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​Doctrina de actualidad

Resulta ser el método que permite guiar la capacidad de pensar y obrar del ser humano en la dirección de unos dogmas básicos, previamente establecidos por la elite
Antonio Lorca Siero
martes, 14 de noviembre de 2023, 09:11 h (CET)

Toda doctrina que cuenta con una fuerza soporte, en su papel de aleccionar a las masas, excluye la libertad individual, en todo lo que se contrapone a sus intereses, y manipula la información en lo que puede resultar inapropiado para sus propósitos, sencillamente la convierte en desinformación.


Aunque se hable de libertad, tal como hoy sucede en el panorama de las sociedades opulentas, si no hay pluralidad, y de hecho no existe, porque discretamente opera la censura de los medios de comunicación para que solamente hablen los elegidos, la libertad pasa a ser una formalidad, en cuanto se limita a dejar salir a la luz aquello que no incomode al establishment. De lo que se desprende que no hay acceso a la ilustración real para las masas. Su carencia solo puede conducir al desconocimiento, puesto que la información sin pluralidad de fuentes es desinformación. La ilustración, como método para dar luz al conocimiento, no viene exclusivamente marcada por una dirección, sino por cuantas sean necesarias para facilitar el proceso de formación del entendimiento.


En el caso de la doctrina económico-política dominante, se reconduce a dos principios, consumo desmedido y democracia de cartel. En cuanto a la posibilidad de ilustrarse desde la política, el elitismo la limita, porque seria poner al descubierto la manipulación en la que se sostiene la legitimidad de la minoría dirigente. Queda a nivel de masas la enseñanza oficial, que sigue el dictado político, y que, como enseñanza, no es ilustración, porque interviene el sesgo direccional que aporta el enseñante. No es posible abrirse al entendimiento para conceder libertad a la razón de cada uno, puesto que está condicionado por la forma de ilustrar. Frente a la enseñanza política y la enseñanza económica, hay una tercera vía, que es la enseñanza científica, exclusiva de minorías intelectuales dispuestas para ponerse a sueldo del sistema, y que se proyecta en la práctica al terreno de las tecnologías mercantilizadas. Por tanto, la ilustración de valor es minoritaria y la información de la que se nutre costosa, lo que la hace incompatible con las gentes, a las que solo puede extenderse como enseñanza, no como ilustración, sin que sea posible la contradicción, al gozar de la autoridad científica. También, en el terreno mediático, como aparato que permite llegar directamente a las gentes, ahora fundamentalmente a través de las imágenes, la enseñanza ocupa su lugar, recoge hechos que, luego, son templados por el efecto noticia, que suele ser fiel a la tendencia del que controla el medio. Por tanto, la ilustración ha pasado a ser inexistente en el plano general —aunque reservada a una minoría pudiente—, porque se mueve en el marco de los dictados del sistema, que remite básicamente a la forma de vida consumista, dominada por las novedades, y a conciliar con los efectos socio-políticos de la democracia totalitaria —los ejemplos de actualidad local e internacional lo dejan al descubierto—. De ahí que las posibilidades de salir del entorno dominante son prácticamente nulas en materia de ilustración de las masas.


Con referencia a aquello de cuando la sociedad de los guerreros agotó su arsenal de dominación, y quebró la espada, tomo el relevo la sociedad de los mercaderes con el arma del dinero, está claro que supuso un cambio de paradigma del poder y una nueva ideología que sirve de argumento legitimador. Si en la primera sociedad, se jugaba con la metafísica de las creencias de cualquier naturaleza, la segunda, se desvió hacia la metafísica de la utilidad. En uno y otro caso puro humo para ocultar la realidad de fondo a unas mayorías conducidas por la minoría dominante en la dirección de la defensa de sus particulares intereses de clase. Cualquier ideología se perfecciona con el desarrollo de la doctrina, que viene a ser el camino para hacerla operativa. La idea soporte suele ser la misma, acudir a un discurso eficaz que permita dominar a las masas, solo cambia el modelo a emplear, y en este caso el bienestar y sus complementos jurídicos, pasan a servir de argumentos doctrinales que en síntesis promueven la mercantilización de la existencia. La clave de la doctrina reside en que solo sea posible, para los creyentes, pensar y actuar siguiendo los mandatos que en ella se contienen, sin que exista la posibilidad para los afectados de entrar a considerar lo que se tiene por verdades y mentiras, para someterlas a análisis y contradicción, y son los medios de difusión y manipulación capitalistas los comisionados para establecer el sentido de la verdad ante las gentes. Entregarse a la doctrina oficial no es experimentar los efectos de la ilustración, sino caer en la ignorancia, limitar el conocimiento al cercado con que se protegen los intereses dominantes, sin posibilidad alguna de salir al exterior para quienes se encuentran dentro.


Así pues, la libertad, en cuanto medio para abrirse a otras opciones no es posible, porque choca con el determinismo doctrinal, y en un plano operativo, no lo es, porque le ha sido vedada disponer de información válida, cumpliendo las exigencias que impone la propia doctrina.


Llevada a la práctica, la doctrina resulta ser el método que permite guiar la capacidad de pensar y obrar del ser humano en la dirección de unos dogmas básicos, previamente establecidos por la elite, que han pasado a ser dominantes en una comunidad, y opera conduciéndola a la medida de sus intereses. Tales principios no admiten contradicción ni pueden ser objeto de análisis, debate, opinión y crítica por el individuo común, quedando reservada a la hermenéutica de la clase dirigente la dirección temporal a seguir para su aplicación. Instrumento tradicional de manifestación del poder, economía y política han tomado el control de la doctrina, adecuándola a sus respectivos intereses, pero siguiendo el orden marcado en el sistema. En el caso del mercado, la doctrina trabaja para mantener el consumismo, sin importar los medios a emplear, pero dejando espacios para la opinión constructiva, aunque sea manipulada. Sin embargo, la política, en cuanto dispone del monopolio de la ley, se muestra intolerante, por lo que la salida de la senda trazada se corrige con la represión. De manera que en la política la doctrina encuentra un excelente aliado a nivel local para que nadie escape de sus previsiones, de ahí su interés para el capitalismo, ya que dispone de medios eficientes para imponer, porque en último término, si fracasan la moralina, la exclusión, la censura y la mordaza, están el ostracismo y el encierro. Además de tal poder de coacción y coerción, la política es hábil en desplegar principios, valores y creencias concretados en modelos de libertad, igualdad, justicia y legalidad, basta con ponerlos en relación son la realidad mercantil, monopolio del capitalismo, para aportar ese aire de seguridad de fondo que hace sólido al mercado.


Convertida la libertad y los demás aditivos del modelo político capitalista en propaganda, sin que haya correspondencia con la realidad, salvo la que se puede disfrutar en el mercado eligiendo el producto al gusto dirigido del consumidor, en la política, votando al más señalado de los intervinientes, o en el cercado social, sin salirse de él, se abre la puerta a la intolerancia y al sectarismo. Con el rigor que impone la doctrina, la libertad real ausente y la intolerancia frente a la discrepancia, el camino hacia totalitarismo de la nueva superélite económica está expedito.

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