomar decisiones electorales desde una posición más educada e informada. No es tarea fácil, pero es responsabilidad de todos/as los/as ciudadanos/as como parte indivisible de ese contrato social que nos vincula.


Aprovechemos este 23 de julio de 2023 para recordarles a más de un político que somos mayoría — somos el 99.9% Ciudadanos/as; trabajadores/as; autónomos/as y desempleados/as. La mayoría, maltratados y machacados por el sistema para que ese 0.01% que representa la clase política viva como Dios. Aprovechemos esta próxima cita electoral para enviar un mensaje claro y contundente. Nosotros/as, la ciudadanía, exigimos una cantera política de alto perfil; nos negamos rotundamente a sostener una democracia burguesa que beneficia únicamente a los intereses de la clase política aburguesada; y finalmente, aspiramos a retomar las riendas del poder popular que nos pertenece para ponerle fin a este espectáculo y a esta dinámica de política parasitaria para que unos pocos vivan de lujo como la nueva aristocracia española a costa del sudor de los demás. Nuestro objetivo fundamental será arrebatárselo todo. Y hasta aquí mi labor como Robespierre: hasta que la guillotina vuelva a ponerse de moda.

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