Durante el verano, sensaciones como la pesadez y el picor en las piernas, el cansancio, los calambres o la hinchazón en los tobillos son más habituales. Estos son algunos de los síntomas más comunes de la enfermedad venosa crónica (EVC), una de las patologías que más impacto tiene en la calidad de vida de los pacientes, pero que, en general, está infradiagnosticada e infratratada porque suele percibirse como un mero problema estético.
El trastorno venoso crónico cubre un amplio espectro, ya que comprende las diferentes anomalías morfológicas y funcionales del sistema venoso de larga duración; es decir, desde las venas reticulares hasta las úlceras venosas1. De hecho, en España “la enfermedad venosa crónica es uno de los 10 problemas de salud en los mayores de 15 años, ya que son el grupo de población que la padece con mayor frecuencia”, concreta Alma Castan, enfermera especialista en heridas y compresión de Essity, compañía líder en el cuidado de la higiene y la salud a nivel global.
Las venas varicosas, una de sus manifestaciones clínicas cuya prevalencia está más extendida en la sociedad, son una afección que se torna visible porque las venas se dilatan. Aparecen por el debilitamiento y disfunción de las válvulas del sistema venoso, que son las encargadas de controlar la circulación sanguínea hacia el corazón. Cuando hay un aumento de la presión venosa, la sangre puede acumularse en las extremidades inferiores y quedarse acumulada en los vasos sanguíneos, derivando en la dilatación venosa. Por tanto, suelen aparecer en las pantorrillas y en la cara interna de las piernas. Además, son rápidamente identificables porque la propia hinchazón de la vena es el primer síntoma visible, adquiriendo una tonalidad morada o azul, y pueden conllevar un riesgo grave para la salud.
“Debido a la vasodilatación de los vasos sanguíneos que se produce con el aumento de las temperaturas, los síntomas de la enfermedad venosa crónica se agravan en verano”, explica Alma. “La alteración que existe en las venas de forma previa empeora con el ascenso del calor, por eso una recomendación para modificar uno de los factores de riesgo asociados a la patología es evitar la exposición a fuentes de calor de forma habitual y continuada como chimeneas, radiadores o braseros”, prosigue.
En este sentido, los expertos ponen el foco sobre los factores de riesgo que son modificables. Y es que no todos cumplen estas características, ya que “algunos de los factores que se asocian con frecuencia al desarrollo de la insuficiencia crónica no se pueden evitar con posterioridad, como son la edad avanzada, la genética, o el haber estado embarazada”, afirma la enfermera de Essity.
En consecuencia, las mujeres se ven más afectadas por las diferentes manifestaciones de la enfermedad venosa crónica, una patología que no tiene cura y cuyos síntomas siempre están presentes. Así, los embarazos, el parto o la toma de anticonceptivos hormonales se pueden considerar factores de riesgo específicos de la población femenina.
Sin embargo, la población sí puede cambiar otros aspectos de su vida. Por ejemplo, “aquellas personas que están de pie muchas horas al día deberían utilizar medias de compresión para prevenir la patología. También es recomendable evitar las prendas que nos aprieten y los calcetines o zapatos muy estrechos”, desarrolla Alma. Y es que la presión ejercida sobre las venas es otro de los factores que puede favorecer la aparición de venas varicosas. Por tanto, las personas cuyas profesiones requieren estar muchas horas al día levantado son más susceptibles de tener peor circulación sanguínea y, por tanto, dilatación de las venas.
Hábitos de vida saludables para reducir el impacto de las venas varicosas
Además de los factores no modificables o más vinculados al ámbito laboral, es posible prevenir la insuficiencia venosa crónica si se lleva un estilo de vida saludable. El ejercicio y el tipo de alimentación son clave para ello. Los especialistas recomiendan mantener una dieta balanceada que sea baja en grasas saturadas y rica en fibra para combatir el estreñimiento, otro de los factores que pueden contribuir al desarrollo de la enfermedad.
En cuanto al ejercicio, éste debe realizarse de forma regular. Caminar, correr o nadar son algunas de las actividades más recomendadas por los expertos para favorecer la circulación sanguínea, mejorar el retorno venoso y el fortalecimiento de los músculos. Además, actividades sencillas como elevar las piernas sobre el nivel del corazón ayudan a que la sangre fluya mejor y se reduzca la presión de las venas. Aplicar agua fría en las piernas y tobillos también mejora la circulación y puede ayudar a prevenir las varices.
La terapia de compresión es la medida más efectiva para el tratamiento de la enfermedad venosa
La terapia de compresión está considerada una de las mejores opciones terapéuticas para el tratamiento de los pacientes que sufren o pueden sufrir problemas venosos, ya que es una terapia no invasiva que puede estar a disposición de los pacientes de forma sencilla. “Es uno de los tratamientos más utilizados, mediante el uso de medias de compresión, vendajes de compresión o sistemas autoajustables tipo velcro”, señala la enfermera de Essity. “Una ventaja excepcional de este tipo de terapia es que nos sirve tanto para la prevención como para el tratamiento de la enfermedad venosa crónica”, concreta.
Para que cumpla su objetivo, el funcionamiento del sistema de compresión y los materiales también son importantes. “La consolidación de alternativas disponibles en el mercado a través de marcas como JOSBT para tratar a pacientes con enfermedad venosa nos permite individualizar el sistema según las necesidades de cada persona”, remarca Alma. “En la actualidad sabemos que las medias de compresión o los sistemas autoajustables tipo velcro pueden prevenir la aparición de la enfermedad venosa crónica, así como de la úlcera venosa o del edema. Por tanto, mediante sistemas fáciles de poner favorecemos la circulación venosa de la zona y nuestro estado de salud”, concluye.
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