La Revolución de la Universidad de la Sorbona, en París, conocida como “Mayo del 68”, cambió radicalmente el comportamiento sexual de la juventud, y un desenfreno radical se extendió por todo el mundo occidental, cuna de la Religión Cristiana; les inocularon un virus letal: la rebelión de todo orden moral. Como hongos proliferaron grupos de cantantes que invocaban a Satanás; miles y miles de jóvenes de ambos sexos acudían a esas concentraciones siguiendo a esos ídolos, se pasaban noches enteras drogándose, bebiendo y con un desenfreno sexual totalmente degradante. Esa vacuna que recibieron los jóvenes tuvo un resultado asombroso: nadie o muy pocos jóvenes de aquellos tiempos pisan la iglesia; muchos de sus hijos no están ni bautizados, y mucha juventud de estos tiempos se junta o se separa de su “compañero” o “pareja” y muy pocas familias permanecen unidas. ¿Cómo ha sido posible que esto ocurriera y siga ocurriendo? ¿Cómo se explica que la Nueva Iglesia ya no sea un signo sagrado y divino, convertida en una sociedad filantrópica? Todo lo que está ocurriendo actualmente en el mundo tiene su origen en el “Modernismo” condenado por el Papa San Pío X, ideología que incluye todas las herejías anteriores. Ahora vemos la realidad, y los sucesores de aquellos ídolos de la juventud son los que ahora nos gobiernan y nos prohíben hasta protestar; son los mayores de la historia de la humanidad. Pues eso es lo que merecemos, pero los católicos que hemos permanecido fieles decimos como decían ellos: “Prohibido prohibir” y “No nos moverán”. Pero la Gran Tribulación que estamos padeciendo y que Cristo ya nos anunció está llegando a su fin. Que así sea. Amén.
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