En el año 2014, tuve el honor de ser el primer escritor latinoamericano invitado a la feria del libro de Casablanca, y estando de visita en tierras tan atractivas al viajero, no pude resistir a la tentación de magnéticas fuerzas telúricas que sin que supiera cómo, me llevaron a Fez.
Recorriendo los alrededores de este epicentro espiritual magrebí, asiento de la universidad más antigua del mundo y de la más acrisolada sabiduría musulmana, como guinda de la torta fundada por una mujer, en un lapso que me pareció un efímero instante, fui a parar a las ruinas de la capital romana de la Mauritania Tingitana, volubilis.
Fue cuando supe que aquellas estructuras romanas soportaron 15 siglos en pie, sólo para sucumbir ante el gran terremoto de Lisboa, el desastre más grande consignado por la historia humana conocida.
La falla de Azores - Gibraltar se cobró el 1 de noviembre de 1755 treinta mil víctimas solo en Lisboa, luego inundada por un tsunami que se hubiera cobrado la vida del rey de Portugal que salvó el pellejo solo porque no estaba en la capital del imperio lusitano.
El sismo y el maremoto fueron acompañados por un incendio, ya que por tratarse del día de todos los santos los lisboetas habían encendido velas en casi todos los hogares de la ciudad.
El 8 de septiembre del presente año, un desastre causado por la misma falla se ensañó con el cercano Marruecos, que debió asignar la semana pasada un presupuesto provisional de 120.000 millones de dirhams (unos 11.730 millones de dólares) para asistir a una población de 4,2 millones de habitantes afectados por este sismo, según indicó un comunicado del Gabinete Real. La financiación de este gran programa será asegurada a partir de los créditos asignados del presupuesto general del Estado, de contribuciones de las colectividades territoriales y de la Cuenta especial de solidaridad dedicada a la gestión de los efectos del terremoto, así como a través de donaciones y de la cooperación internacional.
El anuncio fue hecho por el mismo Rey Mohammed VI, quien ordenó un programa de reconstrucción y de mejora general de las regiones siniestradas por el sismo de Al Hauz. Los fondos sentarán las bases de un programa reflexionado, integrado y ambicioso, destinado a aportar una respuesta fuerte, coherente, rápida y voluntarista, anunciaron las autoridades.
El programa ha sido elaborado a un plazo quinquenal, y se basará en una lógica de convergencia y sobre la base de un diagnóstico preciso de las necesidades y de un análisis de las potencialidades territoriales y de los actores locales, además de comprender proyectos destinados, por una parte, a la reconstrucción de las viviendas y la mejora de las infraestructuras afectadas, y por otra parte, el refuerzo del desarrollo socioeconómico en las zonas concernidas.
Realojar a las personas siniestradas, reconstruir las viviendas y rehabilitar las infraestructuras, romper el aislamiento y mejorar los territorios, acelerar la reabsorción los déficits sociales, alentar la actividad económica y el empleo, así como valorar las iniciativas locales, son los componentes principales sobre los cuales está estructurado el anunciado programa.
El programa comprende igualmente, como ordenado por el Rey, la creación, en cada región, de una gran plataforma de reservas de primera necesidad (tiendas, mantas, camas, medicamentos, productos alimenticios, etc) a fin de hacer frente de manera inmediata a las catástrofes naturales. Mohammed 6 insistió, también en la importancia de escuchar permanentemente a la población local a fin de aportar soluciones adaptadas, acordando al mismo la importancia necesaria a la dimensión medioambiental y velando por respetar el patrimonio único y las tradiciones y modos de vida de cada región.
El Rey pidió una administración ejemplar de los recursos sobre la base de palabras maestras como rapidez, eficacia, rigor y resultados convincentes.
Narran las crónicas que el gran terremoto de Lisboa de 1755 fue un punto de inflexión en la historia, que enfrentó a la Inquisición con Rousseau, Voltaire y Kant además de parir una ciencia que hoy llamamos sismología. Reconocer las limitaciones que les imponía la ignorancia, obligó a los hombres a observar con mayor detenimiento los fenómenos naturales dando nacimiento al método científico que levantó su voz ante la magia y la superstición. Lo que siguió reafirmó que se trató de un mal que vino para bien.
Nadie puede negar al pueblo marroquí conservar la ilusión de que esa historia se repita, cuando el radiante sol de su tierra vuelva a clarear. LAW
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