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Millones de personas conviven cada día con enfermedades óseas que no tienen cura ni opción quirúrgica. La medicina actual, lejos de ofrecer soluciones, responde con silencio, pastillas y resignación. En un tiempo donde se celebran avances en cirugía robótica, medicina de precisión y terapias celulares, resulta sorprendente el abandono que sufren quienes padecen enfermedades óseas degenerativas no operables.
Es evidente que a la filosofía contemplativa, en su extensión, nadie la iba a rescatar ni a encumbrar. Lo que se averigua aquí, y ahora, es el intento evidente de persuadir al individuo para que se someta voluntariamente a una suerte de autoexplotación bajo estímulos y valores distorsionados en comunión con una doctrina marcial de orden belicista en perfecta yuxtaposición con el dominio mental y la autodisciplina emocional.
Sigue creyendo el ladrón que todos son de su condición. No tienen más que hacer una lectura detenida a las últimas declaraciones del exjefe de paradores, que lo conocía todo de Teruel y de Sigüenza como demostrarán los medios, pero callaba por conveniencia. Si lo desean, pueden escuchar a la ministra de Educación, que representa la ignorancia graduada y personificada, pero que también sabe mucho más de lo que cuenta de aquella noche de Teruel.
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