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«Los animales tienen un alto concepto de la justicia, pero nosotros la sofisticamos mucho más»

Entrevista realizada al director de cine, guionista y escritor Manuel Ríos San Martín, tras la publicación de su nueva novela titulada ‘El olor del miedo’
Herme Cerezo
lunes, 18 de septiembre de 2023, 11:05 h (CET)

Ha recorrido ya media geografía española con la promoción de su nueva novela. Manuel Ríos San Martín acaba de publicar ‘El olor del miedo’ (Planeta), un thriller singular, en el que la policía debe aclarar el asesinato – perdón, no sé si se puede denominar así – de Blanca, una elefanta albina del Bioparc de València. Con ese punto de partida, Elena, una veterinaria de dicho centro, ayudada por su pareja, Cristina, y por su compañero Sidy, trata de averiguar qué se oculta detrás del crimen. Pero la policía, representada por los inspectores JP y Violeta, un veterano de colmillo algo retorcido y una casi debutante, también tercia en el asunto e investiga lo sucedido. Por en medio, la trastienda, las bambalinas de unos personajes que no son de trampa ni cartón, sino criaturas que viven su propia existencia al margen de su oficio policial. A las cinco de la tarde de un martes de septiembre, mientras por la calle ululaban las sirenas de los vehículos policiales o de los bomberos, tan usuales por la zona que habito, comenzamos nuestra conversación.


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Manuel, ¿cómo surge la idea para escribir ‘El olor del miedo’?

Desde niño me fascinan los animales. En vez de libros infantiles, mi madre me leía enciclopedias de Félix Rodríguez de la Fuente. Por lo tanto, es algo que siempre he llevado en mi cabeza. En una estancia en València, coincidí con Pepa Crespo, responsable de comunicación del Bioparc. Me interesó lo que le escuché decir y le pregunté si podría visitar la instalación. Abusando de su amabilidad conviví junto a los cuidadores durante tres o cuatro días. Así conocí la operativa habitual con los animales. Pasé una noche allí y se me quedó la imagen de un lugar misterioso, lleno de ruidos nocturnos. Sin duda daba pie a contar un policíaco que se desarrollase en aquel entorno. La muerte de la elefanta era el nexo de unión de todas las ideas que había ido almacenando en mi cabeza.


Tú eres director de cine, guionista y escritor, ¿los procesos creativos son muy distintos?

Digamos que el inicio es muy parecido, pero en cuanto te sientas a escribir es muy diferente, porque un guión cinematográfico es algo muy escueto, con poca acción y muchos diálogos. Después un montón de personas, actores, músicos, etcétera, va a mejorar tu trabajo, mientras que en un libro solo estás tú, con tu imaginación, y el lector, al que has de proporcionarle todos los datos, ya que nadie lo va a hacer por ti.


Imagino que eres consciente de que ‘El olor del miedo’ es una novela muy visual, muy para la gran pantalla.

Lo que me gusta de la literatura es que el lector vea en su cabeza lo que yo le cuento. No me interesa una escritura que le deje fuera. Siempre intento que se sienta como en el escenario donde están mis personajes. Para eso he de recrear también la parte visual. Por ejemplo, si están en un zoológico por la noche y los personajes pasan miedo, pretendo que el lector lo perciba también. Por tanto, en ese sentido, mi forma de escribir sí es muy visual.


‘El olor del miedo’ tiene 549 páginas, divididas en 136 capítulos bastante cortos, ¿por qué has escogido esa estructura?

Me salieron un poco así, pero es verdad que vivimos una época en la que todo es muy inmediato, muy breve. Nos movemos por las redes sociales, por los tuits o por Tik-Tok y la gente se ha acostumbrado a mantener la atención durante periodos cortos. En consecuencia, esa estructura funciona muy bien. También es una pequeña trampa que los escritores tendemos a los lectores, que consumen lectura muy deprisa y que, cuando acaban un capítulo, piensan que necesitan leer otro, que también es corto, y de este modo leen unos cuantos más.


Como has anticipado, la novela se inicia con la muerte de Blanca, una elefanta albina del Bioparc de València, ¿los elefantes albinos son una especie escasa?

Sí, hay pocos, pero los hay. Y también leones y tigres. No es que sean blanquísimos, tienen un tono rosado, pero se percibe bien que son albinos. En Barcelona tuvimos el ejemplo de Copito de Nieve, que era un gorila blanco y esa especie sí que escasea.


En España matar a un animal no se considera asesinato. ¿La policía investiga esos casos con procedimientos análogos a los que utiliza en las muertes de los seres humanos?

Antes de escribir la novela me puse como condición hablar con la policía. Formulé la consulta y me respondieron que este caso concreto lo investigarían exactamente igual que si se tratara de un ser humano. Ybajo esta premisa comencé a trabajar. Luego es cierto que el castigo es mucho menor, porque creo que la pena por matar a un animal como el que nos ocupa es de unos dieciocho meses. Una cosa distinta es que el inspector, que he introducido en la novela, resulta un tanto descreído por tener que investigar la muerte de un bicho, aunque a medida que avanza en sus pesquisas su punto de vista cambia un poco.


Sin embargo, no ocurre lo mismo con la jueza que interviene en la novela, menos receptiva que la policía.

También pregunté a una jueza, aunque luego escribo lo que yo quiero [risas], que me contestó que no se podía destinar demasiados recursos a este tipo de asuntos. Su respuesta me vino muy bien para que el interés judicial actuase como contrapunto en la investigación de la novela.


Dos protagonistas: JP, intuición y memoria, y Violeta, apuntes y tablet, dos sistemáticas diferentes para un mismo operativo investigador. ¿La policía actual se encuentra en una encrucijada determinada por policías veteranos, aferrados a los métodos de siempre, y policías jóvenes que desarrollan su trabajo apoyándose en las nuevas tecnologías?

Bueno, hay también policías veteranos que han entrado de pleno en estas técnicas. De hecho, ya no se puede investigar sin utilizarlas. Yo hice algún curso impartido por algún excomisario y las nuevas tecnologías estaban muy presentes en las explicaciones. Evidentemente, los policías jóvenes ya llegan con esas ideas incorporadas y, con toda probabilidad, hay también policías como JP en la novela, más intuitivos, a los que les cuesta un poco poner por escrito todas las investigaciones.


A lo largo de la novela, observamos una evolución en la relación entre JP y Violeta. Ambos aproximan sus propios mundos.

A mí me gusta que los personajes cambien durante las historias, que aprendan algo, que les surjan dudas. A JP, que es un viejo rockero, se le tambalea un poco su mundo, ya que él tiene una nieta que está deprimida porque han matado a la elefanta. Y eso le lleva pensar y comportarse de otro modo, igual que en la relación con Rosa, su mujer. Pretendo que mis policías sean muy humanos, a fin de cuentas no sólo son personas que llegan a un lugar para hacer preguntas. Tienen su vida propia y hay que quererles.


El procedimiento de la autopsia de una elefanta no debe resultar sencillo desde el punto de vista de la logística. ¿Cómo lo hacen?

No lo cuento en la novela para no entristecer a los lectores, ya que es un poco trágico, porque al ser un animal tan grande han de cortarlo por piezas. Pero no todo es malo, ya que suelen llevarlos a la facultad de Veterinaria y sirven para aprender y trabajar con ellos.


Cuentas en ‘El olor del miedo’ que los animales hacen duelo cuando muere un miembro de su manada.

Sí, es verdad. Los elefantes suelen ser los animales a los que más les afecta la muerte de un miembro de la manada. Se cuenta que se quedan dos o tres días alrededor del cadáver oliéndolo. Incluso cuando en sus migraciones vuelven a pasar por el lugar donde murió su congénere, permanecen allí un rato. Los chimpancés también observan un cierto duelo. En Madrid hay un refugio de chimpancés que funciona muy bien y su responsable me contó que hubo un macho que estaba platónicamente enamorado de una hembra. Pero un día ella murió y él se pasaba las noches aullando y llorándola. Transcurrido un mes, los demás chimpancés le pegaron una paliza como diciendo hasta aquí hemos llegado. Y funcionó, porque al día siguiente el chimpancé enamorado se buscó una nueva hembra y volvió a hacer con ella lo mismo que con la otra.


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En la novela flota un triángulo amoroso, dos mujeres, Cristina y Elena, y un hombre, Sidy, tres personajes con una relación nada sencilla.

Es cierto. Pienso que ‘El olor del miedo’ es una buena novela para que aquellos que quieran iniciarse en la literatura negra lo hagan. Contiene algunos elementos propios de novelas de otros géneros y los personajes presentan unas vidas más desarrolladas. Y repito que para lectores primerizos puede ser una primera lectura negra ideal.


Hablas también sobre la maternidad. ¿El sentimiento de maternidad entre seres humanos y animales es muy diferente?

Pues vivimos muy alejados de la naturaleza, pero sí que hay un instinto que se mantiene, aunque ya no es tan natural y, en ocasiones, nos provoca un cierto sentimiento de culpa. Los chimpancés viven la maternidad con plena naturalidad y, cuando nace una cría, las hembras jóvenes quieren arrebatársela a la madre, porque ven que disfruta mucho con ella. Es una especie de envidia que en nuestra sociedad no se da. Los padres vivimos tan estresados que los que nos ven no quieren quitarnos al hijo, porque ellos no desean estresarse, e incluso se plantean la posibilidad de no tener descendencia. Hemos perdido un poco esa sensación que conservan los chimpancés.


Ya hemos hablado de la muerte de los animales, del amor, de la maternidad… A lo largo de la novela creo que has tratado de establecer un paralelismo entre la vida animal y la humana. ¿Es así?

Sí, me gusta que el narrador los compare continuamente, porque todos somos animales. Y así vemos cómo es la justicia para los animales y para nosotros. Si una cebra muere en la sabana africana nadie lo investiga, pero si fallece una persona en una ciudad sí lo hacemos. Los humanos desarrollamos una enorme parafernalia con policías, jueces, salones para juicios, cárceles, etcétera. Los animales también tienen un alto sentimiento de la justicia, pero nosotros lo sofisticamos mucho.


Nuestro mundo occidental es fundamentalmente urbanita, mientras que los animales, excepto perros, gatos, pájaros y alguna otra especie doméstica, viven al aire libre, en el campo, en la montaña o en la selva, ¿las redes sociales se han convertido en nuestra jungla actual?

A veces sí, a veces resultan violentas y desagradables. Pero creo que también es nuestra responsabilidad. Hemos de decidir a quién seguimos. Si sigues a gente que habla de animales, música o fotografía es estupendo, porque tienes unas redes sociales amables. Hay que seguir a la gente que puede aportarnos algo y no hacerlo con quienes se comportan de una manera nociva.


Cuentas que los humanos y los animales compartimos el miedo a la oscuridad, a ser devorados durante la noche. ¿Cada amanecer significa la esperanza de vivir un día más?

Arsuaga dice que en el bosque, de noche, da mucho miedo y más debería dar en la Prehistoria. Por ejemplo, las jirafas del Bioparc de València, que son los animales más miedosos que hay allí, en cuanto llega la oscuridad marchan hacia la puerta de su cobijo y allí se tumban tranquilamente para dormir. Sin embargo, las jirafas en libertad duermen de pie y siempre están alerta ante la amenaza que les suponen los leones, que son cazadores y tienen muy buena visión nocturna. 


A veces escucho decir que València no tiene quien le escriba, o que se escribe poco sobre nuestra ciudad. ¿A alguien de fuera como tú, con una mirada fresca y diferente, le resulta más fácil escribir sobre ella que a nosotros mismos?

Es curioso pero nunca he escrito ninguna novela que suceda en Madrid, mi ciudad. La primera transcurría en Atapuerca, Burgos; la segunda, en Extremadura; y esta tercera, en València. Yo voy a donde me llevan mis historias: excavaciones, una iglesia, un buen parque como el Bioparc… Tengo muchos amigos valencianos y conozco esta ciudad medianamente bien, cuenta con un buen festival de novela negra y me decidí por ella. Y me ha funcionado como escenario, aunque no pretendía que resultase una novela llena de mil detalles valencianos. Solo los imprescindibles. Por ello he introducido pequeños guiños en el lenguaje para ambientarla.


¿Si una persona no deja descendencia es como si no hubiera existido?

No, no, los animales sí, pero nosotros somos capaces de dejar otras cosas. La cultura abarca tantos aspectos en nuestra vida que podemos legar libros, películas, pinturas… Hoy, la manera de trascender no es solo teniendo hijos, sino con todo lo que tú aportes a la sociedad. Pero no deja de ser impactante que seamos la única especie que puede decidir no reproducirse.


Para concluir y parafraseando el título de la novela, ¿a qué huele el miedo?

No lo sé, la verdad. Los humanos vivimos lejos del instinto y yo, en concreto, tengo muy mal olfato. Nosotros detectamos el miedo más por la cara y la expresión que los animales. 

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