Decía un pensador que si la realidad no está intelectualmente dominada, preguntarse qué hacer no tiene sentido ni respuesta. Igual de difícil es decidirse cuando vastas áreas de la realidad son declaradas ausentes por quienes manejan la información.
De acuerdo con fuentes diplomáticas de Marruecos, prácticamente las ochenta mil personas que sobreviven en los campamentos montados por el Frente Polisario con ayuda de militares argelinos en Tinduf, se encuentran en carácter de secuestrados. “Los 80 mil saharauis establecidos en Tindouf viven en condiciones denigrantes, dado que no tienen libertad de circulación” ha señalado en una reciente publicación Abdelkader Chaui Ludie, denunciando que se encuentran prisioneros de las autoridades del Polisario y Argelia, de acuerdo a modelos autoritarios perimidos en casi todo el mundo, sufriendo vejámenes.
A pesar de esta realidad, según los medios el drama es mucho más reducido.
Solo son los casos de tres mujeres los que han logrado conmover en algo a la opinión pública, por su repercusión mediática. El primero es el de Darya Embarek Selma, de 26 años, residente en Tenerife, viajó a los campamentos en enero de 2014 para pasar un mes junto a su familia biológica. Desde entonces, no ha podido retornar.
Las mal llamadas autoridades “saharauis” le han despojado de su documentación y la han retenido por la fuerza, impidiéndole volver a España, truncando sus ilusiones de tener una vida digna, ganarse el sustento trabajando y cursar estudios que le permitan progresar.
El segundo caso es del de Nayiba Mohamed Kacem, de 24 años, retenida desde diciembre de 2013 en contra de su voluntad.
Un tercer caso conocido a través de los medios es el de Maloma Morales de Matos (Maaluma Takya Hamda, según su partida de nacimiento), de 22 años, quien viajó a los campamentos el 5 de diciembre del año pasado, y no pudo volver el 12 de diciembre como tenía previsto.
Solo se sabe que su familia biológica, en complicidad con los dirigentes del Polisario, impidieron ique Maloma subiera al coche que iba a llevarles al aeropuerto. Sus captores prometieron liberarla, y simularon tener intenciones de hacerlo, pero finalmente todo resulto una farsa para intentar desmontar el caso ante la opinión pública.
Mayuba Handidaf, una argelina adoptada por una familia de Genovés (Valencia), había sido otro caso anterior que fue objeto de cierta publicidad.
Centenares de españoles salieron a las calles hace unos días en Sevilla, pidiendo su libertad, y celebridades como el actor Willy Toledo, quien había expresado muchas veces simpatía por el Polisario, condenaron su secuestro.
La misma organización Human Rihts Watch ha intervenido en el caso, advirtiendo al Polisario que “retener a un adulto contra su voluntad es un delito, sin importar su nacionalidad”.
En Paraguay, exponentes de la Comunidad marroquí residente, encabezados por Younes Ahaddadi, denunciaron ante autoridades parlamentarias de Paraguay la deplorable situación que atraviesan no solo estas mujeres, sino también toda la población de los campamentos que está masivamente secuestrada por el Polisario.
Los miembros de la Asociación fueron recibidos por el diputado Oscar Tuma, quien expresó su preocupación por la situación humanitaria que viven los secuestrados, recordando que el secuestro es un delito que en Paraguay tiene duras penas y es repudiado de manera generalizada por la opinión pública.
También prometió difundir la problemática entre sus colegas representantes, y tomar una posición al respecto.
Recientemente el parlamento chileno declinó pronunciarse contra Marruecos respecto a este problema, evidenciando que la verdad empieza a vislumbrarse inclusive en Sudamérica.
Dijo un pensador que la vida sin libertad es como la muerte oculta tras un manto de oscuridad. Es exactamente eso a lo que están condenando no solo a Maloma y a sus compañeras de infortunio, también a las decenas de miles de saharauis olvidados, sin futuro ni horizontes, que hoy soportan la tiranía del Polisario en el Sahara Occidental.
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