Según la Sociedad Española de Gastroentoloría Pediátrica Hepatología y Nutrición (ESPGHAN), una gran cantidad de niños y adolescentes sanos europeos presentan déficit de vitamina D. Esta vitamina es una molécula imprescindible para el desarrollo y funcionamiento de nuestro organismo, especialmente durante los primeros años de vida. Además, es liposoluble (se disuelve en grasas y aceites), y se sintetiza en la piel gracias a la acción de la luz solar y se puede obtener además en menor cantidad a través de los alimentos que la contienen de manera natural (pescados grasos) o que han sido suplementados por ella (huevos, la mantequilla, margarina, entre otros).
“Sus funciones consisten principalmente en mantener huesos, músculos y nervios saludables, apoyar el sistema inmunitario y ayudar al cuerpo en la absorción del calcio que se encuentra en los alimentos. En este sentido, la vitamina en cuestión es uno de los micronutrientes más importantes para la salud de las personas de ahí la importancia de ser suplementado en casos de deficiencia para evitar complicaciones”, explica la Dra. Ana Ortiz, gerente del Área de Salud Farmasierra.
Las personas con mayor riesgo de sufrir carencia de vitamina D son los adultos mayores, las personas con obesidad, celiaquía u otras enfermedades e incluso los bebés lactantes. Un déficit en los primeros meses de vida puede afectar el desarrollo del niño, incrementar el riesgo de raquitismo (enfermedad que debilita y ablanda los huesos) y patologías como la diabetes mellitus, la obesidad y enfermedades infecciosas, entre otras. Por este motivo, cuando el aporte de forma natural es insuficiente en niños, suele recomendarse la suplementación con vitamina D3 o vitamina D2. Hasta hace poco se pensaba que ambas formas de vitamina D eran igual de eficaces en el organismo. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que cuando se trata de elevar los niveles de vitamina D en la sangre, la vitamina D3 entre un 56 y un 87% más eficaz que la vitamina D2.
Carencias de vitamina D en bebés
Durante los primeros meses de vida en el seno materno, el bebé suele tener aportes suficientes de vitamina D, ya que la recibe por parte de la madre y la almacena durante el embarazo. Sin embargo, dicho almacenamiento no asegura la aparición de posibles carencias en un futuro.
En la primera infancia es crítico garantizar los niveles adecuados de vitamina D, especialmente en aquellos niños que por distintas causas estuvieran en riesgo identificado, como es el caso de niños prematuros, hijos con lactancia materna o lactantes alimentados con leche de fórmula no suplementada, niños con baja exposición a la luz solar bien sea por hábitos culturales o por usar filtro solar en los paseos al aire libre, niños con piel oscura o niños obesos.
Por ello, la Asociación Española de Pediatría recomienda que los lactantes menores de un año alimentados al pecho o con leche de fórmula adaptada deben recibir un suplemento diario de 400 UI de vitamina D. La suplementación de este micronutriente en niños y bebés lactantes es recomendada, especialmente en bebés amamantados menores de un año, bebés que toman leche de fórmula y niños prematuros menores de un año.
“En los más pequeños, la vitamina D es igual de fundamental que en los adolescentes y adultos. De hecho, su caso es más complejo, debido a que su fuente principal de alimento es la leche materna, la cual es naturalmente pobre en vitamina D; y a su vez, su exposición al sol es casi nula. Esto último se debe a la necesaria protección frente a la exposición solar en edad pediátrica para evitar quemaduras y problemas relacionados con la piel”, asegura la Dra. Ana Ortiz.
Anteriormente, una moderada exposición al sol y una alimentación variada y saludable satisfacían la mayoría de los requerimientos de vitamina D en los niños; pero en los últimos años, se han producido muchos cambios en el estilo de vida. En la actualidad, es habitual la creciente inactividad física de los niños en el exterior, las restricciones de ciertos alimentos e incluso la excesiva protección solar. Estas modificaciones también han contribuido al incremento de deficiencia de vitamina D en los más pequeños.
Los beneficios de alcanzar los niveles óptimos de vitamina D, ya sea de manera natural o con ayuda de suplementos, son varios. Sin embargo, en caso de suplementación, es fundamental informarse sobre su dosis apropiada, ya que el exceso vitamínico tampoco es saludable y trae consigo otras consecuencias. La cantidad general recomendada de vitamina D para los bebés menores de un año es de 400 UI al día . No obstante, cada bebé y niño es diferente. Por lo tanto, se aconseja primero consultar con un pediatra con el fin de corroborar efectivamente que los niveles de vitamina D son bajos o para recomendar una dosis diferente en caso de que fuera necesario.
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