Los comienzos son siempre fáciles cuando se habla de relaciones de pareja, porque ambos dan lo mejor de sí mismos. Se esfuerzan y muestran la mejor cara. Es al principio cuando los dos integrantes se preocupan el uno por el otro, cuando se forjan los cimientos y se genera la confianza. Se establecen unos vínculos que parecen indestructibles y el cuidado está siempre presente, llegando incluso, a admirar a la otra persona.
El problema surge cuando el tiempo, la incompatibilidad o la diferente evolución de los miembros de la pareja acarrea la aparición de una tercera persona. Y eso supone un ruptura instantánea de la confianza cuando estamos hablando de parejas tradicionales donde el término “abierto” no existe. Pueden existir sospechas evidentes que hacen que uno pueda indagar sobre lo que está sucediendo por lo cambios de actitud y la pérdida de interés, ya que los seres humanos somos personas de costumbres y actuamos de forma similar con los amigos o parejas.
Podemos empezar con alguien que nos regale los oídos de forma constante, podemos dejarnos llevar y que la relación fluya hacia otras dimensiones más serias, pero si no queremos que la persona que está con nosotros, pueda también estar con otras, es necesario dejarlo claro desde el principio. Hay que hablar abiertamente de lo que no queremos o de lo que podemos querer si nuestros pensamientos cambian durante la evolución o el trayecto a seguir durante el camino.
Y es que hoy, la palabra “cuernos” es demasiado compleja para definirla porque tiene amplios significados para las diversas parejas que hoy en día se van formando. Para unas, será seguir a muchas personas en las redes sociales, poner “likes” en las diversas publicaciones o hablar virtualmente con desconocidos, para otras, será quedar y hablar, mientras que en los casos más extremos y graves, será llegar al contacto físico. Pero de un modo u otro, lo cierto, es que llegado a este punto, si previamente se llegó a un acuerdo de fidelidad mutua donde no había cabida para otros terceros, es necesario sopesar la situación. Hay que valorar qué nos aporta la persona que nos ha traicionado y en qué cambiaría nuestra vida en caso apartarnos y proceder a la ruptura.
Se puede pedir tiempo, se puede cambiar en el sacrificio que hemos hecho hasta ahora para que la relación siga adelante, pero lo que es primordial es pensar en frío y elaborar estrategias de contención emocional para no dejarnos llevar por la frustración o los pensamientos intrusivos de fracaso. Todos tenemos derecho a explotar cuando las emociones son verdaderas y no debemos ocultar nuestros sentimientos hacia la persona que nos ha traicionado. Tenemos que valorar las opciones a tomar donde el diálogo es una de esas primeras opciones. Hay que saber los motivos que llevaron a la otra parte a actuar así, y una vez sabido, tomar una decisión acorde a lo que queremos o esperamos en el futuro. Está claro que las opciones serán tres, la de proceder a la ruptura donde no querremos saber nada de esa persona, la de darse un tiempo para reflexionar sobre lo que ha ocurrido y la de seguir juntos aprendiendo a perdonar al otro y también a uno mismo por el daño que uno puede llegar a hacerse. Y ante esto, no hay opciones buenas o malas, sino que cada pareja elegirá la que mejor se adapte a ello, porque cada uno somos diferentes del resto y las normas no escritas de muchas parejas no tienen por qué coincidir con otras.
Existen factores que influyen de forma drástica a la hora de propiciar la entrada de una tercera persona y esas son, nuevos entornos, tiempos libres, falta de interés o apatía, aburrimiento… Pero aún así, nadie está con el derecho de realizar determinadas acciones sin antes haberlo hablado, porque podría suceder, a veces, que algunas parejas, podrían ampliar sus horizontes emocionales donde sólo tenga cabida el sexo sin entablar relaciones de amor. Pero eso es algo, que debido a la modernidad siempre se debe preguntar, para saber si en el caso de que ocurriera algo, sería catalogado como cuernos o como algo necesario para la evolución de la pareja. Aún así, nadie debería salir herido cuando se habla de amor porque la confianza, como bien se sabe, cuesta construirla demasiado tiempo, pero en cuestión de segundos, puede acabar dañada sin entender el motivo.
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