De Zadar a Dubrovnik se asoma al mar Adriático la bella Dalmacia. Una estrecha franja costera que ocupa la parte meridional del litoral croata. Cultura, historia, pueblos pintorescos y playas paradisíacas, a lo largo de más de 350 kilómetros de costa. Griegos, romanos, bizantinos, otomanos y venecianos dejaron su impronta, cincelando su arquitectura y forjando sus costumbres.
Geográficamente ocupa una superficie de 12.000 kilómetros cuadrados (aproximadamente una quinta parte de Croacia) y 2 millones de habitantes. La capital es Split y sus otras urbes importantes son Dubrovnik, Sibenik y Zadar.
Pero precisamente las dos primeras, Split y Dubrovnik son sus joyas más preciadas. Separadas por una distancia de poco más de 200 kilómetros, las dos son Patrimonio de la Humanidad y personajes tan ilustres como el dramaturgo y premio nobel Bernard Shaw o el emperador romano Diocleciano ensalzaron a ambas. El primero con su legendaria frase de “aquellos que buscan el paraíso en la Tierra deberían venir a Dubrovnik”; mientras que el segundo levantó en Split, su ciudad natal, un palacio al que dio su nombre y en el que vivió un plácido retiro hasta su muerte.
Dubrovnik y Split las dos joyas de la corona
Dubrovnik, una ciudad que encierra intramuros un aroma mediterráneo, bizantino y eslavo, fue devastada durante la cruenta guerra de los Balcanes a principios de los noventa del siglo pasado. Pero milagrosamente ha sido reconstruida a imagen y semejanza de lo que fue la antigua Ragusa. Es una ciudad de vetustas calles, construcciones medievales, poblada de aristocráticos palacetes y la que se accede a través de las puertas de Pile y Ploce, que datan de los siglos XVI y XVII.
Stradun es la arteria principal sobre la que palpita la vida de la ciudad y atraviesa de punta a punta la misma. Adoquinada y señorial, da paso a los lugares más hermosos que se pueden visitar en Dubrovnik: el Palacio del Rector, viejo edificio gótico y renacentista; la catedral de Velika Gospa, añeja basílica bizantina de estilo barroco; el palacio de Sponza, noble edificación del medievo; la fuente de Onofrio, antiguo centro de abastecimiento de agua en siglos pasados y la torre Minceta, que se erige en la fortificación más elevada de las murallas.
Muy cerca se halla la isla de Korçula, creyendo muchos que allí nació Marco Polo. Y a mitad de camino de Split se emplaza la localidad de Makarska, con las playas más exuberantes de toda la costa dálmata.
Split, la capital de la actual Dalmacia, combina en su arquitectura reminiscencias del imperio romano, del bizantino y de la poderosa República de Venecia. Pero por encima de todo relumbra el Palacio de Diocleciano, alzándose como la construcción mas primorosa de Split, construido entre los siglos III y IV d.C. que sirvió de residencia del emperador romano en sus últimos años de vida. Su interior alberga el Templo de Júpiter, el antiguo mausoleo del césar y la catedral cristiana de San Domnius, de planta octogonal, convertida en templo católico a mediados del siglo VII.
En la capital dálmata también sobresalen sus populosas plazas de edificios renacentistas y su refinado y espectacular paseo marítimo, culminando con las agraciadas vistas panorámicas de toda la urbe desde la colina de Marjan, el mirador de Split. A escasos 30 kilómetros se erige Trogir, una pequeña ciudad enclavada sobre un islote, un auténtico museo al aire libre y Patrimonio de la Humanidad desde 1997, que conserva su aspecto medieval y la esencia veneciana.
Zadar, la vieja capital de Dalmacia
A 70 kilómetros hacia el norte se localiza Sibenik y el parque nacional de Krka, surcado por el río que lleva ese mismo nombre por angostos desfiladeros que forman en su recorrido pequeñas cataratas. Sibenik es actualmente un prospero puerto comercial, pero antaño fue un potente enclave fortificado. Fruto de su esplendor se alzó la catedral de Santiago, testigo incolume de su pasado. Continua destacando su brillante cúpula y el friso con setenta y cinco figuras esculpidas que rodean el templo. Y frente a la ciudad se adivina en el horizonte las islas Kornati, un archipiélago compuesto por mas de 150 minúsculas islas de tonalidad verde debido a su profusa vegetación y escarpados acantilados que contrastan con el azul de las aguas del Adriático.
Pero si una ciudad dálmata ha recibido más influencias externas, esta no es otra que la amurallada Zadar, situada geográficamente en un itsmo. Por alli pasaron romanos, venecianos y otomanos, dejando cada uno de ellos su sello propio, conformando un variado crisol de estilos arquitectónicos, aunque con mayor preponderancia del imperio romano y de la república veneciana.
Tanto es así que la entrada a la ciudad peninsular por las murallas se realiza a través de varias puertas venecianas, las más famosas la de Zara y la de Terrafema, y en lo que fue el antiguo foro romano se ubica la catedral de Santa Anastasia, que data del siglo XIV y la emblemática iglesia prerrománica de San Donato del siglo IX, el monumento más representativo de la vieja capital de la Dalmacia medieval.
Y a poco más de 50 kilómetros al noreste se emplaza el parque nacional de Paklenica, el segundo más grande de Croacia tras el de Plitvice en la región de Lika, un vergel para senderistas por sus rutas agrestes entre escabrosos cerros y grandes extensiones de robles y hayas.
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