Segunda jornada de la competición y son siete los equipos que cuentan sus duelos por victorias: Brest, Benfica, Aston Villa, Bayer Leverkusen, Juventus, Borussia y Liverpool. Sobre el papel, y a excepción de los de la ciudad que vio formarse a los Beatles y, quizás, alemanes e italianos, podría calificarse de sorpresivo, pero, nada más lejos de la realidad, dichas posiciones se corresponden con sus puestas en escena.
La dominancia incontestable que aplicaban ciertos clubes a sus adversarios, intimidados ante la mera contemplación del escudo al que tenían a bien enfrentarse, lleva tiempo diluyéndose y perdiendo vigor, si bien el formato anterior de cuatro equipos por grupo garantizaba en alto porcentaje —siempre surgen improvistos— una o dos cenicientas y el consiguiente boleto a las eliminatorias.
Lo más curioso es que, salvo escuadras bastante constantes en el cumplimiento de su previsión de farolillo rojo; normalmente, disciplinas del este como actualmente constatan el Slovan Bratislava, Estrella Roja, Sturm Graz, etc., entre las que habitan en las principales ligas, aparece siempre algún rezagado en el plano nacional que llega a Europa y experimenta una especie de respuesta galvánica y estimulante: Brest —13º en Francia—, Benfica —3º en Portugal— o Borussia —5º en Alemania—, conforman un epítome al respecto.
Pobre imagen nacional
Imagen: Europa Press
En la historia reciente, si hay un ejemplo de esto último, es el del Real Madrid y su íntima conexión con la orejona. Sin embargo, una temporada en la que presumiblemente su autoridad se vaticinaba más evidente por la llegada del astro francés, está sembrando vestigios de dudas en su, hasta ahora, ruta trufada de inconsistencia. Tras los cánticos de sirenas, las carencias en el juego a resolver son objeto de recelo y desconfianza en el aficionado merengue.
El vigente campeón de la Champions no es el único español que está exportando sus problemas internos al plano internacional: después de la estampa divisada en el Metropolitano y protagonizada por sus jaleadores más viscerales, en aparente comunión con los jugadores, el Atlético de Madrid sigue sin amortizar unas inversiones que no traduce en rentabilidad sobre el tapete. Cuando en lugar de fútbol se habla de trifulcas, es que poco o nada virtuoso hay que decir acerca de lo primero.
Misma o parecida suerte que los de la capital están corriendo los cuadros catalanes: el Girona, atragantado y sin gasolina en el tanque durante las rectas finales, ha pagado la inocentada de nuevo; aunque su actuación en París fue meritoria y con notas positivas, una derrota en su feudo ante el Feyenoord, sexto en la Eredivise, es mal augurio de cara a futuro. El Barcelona tampoco se salva de la quema a pesar de la goleada frente a uno de aquellos chivos expiatorios que acceden tras eliminatorias previas y que marcha el 11º en Suiza. Queda un mundo, pero de momento ningún español entre los quince primeros. Mucho que mejorar.
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